Aunque no necesariamente tenga connotaciones peyorativas, valga esta expresión de Stars War para definir el giro copernicano que experimentan las vidas de bastantes médicos y también de otros profesionales sanitarios cuando deciden aceptar un puesto político o de gestión que necesariamente implica un paréntesis en su actividad habitual, quizás definitivo.

El paso, que puede ser trascendental en su vida, puede producirse tras recibir una oferta inesperada del responsable de la institución, aunque en ocasiones puede ser buscada, incluso de manera vehemente por el interesado al considerar que el nuevo destino va a ser algo importante en su carrera profesional o simplemente por estar cansado del trabajo habitual y querer explorar nuevos horizontes. Puede ser una simple subdirección hospitalaria o bien un puesto en los servicios centrales, quizás con rango de director general o incluso de ministro, aunque en este caso no parecen haberse registrado casos de muchas dudas.

Dada mi trayectoria profesional, he vivido en persona este momento, he podido observar los efectos positivos y negativos que en otros compañeros han tenido situaciones similares, y a la vez he influido en que unos cuantos médicos y enfermeras hayan tenido que tomar la decisión de si cambiaban su vida o no al tener que buscar colaboradores entre ellos, tanto en la ONT como en el Insalud. Las conclusiones son necesariamente agridulces porque la experiencia no siempre ha sido positiva.

El rol de los médicos en la gestión sanitaria: retos y oportunidades


Para analizar este fenómeno hay que distinguir claramente dos planos, el del interés general y el del particular. Desde un punto de vista genérico, caben pocas dudas de que el sistema sanitario necesita que los profesionales a pie de obra se impliquen en la gestión a todos los niveles, fundamentalmente porque son los que conocen de primera mano los problemas y por tanto pueden aportar las debidas soluciones. Además, si esos puestos no son ocupados por sanitarios, lo serán por otros perfiles que habitualmente no tienen la menor idea del asunto, con los previsibles resultados tantas veces repetidos.


De médico a líder en la administración de salud: un camino con dificultades


Pero la cosa no está tan clara cuando se analiza desde el lado personal. Por una parte, la propuesta suele hacerse a personas que han destacado en su actividad profesional (dejando aparte los nombramientos políticos o por recomendaciones buscadas, que esa es otra historia) y que por tanto se encuentran en un momento profesional dulce que tendrían que abandonar, al menos temporalmente con todo lo que ello implica. También es cierto que esos buenos profesionales probablemente piensen, y es justo que así sea, que para una vez que les dan la oportunidad de actuar sobre las cosas e influir en su entorno, no sería justo despreciar la ocasión.


"La gestión sanitaria es complicada y bastante desagradecida, y la sensación de fracaso con ansias de vuelta puede llegar más pronto que tarde"



Pero por otro lado, y por mucho entusiasmo que se le ponga, la gestión es complicada y bastante desagradecida, y la sensación de fracaso con ansias de vuelta puede llegar más pronto que tarde. Tampoco hay que hacerse muchas ilusiones con la opinión y la actitud que esta aventura pueda generar entre los compañeros: tenderán a verle como alguien que ha cambiado “al lado oscuro”, en un ejemplo del secular divorcio entre clínicos y gestores. Algunos se preguntarán el porqué de este nombramiento, si ellos tenían muchos más méritos (lo de la envidia se da por descontado) y en general será observado con el más profundo escepticismo sobre los resultados de su labor futura. A ello hay que añadir que en no pocas ocasiones, sobre todo si se trata de un médico hospitalario con guardias, sus ingresos van a verse disminuidos, a veces considerablemente.

Impacto profesional del cambio a la gestión


Así y todo, el nuevo cargo directivo comenzará su tarea con toda la ilusión del mundo, y puede que disfrute de algunas de las prebendas que supone un cargo público (bastantes menos de las que se creen). Pasado un tiempo, la cosa puede no ir bien tanto por parte del empleador como del empleado con lo que la solución más razonable es la vuelta al puesto previo donde no será difícil reincorporarse si el plazo ha sido corto (naturalmente si tiene una plaza en propiedad, condición sine qua non) y donde podrá dedicarse durante un tiempo a minimizar los daños y tratar de extraer las experiencias positivas.

También es posible que su labor sea reconocida y eso le asegure una prolongada estancia en su nuevo puesto o bien el salto a otro desempeño de superior envergadura. En ambos casos, el riesgo de que lo que se consideró como temporal pase a ser definitivo, sin vuelta atrás al hospital, al centro de salud o al laboratorio, se hace bastante evidente y debe ser muy bien sopesado, sobre todo cuando quedan aún muchos años de vida laboral. La medicina avanza muy rápidamente y un paréntesis de 5 a 10 años puede ser muy difícilmente recuperable.

Personalmente he pasado por muchas de estas fases y he visto a bastantes compañeros que también han tenido que afrontarlas, con lo cual, mis ideas sobre el tema se han asentado bastante. Cuando me plantearon hacerme cargo de la ONT, un proyecto que nadie, ni mucho menos los responsables del ministerio tenían la menor idea de lo que era ni lo que debía ser, mi composición de lugar fue que efectivamente los trasplantes en ese momento eran un desastre y que, si me daban la oportunidad de organizarlos y poner orden, difícilmente podía o debía decir que no, aunque ello supusiera un evidente riesgo profesional y de momento una pérdida económica respecto a mi situación previa.

Durante los dos primeros años, quizás los más duros de mi vida como médico sentí varias veces la sensación de que aquello podía acabar como el rosario de la aurora, con el riesgo de tener que volver a la casilla de partida con el rabo entre las piernas y el agravante de haber involucrado a otro médico y seis enfermeras para que dejaran su trabajo habitual y viniesen allí, con la consiguiente posibilidad de que tuviesen que acompañarme en mi retorno. Un preboste de mi especialidad me definió como el nefrólogo con más metros cuadrados de moqueta del país (entonces se llevaba mucho como revestimiento de alto standing) y un cardiólogo como “el problema de los trasplantes en España”, lo que da una idea del entusiasmo levantado por el proyecto. Recuerdo la tensión tanto mía como del equipo solo recomendable para nervios bien templados.

Aquello solo se aclaró cuando los resultados se hicieron evidentes y en tres años pasamos a liderar el mundo, con lo que la situación tornó a una fase de consolidación y permanencia prologada. Hubo médicos y enfermeras que, tras cumplir un ciclo muy positivo en la ONT, a veces de un número considerable de años, volvieron voluntariamente a la práctica hospitalaria o de atención primaria, con esfuerzo, pero sin grandes problemas probablemente porque en este organismo no se pierde el contacto con la realidad asistencial, aunque el trabajo sea muy distinto. Otros continuaron en la ONT o en tareas de gestión hasta su jubilación y desde luego no puede decirse que les fuera mal.

Cómo adaptarse a un cargo de gestión en el sistema sanitario


Una década después de mi “paso al lado oscuro” y por circunstancias políticas que no vienen al caso, tuve que volver a mi hospital durante cerca de un año y debo reconocer que no fue nada fácil. Diez años son muchos para recuperar tus habilidades en cualquier especialidad, por mucho empeño que le pongas y desde luego la sensación que tienes de ir por detrás de todo el mundo, incluidos los residentes, no es nada agradable. No sé cómo hubiera seguido aquello porque pronto volví a la gestión de los trasplantes, esta vez en Italia y posteriormente de nuevo en la ONT, pero desde luego puedo asegurar que los retornos después de estancias prolongadas en la gestión no son nada fáciles.


"El paso de un médico al mundo de la gestión o la política debe ser muy meditado, siendo siempre consciente de los riesgos, porque el retorno no es sencillo"



Consejos para médicos que consideran un cambio al ámbito político o directivo


En definitiva, el paso al mundo de la gestión o la política por parte de un clínico o un investigador (y no digamos de un cirujano) debe ser muy meditado y siendo siempre consciente de los riesgos, porque el retorno no es sencillo y que un cambio temporal se convierta en definitivo hasta la jubilación no es lo habitual. Me parece solo recomendable para aquellos con una carrera ya muy consolidada, por supuesto que tengan asegurada su plaza y teniendo muy claro cuáles son las ventajas y los inconvenientes, lo que se pretende conseguir en el nuevo destino y en cuanto tiempo. Eso quiere decir que si el que te llama no lo tiene muy claro o no te lo cuenta de una forma diáfana, mejor no probar. A veces vale más seguir haciendo guardias que meterse en la boca del lobo.

Yo desde luego no cumplí en mi día varios de estos requisitos, pero ya se sabe aquello del prejuicio cognitivo de “Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”. Espero que a alguien le sirvan mis reflexiones.