En algún sitio, que ahora no recuerdo, he leído, recientemente, que existen en España 119.000 leyes vigentes a pesar de que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento. También he leído, en el mismo sitio, que Cataluña tiene más páginas de legislación que Alemania.
Las leyes, estatutos y normas afectan a la organización sanitaria, pero debido a la enorme interacción social que el acto asistencial comporta sus efectos son limitados. Tanto la aptitud personal (conocimiento) como la actitud (comportamiento) dependen, fundamentalmente, del tipo de evaluación y sus consecuencias.
Actualmente debido a la crisis económica no se tolera a los pícaros, molestan las desigualdades sociales y se rechaza la discriminación social. Como siempre el ser humano decide por emociones causadas por interpretaciones. La interpretación, sin datos, propicia la demagogia. Los datos se expresan en cifras. Abundan pícaros en permanente búsqueda del resquicio de la norma para colarse por él. La gente obligada a velar para impedirlo necesita cifras para obviar subjetivas interpretaciones. La norma debe justificarse por la cifra.
El sistema sanitario español consumidor de casi el 10% del producto interior bruto, que se aproxima a los 100.000 millones de euros anuales, no está tan necesitado de normas como de evaluación de la cantidad, calidad y precio de los servicios que presta que deben llegar a conocimiento público para su interpretación ya que como escribió Nietzsche no existen datos sino interpretaciones. Donde no hay cifra surge la ignorancia y en ésta prende la demagogia.
Al conocer con cifras la cantidad, calidad y precio del servicio prestado es posible la interpretación objetiva para decidir, más allá de cuestiones ideológicas, sobre si conviene ampliar o reducir lo público, lo privado, parte de cada uno de ellos o ambos a la vez, si la dedicación de los profesionales a ambas modalidades debe ser exclusiva, compatible o incluso simultánea como pretenden muchos pícaros, si el número de profesionales es el adecuado y posible, si la dedicación, preparación y debida empatía son las correctas, si la dedicación a la asistencia, a la docencia y a la investigación son las necesarias, si la retribución es la justa, si el reconocimiento social es el merecido. A la decisión que la acompañe la cifra.
En la ampliamente participada y fundamental reforma del Clínic de 1972, origen de su desarrollo actual, en la que por primera vez en España un hospital universitario se organizó en base a los derechos de los enfermos, en 47 Servicios respetando las cátedras existentes, se calculó la plantilla de profesionales de acuerdo con el tiempo necesario para atender correctamente a cada paciente cuyo número también fue previsto. Se asignó tiempo concreto a la asistencia, a la docencia y a la investigación para cada profesional y con una simple división entre aquella cifra y ésta se obtuvo la plantilla necesaria, exenta de interpretaciones. Convocadas las plazas, elegido el Comité de Selección y establecida la cultura de evaluación permanente a todos los niveles, que persiste incrementada, y seleccionados los mejores, el Clínic ha prestado y presta un servicio muy apreciado por la sociedad y reconocido por la comunidad. Todos los Servicios comenzaron con similares medios, hoy son diferentes debido al cambio de la patología pero sobre todo a la actitud de las personas que lo iniciaron, siguieron o están. Muchos de ellos, referencias internacionales.
Según como se evalúen las personas así será su comportamiento. Los sanitarios, a pesar de algunos comportamientos poco ejemplares, gozan de un alto aprecio social. Hay cuatro razones para ello: 1ª) la exigencia de un alto nivel intelectual, disciplina personal y voluntad desde la infancia para superar la Selectividad con muy alta calificación 2ª) el hábito al esfuerzo constante que continúa durante la carrera con la finalidad de obtener un numero bajo en el examen MIR que les permita elegir la especialidad deseada 3ª) la evaluación objetiva ya que cada vez hay más planificadores y gestores sanitarios que encuentren y aplican instrumentos de medida del rendimiento y calidad en el ejercicio profesional. Un ejemplo de ello es el llamado factor de impacto de las revistas en las que publican sus trabajos que ha mejorado la investigación, al igual que la introducción del MIR mejoró la docencia y 4ª) un alto nivel de autocrítica profesional. Aunque se trabaje en equipo no debe despreciarse el factor individual ya que los motivos para trabajar puede ser por: 1º) recibir una orden: interna (uno mismo) o externa (el jefe) 2º) costumbre, hábito de trabajar o 3º) por capricho o vocación que es el ideal y que muchos profesionales sanitarios tienen. Parece que cumplen el consejo de Confucio: búscate un oficio que te guste y no trabajarás nunca más en tu vida. Incluso después de jubilados sin retribución, muchos, si no se lo impiden, siguen y siguen.
Sorprende constatar que casi nadie conoce, incluidos los sanitarios, cuál es el presupuesto anual de gastos e ingresos de los grandes hospitales, ni siquiera del suyo, mucho menos de otros similares de Comunidades vecinas y eso que varios superan los 300 millones de euros. Mucho menos conocen el gasto de personal, medicación, alimentación o material. Nada saben del coste de un proceso. Algo parecido ocurre con la asistencia primaria y con el trasporte sanitario.
Tampoco conocen la duración de la estancia media, el índice de ocupación, la lista de espera. Nada que indique rendimiento o gasto. En estas circunstancias la interpretación dominante y las propuestas son circunstanciales y todas posibles: crónicos, socio-sanitarios, agudos, intermedios, hospital en red, de día, primaria, coordinación, domiciliaria. Se apela a las emociones por medio de las interpretaciones, sin soporte cifrado. Precisamente por ser un servicio público los posibles usuarios, que son los que realmente lo abonan con sus impuestos, deberían ser informados de cuál es el coste y cómo se desglosa, para su interpretación.
Es imprescindible avanzar en evaluación por cuánto mejora lo que se evalúa, mide y reconoce. Sobre todo si se difunde. Es necesario solicitar, conseguir y agradecer la ayuda de los medios de comunicación social especialmente en estos días que se honra la memoria de Ven Bradlee director del Washington Post que en 1973, a causa del escándalo Watergate, derribó a Nixon que era, entonces, el hombre más poderoso de la tierra.