En Sanidad trabajamos hombres y mujeres. Hombres y mujeres que creemos que todos los seres humanos necesitan y merecen ser cuidados y atendidos sin distinción de sexo, raza, nacionalidad, ideología o cuestiones de cualquier otra índole. Esto se lleva al extremo en los
conflictos bélicos, en los que el personal sanitario es atacado o encarcelado por ayudar a los heridos. Todos los años mueren sanitarios en guerras porque los hospitales son bombardeados o asaltados y tampoco se respeta a las ambulancias en estas zonas. Más, a pesar de todo,
los sanitarios siguen luchando por salvar vidas arriesgando las suyas propias.
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Primum non nocere’ ha sido la máxima latina que ha acompañado a la profesión médica desde sus inicios. Atribuida a Hipócrates, aunque esta frase no aparezca en el juramento hipocrático. Traducida como ‘
Primero, no dañar’ incluye a hombres y mujeres, de todo tipo.
Por tanto, llama atención el empeño por parte de algunos ministerios del Gobierno actual de tildar como “
violencia machista” la ayuda que los profesionales prestan a las mujeres durante los procesos de embarazo y parto y que se quieran imponer
criterios políticos en la toma de decisiones de la asistencia obstétrica.
No obstante, los sanitarios somos personas que hemos vivido y vivimos siempre en base a nuestro tiempo y el hecho de que la asistencia sanitaria se ofrezca sin distinciones no resta para que la relación con nuestros compañeros de trabajo haya sido marcadas por los tiempos que vivimos.
"Las primeras mujeres en desempeñar la Medicina tuvieron que disfrazarse de hombres para no sufrir los castigos que imponían las leyes a toda aquella mujer que osara a tener tal atrevimiento. Posteriormente, cuando se permitió que las mujeres practicaran el noble arte de la Medicina, se especializaban en Ginecología y Pediatría. Las cirugías y especialidades como la Traumatología quedaban relegadas, únicamente, al universo masculino"
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Es por todos conocido como las primeras mujeres en desempeñar la Medicina tuvieron que disfrazarse de hombres para no sufrir los castigos que imponían las leyes a toda aquella mujer que osara a tener tal atrevimiento. Posteriormente, cuando se permitió que las mujeres practicaran el noble arte de la Medicina, se especializaban en Ginecología y Pediatría. Las cirugías y especialidades como la Traumatología quedaban relegadas, únicamente, al universo masculino.
No es hasta el siglo XX que la mujer irrumpe con fuerza en las facultades de Medicina, llegando a superar en porcentaje a sus compañeros masculinos ya en el siglo XXI. A pesar de ello, los
puestos directivos en las instituciones médicas siguen siendo una asignatura pendiente, de la que poco a poco vamos derribando barreras.
El papel de la mujer en la sanidad
Así, ya hemos tenido mujeres presidentas en los Colegios de Médicos; decanas de facultades de Medicina; catedráticas de Cirugía… y poco a poco, los
techos de cristal van cayendo para no volverse a levantar.
Poco a poco, la mujer está ocupando el papel que le corresponde en la sociedad con las limitaciones que aún suponen la educación recibida durante años.
A la mujer se le educa como guardiana del hogar y de los que a él pertenecen. Es, por ello, que las excedencias que se toman por cuidado de hijos o familiares a su cargo son, principalmente, femeninas.
Esto genera, lógicamente, una
brecha salarial de género, ya que las retribuciones que perciben las mujeres son inferiores a las de los hombres al detraer las retribuciones de todas aquellas que están de excedencia.
Mas no solo la educación interfiere a la hora de tomar una excedencia por cuidado de hijos o mayores; también afecta la disponibilidad que supone aceptar algunos cargos y que se traducirá en más horas de trabajo y menos permanencia en el hogar, lo que repercute en que la educación recibida por las mujeres –priorizar el hogar y sus tareas- les impida aceptar dichos cargos.
La educación que recibimos y que damos se debe basar en la
igualdad y en un reparto equitativo de las tareas del hogar y la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos. Esto es lo que puede producir un cambio mayor en estas cuestiones de cara al futuro, pues solo avanzando en igualdad conseguiremos que desaparezca la brecha salarial en Sanidad.
Me gustaría aclarar que la mayoría de nuestros compañeros hombres siempre nos han instado a avanzar y que están implicados y en consenso para buscar la excelencia, sin importar el sexo.
Mas todos juntos debemos conseguir que esta sociedad abandone esos resquicios educacionales de desigualdad porque solo así podremos ver a la mujer en pleno desarrollo de sus capacidades, sin cortapisas.
Eduquemos, pues, a nuestros hijos e hijas para que dejen atrás los
estereotipos que pertenecen al pasado y construyamos una sociedad justa, derribando todos los techos de cristal que aún nos quedan.