Hay un dicho popular que dice que “los trenes solo pasan una vez en la vida”, lo que quiere decir que algunas oportunidades se presentan una vez, nada más.
Si trasladamos esta frase a la gestión que se está realizando de la
pandemia de COVID19, nuestros políticos parecen empeñados en demostrar que el ser humano es el único animal que tropieza en la misma piedra una y otra vez.
El mundo se mostró preocupado y alerta cuando conoció la
existencia del SARS-COV-2 en diciembre de 2019, pero no mucho más de lo que estaría ante la existencia de cualquier nuevo virus.
La preocupación creció cuando empezamos a recibir noticias de lo que estaba ocurriendo en la ciudad china de Wuhan en enero de 2020, aunque las cifras que arrojaba de contagiados y la mortalidad no concordaban con la preocupación que transmitía la
Organización Mundial de la Salud, OMS.
La OMS avisó a todos los países de que debían hacer acopio de material sanitario ante lo que estaba por llegar. En Europa, este aviso fue obviado, dado que las autoridades sanitarias nos comunicaban que el riesgo de que el virus llegase a Europa era bajo.
La falta de material de protección se tradujo en
sanitarios contagiados de COVID19. De los 52.000 profesionales infectados, el 50% ha declarado que no disponía de material de protección cuando se contagió, amén de los más de 70 sanitarios fallecidos y la cifra total de ellos a los que le quedarán secuelas.
El riesgo "bajo" del coronavirus en España
A pesar de que nos seguían transmitiendo que el riesgo de virus en España era bajo, a finales del mes de enero se detectaron los primeros casos en España. Aún en este nuevo escenario, no se tomaron medidas extraordinarias, no se planteó reforzar la Sanidad, no se prohibieron eventos con una gran afluencia de público ni se hizo acopio de material sanitario. Nuestros dirigentes continuaban actuando como si fuésemos capaces de evitar el
contagio comunitario aunque hubiera casos activos. Creer que lo éramos ha sido el grave error en el que han caído muchos países y que, por desgracia, ha costado muchas vidas.
A finales del mes de febrero, la expansión del COVID19 en Europa era ya una realidad y las fronteras españolas seguían abiertas. Los vuelos aterrizaban, diariamente, sin ningún control de los viajeros.
"¿Por qué no se puede pedir que el viajero aporte los resultados negativos de un test de SARS-COV-2, si planificar incluso las vacunas cuando viajamos a países extranjeros es una práctica habitual?"
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En el mes de junio, con un
estado de alarma recién terminado, los gobiernos seguían pensando que un control visual y la toma de temperatura era suficiente, cuando conocemos que el número de asintomáticos en esta enfermedad es muy alto.
¿Por qué no se puede pedir que el viajero aporte los resultados negativos de un test de SARS-COV-2, si planificar incluso las vacunas cuando viajamos a países extranjeros es una práctica habitual?
En los meses de marzo y abril, cuando empezaron a publicarse las
cifras de fallecidos por COVID en residencias de ancianos, lo lógico es pensar que algo se ha hecho mal y que hay que aumentar la protección de los colectivos más vulnerables.
Finalizando el mes de julio de 2020, y con comunidades autónomas claramente en situación de
transmisión comunitaria del virus, nuestros políticos siguen perdidos en debates estériles y en la búsqueda de culpables, en lugar de ofrecer soluciones.
Sabemos que la detección de todos los
pacientes asintomáticos y sintomáticos es necesaria para el control de la pandemia pero el
número de rastreadores en España está muy por debajo del que presentan otros países europeos.
El "muro de contención" de la Atención Primaria frente al Covid-19
Sabemos que la
Atención Primaria puede ser el muro de contención de la pandemia pero los gobiernos se olvidan de dotarla de medios, financiación y, sobre todo, de un número adecuado de médicos: no solamente estamos muy por debajo de los recursos humanos necesarios para hacer frente a la situación, sino que nuestros gestores pretenden que el mismo médico trate a sus pacientes habituales, gestione la burocracia, atienda los crónicos, haga el seguimiento de los pacientes COVID y haga de rastreador.
"Nuestros gestores pretenden que el mismo médico trate a sus pacientes habituales, gestione la burocracia, atienda los crónicos, haga el seguimiento de los pacientes COVID y haga de rastreador"
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Esos mismos políticos se olvidan de reforzar los Servicios de Urgencias de Atención Primaria, los
Servicios de Urgencias de los hospitales, que, además de la actividad habitual, asumen una gran cantidad de enfermos de COVID que no pueden ser absorbidos por el primer nivel, por distintas causas.
Y, claro, visto lo visto, nuestros políticos deben pensar que para qué van a reforzar UCI y centros hospitalarios. Como ya ocurrió en los meses de marzo y abril, pensarán que
es mejor no contratar el número de médicos necesarios y, cuando los necesitan, ya los buscarán. Entonces, ocurrirá, de nuevo, que no los encontrarán, dado que al 40% de médicos que han finalizado la residencia no se les ha ofrecido siquiera un contrato.
Así que, dadas las circunstancias y la gestión que están haciendo de las mismas, es posible que tengamos que vivir
ola tras ola de contagios para que nuestros políticos entiendan que la Sanidad es una inversión (y no un gasto) y que nuestra economía solo remontará si reforzamos nuestro sistema de salud.
España se vende como un
destino seguro de cara al exterior aunque si no somos capaces de aprender de nuestros errores y rectificarlos a tiempo, el coste, en términos sanitarios y económicos, será muy alto.