Hay una antigua fábula, muy popular en India, que habla de una serpiente. Una serpiente que tenía
atemorizados a todos los habitantes de la aldea. Era tal el temor que existía en torno a este ser, que acudieron al sabio de la aldea para preguntarle qué se podía hacer. El sabio habló con la serpiente, la cual dejó de atacar a los habitantes de la aldea. Poco tiempo después,
la serpiente era atacada todos los días con palos y piedras por los habitantes de la aldea.
La serpiente acudió entonces al sabio para quejarse de lo que sucedía y el sabio le dijo que
habían dejado de temerla y que eso no era bueno. La serpiente le recordó que había sido el sabio el que la había convencido de que ya no mordiera más a los habitantes de la aldea. El sabio le contestó que él le había dicho que dejase de morder, pero no de silbar y de enseñar sus colmillos.
Esta bella fábula nos recuerda que
un poco de temor o autoridad, utilizados de forma respetuosa, son sanos para evitar ciertas escenas o circunstancias y que nadie está capacitado para decirte que tienes que permitir que te agredan.
"Recuerdo la primera vez que un paciente me insultó y amenazó durante el ejercicio profesional"
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Recuerdo la
primera vez que un paciente me insultó y amenazó durante mi ejercicio profesional. Yo apenas empezaba mi andadura la Medicina. Era el primer día en el que pasaba consulta como sustituta en
Atención Primaria. Un paciente me llamó de todo y me amenazó con hacerme de todo porque había ido a recoger unas recetas de crónico y no estaban hechas.
Me insultó y me amenazó en público, rodeado de otros pacientes que callaban por miedo a que se metiera con ellos. Yo apenas empezaba mi andadura profesional y nunca me había sentido más humillada. Tuve que aguantar las ganas de llorar que me producía la impotencia de aquella situación.
Desde entonces, han sido
muchos los insultos, amenazas e intentos de agresión que he recibido o de los que he sido testigo hacia otros compañeros. No es que yo haya tenido ningún problema especial en el ejercicio de mi profesión. Solo he sido una médica más, que ha intentado atender a sus pacientes de la mejor manera posible y que ha sido víctima de la lacra de las agresiones que, lamentablemente, son muy comunes.
La
agresión al sanitario se ha institucionalizado en la Sanidad y ya la vivimos como una parte desagradable de la profesión. Esto no debe ser así. Tenemos que denunciarlas, ya que apenas se denuncia una mínima parte.
Socialmente, son muchos los factores que nos han llevado a esta situación.
El médico como el gran conseguidor es uno de ellos. Me refiero al control de la incapacidad temporal, de las propuestas de jubilación, de las
ayudas para dependencia o de minusvalía, de pruebas complementarias, de recetas… Vivimos en una sociedad en la que las administraciones gobiernan a golpe de "pide y se te dará", pero a los médicos les exige todo lo contrario, les recorta y les restringe. El médico es, finalmente, el que tiene que decir “no” cuando la demanda no está justificada o no es real y es, por ello, el que recibe las iras de los pacientes que no están contentos con su respuesta.
El médico atiende a todo tipo de población, como no puede ser de otra manera, pero ese amplio abanico incluye
población que ha hecho de la violencia su forma de vida, que la ejerce y que la justifica.
El médico, que no tiene el control de su agenda, es la cara visible ante el paciente. El médico, que no tiene el control de las plantillas de los demás médicos es el que tiene que asumir las quejas de los pacientes.
El médico, que no gestiona
El médico " acaba siendo injustamente responsabilizado de los problemas de organización de la Sanidad"
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esas interminables listas de espera, es el que acaba siendo culpado de ellas. El médico, que solamente se dedica a tratar a sus pacientes para solucionar sus problemas de salud, es el que acaba siendo injustamente responsabilizado de los problemas de organización de la Sanidad.
Los médicos trabajamos en situaciones límite y en
momentos muy delicados en los que los pacientes y los familiares no asumen que la muerte a veces es inevitable, que la Medicina no siempre puede solucionarlo todo, que el resultado no es siempre el esperado. Y culpan de ello al profesional.
El médico no siempre está entre cuatro paredes en un centro sanitario. A veces recogemos pacientes en vía pública, cubrimos avisos a domicilio… a veces nos encontramos con pacientes que por su condición o por su estado, por su forma de vida, suponen un alto riesgo de violencia.
Pero es hora de que digamos "basta ya". Se debe impartir una educación sanitaria desde las escuelas, una educación que les cuente la verdad de la Sanidad, que los recursos limitados, que los ciudadanos no tenemos derecho a todo, que los médicos son personas que dedican su vida a cuidar de los demás.
Los gobiernos deben asumir su responsabilidad en las listas de espera, en los problemas organizativos y no permitir que los ciudadanos culpen a los profesionales. Se debe garantizar una seguridad mínima en los centros sanitarios y fuera de los ellos cuando los médicos están en el ejercicio de su profesión. Pero, sobre todo, es el momento de que los médicos dejemos de bajar la cabeza y aceptar las agresiones como una parte más de la profesión. Tenemos que recordar a los Gobiernos nacionales, autonómicos y locales que sabemos silbar y seguimos teniendo colmillos.