Decía Albert Einstein que “El aprendizaje es experiencia. Todo lo demás es información”. Esta frase viene bien para expresar el sentido de lo que quiero decir en esta tribuna.

Hace unas semanas, hablando con un responsable de SEDISA o, mejor dicho, con su máximo responsable, D. José Soto Bonel, sobre la viabilidad y cercanía del primer grado en gestión sanitaria, comentábamos sobre las edades de los actuales gestores, cómo era de envejecida la profesión, que no había recambio generacional y que ya estaba muy maduro el primer grado en gestión. Una necesidad, algo novedoso, otra forma de acceder a la gestión de instituciones sanitarias. Y repito esto último, “otra forma de acceder”, ni la única ni un cierre de puertas a los profesionales que quieran acceder desde dentro.

Allá por mayo de 2016, en esta misma tribuna, publicaba un artículo titulado “Directivos de la salud” y en él mencionaba la necesidad de la profesionalización de la gestión, de cómo es necesario regular el acceso y la formación, desligar la política de los nombramientos, vincularlos a un reconocimiento profesional de los gestores, etc. Se habla mucho de la “profesionalización”, de la necesidad de formación, de tener conocimientos para el desarrollo de una función directiva que sea regulada, pero poco se avanza en el reconocimiento profesional de quienes dedican su vida a esta labor.

Miro hacia atrás, mis recuerdos me llevan al año 1990, cuando era un joven médico que ya tenía cierta experiencia como directivo dentro de una organización sanitaria y me presenté a una selección para hacer el que a mi juicio ha sido el mejor Master de gestión sanitaria, el “programa de dirección de instituciones sanitarias (PDIS), un modelo de formación full time en la Escuela Nacional de Sanidad (ENS), lo más parecido que he conocido a lo que muchas veces he denominado como formación “GIR”, gerente interno residente, un acercamiento al modelo MIR. Teoría y práctica, aprendizaje de grandes profesores y rotaciones por las diferentes divisiones de las instituciones sanitarias, un acercamiento al día a día de los órganos de gestión de los hospitales, atención primaria, etc.


"Un salto al vacío, un “paso directo de la bata a la corbata”, un cambio que se entendía necesario, pero un riesgo para las instituciones"



Una época cercana aún al gran cambio político que se produjo en 1982, un cambio que supuso en muchas ocasiones y en prácticamente la totalidad de las estructuras de los diferentes ministerios, organizaciones públicas, empresas públicas, etc., un arrollador desembarco de afines al nuevo gobierno en los puestos de gestión, dirección, responsabilidades administrativas, etc. Recuerdo muy bien cuando un profesor de la ENS nos decía en ese máster que el era un cirujano pediátrico que de un día para otro tuvo que dejar el quirófano para acceder a la responsabilidad de gestionar desde la dirección uno de los grandes hospitales del país. Así, directamente, sin formación específica ni preparación previa. Un salto al vacío, un “paso directo de la bata a la corbata”, un cambio que se entendía necesario, pero un riesgo para las instituciones, Lo que pasaba es que, en aquellos años, lo que prevalecía era el cambio de caras, la política, “el cambio”. Después de esa experiencia, era de los profesores del máster que defendía la necesidad de hacer cantera de directivos, prepararlos, formarlos, no lanzarlos a un frente complejo sin unas mínimas herramientas de gestión en su equipaje.

Han pasado ya muchos años de aquella primera experiencia. Se han creado muchos másteres de gestión sanitaria, hay prestigiosas escuelas de negocios que han desarrollado algún máster en gestión, hay competencia y hay interés en este tipo de desarrollo profesional.


"Hay que seguir nutriendo el sistema de personal directivo, se necesitan gestores, hay que cubrir muchas plazas y las instituciones necesitan personal en sus estructuras directivas"



Ahora ya se está planteando incluso un grado en gestión sanitaria, lo que sería un ciclo universitario de 4 años de formación, un escalón inicial para poder tener ese acceso a la función directiva dentro de las organizaciones sanitarias. ¿Una nueva profesión regulada?, ¿un simple título habilitante?, ¿un requisito o un mérito? Mientras esto llega, se implanta, se desarrolla, se hace “cantera”, ¿Qué hacemos? Hay que seguir nutriendo el sistema de personal directivo, se necesitan gestores, hay que cubrir muchas plazas y las instituciones necesitan personal en sus estructuras directivas. Por ello, sigo pensando que, mientras esta idea se desarrolla e implanta, debemos hacer que profesionales sanitarios conocedores de las estructuras sanitarias, médicos, facultativos, enfermeras, técnicos de función administrativa, etc., que lo deseen, puedan acceder a periodos de formación tipo “GIR”, apoyar el modelo de aquél PDIS de la ENS (el actual MUAS, máster universitario de administración sanitaria), preparar mediante un buen programa formativo a quienes serán los gestores de una de las organizaciones más complejas, las sanitarias, organizaciones plagadas de talento, con personal de la máxima cualificación profesional, en las que la labor del gestor sería fundamentalmente la de ser un conseguidor (recuerdo en este sentido mi artículo titulado “No me llames gerente, llámame ‘conseguidor’” publicado en esta misma tribuna), alguien que siempre debería tener presente que el verdadero protagonista de las organizaciones sanitarias es el profesional, sin olvidar que el actor principal es el paciente.

En resumen, aprendizaje, está bien, pero como decía Einstein, aprendizaje desde la experiencia. Aprovechemos el talento que ya existe, permitamos que quienes quieran y lo deseen, se formen en buenos cursos de gestión, den el paso de la bata a la corbata, sin que ello impida que se desarrolle un grado de gestión de organizaciones sanitarias que, con el tiempo, sean cantera para cubrir las plazas de una tarea compleja como es la dirección de instituciones sanitarias.