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7 oct. 2020 12:10H
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España, septiembre del año 2020. Son las 9 de la mañana y Laura, de 27 años, lee con atención las ediciones digitales de varios diarios de tirada nacional. Todos hablan de la falta de médicos en el país y los evidentes signos de colapso que empieza a mostrar el sistema sanitario.

En la mesa, junto a su ordenador y una taza de un humeante café, hay varios temarios de preparación al MIR y una gran cantidad de exámenes test de ediciones anteriores. Laura piensa, con tristeza, que le gustaría ayudar, que es médico con un título que aún no ha podido estrenar. En la última edición del examen MIR casi consiguió una plaza pero fue un casi y se ha presentados ya dos veces. Su padre, autónomo, no pasa por su mejor momento con motivo de la pandemia y ella lleva dos años encerrada en su cuarto estudiando, estudiando, estudiando y estudiando tras una carrera brillante de Medicina. Mientras lee las noticias, piensa si ella será parte, algún día, de esa Sanidad que ahora la excluye. Por ahora, buscará un trabajo que le permita ayudar a la maltrecha economía familiar.


"Felipe es neurocirujano, quiere casarse y formar su propia familia y en el banco le piden algo más que un contrato de 3 meses para concederle una hipoteca"


España, septiembre de 2020. Son las 9:20 horas de la mañana y Felipe, con sus 34 años y la incertidumbre en la maleta se encuentra en el aeropuerto, esperando embarcar rumbo a Alemania. Tras una carrera brillante de Medicina, consiguió sacar un buen número en el examen MIR e hizo la especialidad de Neurocirugía, además de un doctorado. Varios máster universitarios, pagados de su bolsillo, engrosan también su currículum. En su hospital lo consideran una joven promesa de la Neurocirugía. Casi cuenta con una situación laboral estable: firma un contrato que renueva cada 3 meses y así lleva 3 años… pero Felipe quiere casarse y formar su propia familia y en el banco le piden algo más que un contrato de 3 meses para concederle una hipoteca. Este joven médico ha decidido aceptar la oferta de uno de los principales hospitales de Berlín: un contrato de 5 años y un sueldo que casi duplica el que cobraba en España. A las 9:25 horas, embarca pensando con tristeza en la ceguera de un país que obliga a emigrar a gente como él.

Contagios de Covid-19 en el hospital


España, septiembre de 2020. Las 9:35 de la mañana. Pascual tiene 55 años y mira un programa de entretenimiento mientras intenta respirar con dificultad. A su lado, una botella de oxígeno le recuerda su condición actual de enfermo. Pascual es médico del 061 y se contagió de SARS-COV-2 en el mes de marzo, cuando atendió a muchos enfermos de COVID sin apenas protección (porque no se la proporcionaron) antes de que la fiebre y el agotamiento que sentía le hicieran pedir la opinión sobre su estado a sus compañeros. Ingresó con neumonía bilateral y el agravamiento de su estado le obligó a pasar un mes y medio en Cuidados Intensivos. Desde entonces, intenta respirar sin ayuda aunque le cuesta. Siente que sus pulmones no son los mismos que antes de la enfermedad, va a revisión todos los meses y le dan ánimos pero todos los días se queda mirando fijamente el uniforme colgado en una percha del armario de su dormitorio sin saber si lo volverá a llevar.

España, septiembre de 2020. Las 9:50 de la mañana. Cristina, de 40 años, está pasando consulta, como cada día. Mientras su paciente número 10 sale por la puerta, comprueba la lista de 76 pacientes que aún le quedan por ver. Cristina es médica de Familia en un centro de salud y está viendo pacientes de COVID desde que empezó la pandemia, además de sus pacientes habituales. También hace el seguimiento telefónico de los pacientes COVID, tramita sus bajas, pide las PCR y todos los días, al mirar la lista inmensamente larga, se cuestiona si será capaz de poder con todo.


"La pimera paciente de Cristina, médica de familia, a la que atendió por teléfono, la llamó “sinvergüenza” y le dijo que estaba “escondida, como todos los médicos, para no tener que ver a sus pacientes”


Cristina tiene los ojos húmedos y sabe que llorará al llegar a casa. No puede más. La pimera paciente, a la que atendió por teléfono, la llamó “sinvergüenza” y le dijo que estaba “escondida, como todos los médicos, para no tener que ver a sus pacientes”. Esa paciente no sabe nada de las órdenes que Cristina ha recibido. Nadie le ha explicado el funcionamiento de los centros de salud en esta nueva normalidad pero juzga y acusa a Cristina sin ni siquiera preguntar. El paciente número 11 le ha dicho a Cristina que el Gobierno “le va a bajar el sueldo a los médicos” y que cobra “demasiado para lo que hace”. Cris, como la llaman sus amigos, pasa la mañana pensando cuánto tiempo más podrá aguantar la presión sin hundirse por completo. Se plantea dejar esa primera interinidad que tanto la ha costado conseguir tras años de sustituciones. Intenta comprender por qué no está practicando la Medicina que ella ha aprendido y la que sus pacientes merecen. También baraja la posibilidad de apostar por esa oferta laboral que ha leído: Irlanda, estabilidad y un sueldo de casi el doble. Sueña con tener más tiempo para ver a sus pacientes y reconciliarse con una profesión que se le ha hecho cuesta arriba.

Fotografía de la Medicina española en septiembre de 2020


Laura es una de las 5.000 médicos españoles que no han conseguido una plaza MIR. Felipe es uno de los más de 3.000 médicos españoles que todos los años piden el certificado de idoneidad para trabajar en el extranjero. Pascual es uno de los cerca de 60.000 sanitarios españoles contagiados de COVID. Cristina es una médica de las algo más de 100.000 que trabajan para el Sistema Nacional de Salud.

Otro día hablaremos de José, de 62 años, médico de Urgencias Hospitalarias que solo piensa en la jubilación porque no aguanta la carga de trabajo que tiene que soportar. Paco, de 42 años, médico epidemiólogo que acaba de aceptar un trabajo en Estados Unidos porque de su sueldo en España es mejor no hablar. O de Teresa, de 50 años, cirujana que, tras pasar el calvario de un cáncer de mama, ha decidido aceptar la oferta de un hospital privado español en el que espera poder trabajar de forma más relajada, con cierta posibilidad de conciliación.

Esta es la resumida fotografía de la Medicina española en septiembre de 2020, año de pandemia en un país que por desidia, falta de inversión, planificación o quizás con total premeditación, empuja a su activo más valioso, sus médicos, fuera del sistema sanitario público español.