Referéndum en Cataluña, lucha contra la corrupción, reforma fiscal, reparto de carteras ministeriales…Estos son los asuntos que, al menos según los titulares de los medios de comunicación, están centrando las conversaciones que los distintos partidos políticos están manteniendo de cara a alcanzar un acuerdo que posibilite el nombramiento de un nuevo Gobierno.
Poco o nada se está escuchando de otro asunto de vital importancia para nuestro país como es la sostenibilidad futura del sistema sanitario español como eje primordial y vertebrador de nuestro Estado del Bienestar. No está ahora en el debate político pero, sin duda, el próximo presidente, sea finalmente del signo político que sea, deberá incluirlo en su agenda y priorizarlo en su acción de gobierno.
Tres son las preguntas claves que tendrá que formularse: ¿cómo estamos?,¿qué queremos? y ¿cómo lo conseguimos? y, a partir de ahí,adoptar las decisiones necesarias para alcanzar los objetivos definidos.
Responder a la primera de las cuestiones es, a priori, lo más sencillo. Nuestro sistema sanitario ha sufrido en los últimos años de crisis económica un descenso paulatino de su financiación pública, llegando a situarse en torno al 5,7 por ciento del PIB, al tiempo que ha hecho frente a un creciente gasto motivado por factores tales como el envejecimiento poblacional, la ampliación del número y calidad de las prestaciones, las innovaciones terapéuticas y diagnósticas, o el aumento de la cronicidad. Se encuentra, por tanto, infrafinanciado, deteriorado y débil.
La complejidad viene, una vez hecho el análisis de situación, en, no tanto definir las actuaciones a realizar, sino en ponerlas en práctica. Muchos son los grupos de poder, a nivel institucional, político y económico, que presionarán al nuevo gobierno, como han venido haciendo con los anteriores, para intentar “doblegarle” según sus intereses particulares.
Bajo la premisa de que hay que “tener más y gastar mejor”, el próximo mandatario español tiene que propiciar un aumento progresivo de la financiación pública hasta equipararnos, al menos, a la media de lo que gastan países de nuestro entornocon modelos sanitarios similares, al tiempo que la suya y el resto de administraciones deben comprometerse a que los presupuestoslleguen en su totalidad a los servicios sanitarios. Es decir, que sean finalistas, evitando así que se desvíen recursos a otros fines.
También hay que corregir las descompensaciones del actual modelo de reparto de fondos, teniendo claro que la financiación sanitaria no puede ser una mera asignación lineal de recursos en función exclusivamente del número de habitantes. Hay que considerar factores como la pirámide de edad, enfermos crónicos, dispersión o accesibilidad geográfica, niveles socio-económicos, zonas de especial aislamiento…
Es fundamental, además, un sistema periódico de revisión de los criterios utilizados a fin de mantenerlos permanentemente actualizados y acordes con una realidad sanitaria que evoluciona permanentemente.
Asimismo, si queremos gastar mejor resulta absolutamente imprescindible desarrollar medidas tales como potenciar la Atención Primaria y la coordinación entre los diferentes niveles asistenciales;priorizar la prevención y promoción de la salud; acabar con la sobreutilización tecnológica; desarrollar una estrategia ante la cronicidad; reducir el gasto farmacéutico; impulsar las compras centralizadas y optimizar los mecanismos de transparencia y control en la gestión de los recursos económicos, así como propiciar una adecuada planificación de los recursos humanos.
Asimismo, y teniendo en cuenta que la mayor parte del gasto estárelacionado directa o indirectamente con la labor asistencial de los profesionales sanitarios, hay que buscar su implicación y participación en la toma de decisiones, así como estimular su actividad y desarrollo profesional dentro del sistema sanitario.
Nadie tiene una 'varita mágica' y el reto es muy complejo, pero la talla de un buen líder se constata en su determinación inquebrantable por cambiar y mejorar las cosas. Esperemos que el próximo presidente del Gobierno esté a la altura de lo que nuestro Sistema Nacional de Salud espera de él.