Dice Roberto Benigni que “comenzar un camino nuevo da miedo. Pero a cada paso que damos, nos damos cuenta de que lo peligroso era quedarse quieto”.

Estamos en un momento crítico, nuestro Sistema Nacional de Salud está en crisis, se alzan muchas voces que piden cambios, incluso hay en marcha propuestas de cambio en leyes trascendentales que pueden vertebrar el cambio que desde hace tantos años estamos propugnando. Da miedo el cambio, a mi no me lo da, pero hay muchas resistencias al mismo, esto impide que se haga una reforma profunda y real y que corramos el riesgo de hacer lo de siempre, cambiar todo para que nada cambie.

He escrito varios artículos en esta tribuna acerca de la necesidad de cambio en el SNS. Poco mas puedo añadir en cuanto a la justificación y las posibilidades que hay. Hasta ahora, todo eran ideas a futuro, propuestas sin base legal, un ir contracorriente, mucho de esperanza y deseo y muy poco de realidades. Pero pasa el tiempo, el Sistema se deteriora y está agonizando, las “autoridades” tienen que intervenir y proponer actuaciones “heroicas” para salvar a este enfermo de una muerte segura. Se proponen actuaciones hasta ahora impensables, se abre la posibilidad de modificar nuestra Ley de Leyes, el Estatuto Marco, y algo que cambiaría la esencia de nuestras profesiones y sus competencias, la Ley del Medicamento y, con ella, la Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias.

Estamos hablando de cambios en los cimientos de toda la Sanidad, cambios que afectan a lo más profundo de esta organización que lleva décadas de inmovilismo, de necesidad de cambio percibido y del que se está huyendo por miedo.


"Seamos valientes, reconozcamos la necesidad de un Estatuto propio para Médicos y Facultativos y seamos serios y demos a cada profesional lo que su cualificación y responsabilidad les otorga en relación con la prescripción"





Prefiero “morir en el intento” que permanecer pasivo y ver como se destruye nuestro principal soporte del estado de bienestar. Hay que ser valientes, asumir que deben cambiar muchas cosas, que lo que tenemos ya no vale, que la sociedad, los pacientes y los profesionales demandan otra cosa. Poner parches a los defectos del Sistema ya no es solución, hace falta una reforma integral, profunda, dar un giro radical al modelo, mirar fuera de España, ver que otros modelos hay, cual pude ser el que más se adapta a nuestra necesidad, hacerlo sin apriorismos, sin carga política, sin miedos, con valor. Todos defendemos una Sanidad pública accesible, universal, lo de gratuita dejemos de decirlo pues de gratis no tiene nada, de calidad y con la idea de que bajo una financiación pública se puede y debe gestionar de la forma más eficiente posible (aquí cabe todo).

Pero seamos más concretos. Veamos sin tapujos lo que tenemos sobre la mesa y pongamos las cartas boca arriba. Se está gestando un cambio en el Estatuto Marco y en la Ley del Medicamento. Pues bien, es momento de reconocer que es evidente que el médico, los facultativos, necesitamos un modelo de Estatuto propio, una norma que permita reconocer las diferencias, las especiales condiciones de trabajo, la formación, la dificultad, responsabilidad, la organización especial de su trabajo, etc. Sin despreciar a nadie, sin querer ser mas que nadie, sin miedo o rubor, digo que necesitamos nuestro propio Estatuto y hay que salir de este momento con este mínimo en la cartera.

Por otro lado, se busca un cambio en la Ley del Medicamento. En este tema se abre una nueva batalla profesional. Por un lado, estamos los médicos, únicos profesionales, con las excepciones de odontólogos y podólogos, autorizados para prescribir medicamentos. Por otro, los profesionales de enfermería, matronas, fisioterapeutas, que quieren ser también prescriptores; este anhelo lo veo mucho más enraizado en los “despachos” de sus representantes profesionales que en los propios profesionales, aunque son los políticos y gestores los que abren el melón viendo en ello un enfrentamiento entre profesionales que cumple lo que más les gusta, el “divide y vencerás”, y una posibilidad de transferir competencias que impliquen “abaratar” actos profesionales.

Termino, seamos valientes, reconozcamos la necesidad de un Estatuto propio para Médicos y Facultativos y seamos serios y demos a cada profesional lo que su cualificación y responsabilidad les otorga en relación con la prescripción. El médico es el depositario máximo de la capacidad de prescripción, no el único, otros profesionales, dentro de sus competencias y límites, también puede hacer ciertas prescripciones.