Algo muy poco frecuente ha ocurrido estos días en los medios de comunicación de todo el mundo. Una magnífica noticia ha dejado a un lado escándalos, corruptelas y enfrentamientos políticos y ha ocupado las portadas y principales informaciones.
Se trata de la recuperación de Teresa Romero, el primer caso de contagio del virus del ébola fuera de continente africano y uno de los pocos curados. Toda la sociedad de nuestro país ha vivido momentos de mucha preocupación por su estado de salud y nos ha alegrado enormemente que haya podido vencer a una enfermedad que, lamentablemente, tiene una tasa de letalidad muy alta.
Una enfermedad a la que se ha enfrentado un nutrido grupo de profesionales sanitarios a los que hay que reconocer, una vez más, su esfuerzo y dedicación. Una labor más elogiable si cabe porque se ha producido en un ambiente de presión constante al estar sobre ellos los ojos de toda la población.
Se trata, sin duda, de un nuevo ejemplo de aquello que los propios profesionales no nos cansamos de repetir y que creo también que la mayoría de la población tiene claro. La sanidad, nuestro sistema sanitario, lo hacen posible las personas, todos y cada uno de los profesionales que trabajan, de forma coordinada, por un bien común que no es otro que el mantenimiento y mejora de la salud de las personas.
Todavía desconocemos con la profundidad y detalles necesarios todo lo que ha acontecido antes y después del contagio, para hacer un análisis pormenorizado que nos lleve a todos (administraciones, profesionales, ciudadanos…) a sacar las conclusiones pertinentes.
Lo que sí está cada vez más claro es que las diferentes administraciones sanitarias no adoptaron con la diligencia requerida todas las medidas contempladas en los protocolos de actuación para evitar casos como el de Teresa. Numerosos son los testimonios de profesionales que constatan, por ejemplo, las carencias en materia formativa y de adiestramiento que se han producido o la no idoneidad de los trajes utilizados.
Todo apunta a que, como en ocasiones anteriores, sólo hemos empezado a hacer las cosas bien cuando teníamos ya encima el problema. Lamentablemente, parece que no hemos aprendido de experiencias y errores pasados y, una vez más, se ha reaccionado tarde y de forma precipitada.
Otro hecho que casi nadie duda es que algunos de nuestros responsables públicos sanitarios han demostrado carecer de la responsabilidad, seriedad y rigor que sí caracteriza a los profesionales sanitarios. Declaraciones como las del consejero madrileño de Sanidad se descalifican por sí mismas, y, además de parecer un intento de eludir responsabilidades ante lo sucedido, contribuyeron en los momentos iniciales de la crisis a generar una mayor intranquilidad y alarma entre el conjunto de la ciudadanía de nuestro país.
Ahora ha sido el ébola y en el futuro, además de ésta, otras enfermedades desconocidas o no presentes en nuestro país pueden atacar los cimientos de un sistema sanitario, el nuestro, que no nos olvidemos ha sufrido un importante desgaste por las medidas de recorte desarrolladas en los años de crisis económica.
Teresa se ha convertido en todo un símbolo de lo bueno que tiene nuestro Sistema Nacional de Salud. Profesionales con cara, nombres y apellidos que cuidan y atienden a otras personas siendo muy conscientes de que cualquier accidente laboral puede conllevar consecuencias fatales para su salud.
Aprendamos todos de la lección dada por la auxiliar de Enfermería y, sobre todo, adoptemos las decisiones pertinentes y depuremos las responsabilidades necesarias para que este tipo de situaciones no vuelvan a producirse en un futuro siempre que sea posible.