El País del jueves 17 de Octubre se hacía eco de un artículo publicado en julio en JAMA (Journal of the American Medical Association) en el que un grupo de prestigiosos oncólogos del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos y de las universidades de California y de Texas defienden la idea de que la palabra cáncer solo se reserve para aquellas enfermedades “que tienen visos razonables de una progresión letal si no se trata”, porque se trata de una palabra demasiado fuerte y peyorativa para nombrar a esta enfermedad. Y me pregunto si también tendremos que dejar de hablar de infarto o de derrame cerebral, porque si no se tratan también llegan a ser mortales, oi incluso utilizar algún otro eufemismo para referirnos a la enfermedad de Alzheimer.
Nos proponen utilizar términos médicos (que desde luego pueden significar una cosa diferente en muchos casos) como hiperplasia, proliferación celular, tumor maligno, siglas de ca, neo de…, incluso nos recomiendan utilizar el término indolentoma cuando queramos referirnos a un cáncer no demasiado agresivo. No puedo estar de acuerdo por muy expertos que sean quienes defienden esta idea, porque llevamos muchos años tratando de evitar el estigma ante el cáncer, llamándole por su nombre.
Pero es que los propios pacientes piensan igual; ellos quieren que se dejen de utilizar eufemismos cuando estamos hablando de cáncer. Recordemos una de sus mejores campañas en este sentido No lo llames una larga y penosa enfermedad, llámalo cáncer. Ahora que tras campañas y esfuerzos de todos durante años hemos conseguido que personas famosas le planten cara al cáncer, hablando abiertamente de su enfermedad, nos piden que ocultemos esta palabra porque “es demasiado pesada para los pacientes”, cuando lo que en realidad es pesado no es la palabra, se llamara como fuere, sino la propia enfermedad.
Gracias a Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, Luz Casal, Sandra Ibarra, Terelu Campos, Esperanza Aguirre, Michael Douglas, Lance Armstrong, Josep Carreras y Joan Manuel Serrat entre tantos otros, hoy la palabra cáncer se utiliza con cierta normalidad y sin estigma alguno. Y claro que sigue y seguirá siendo una palabra que ninguno, ni profesionales ni pacientes, querríamos escuchar, pero la realidad es que existir, existe y de nada sirve esconder la cabeza como el avestruz. Otra cosa muy diferente es el modo y la forma en la que se debe comunicar un diagnóstico de cáncer: sin prisa alguna, en un despacho y en la intimidad de la consulta, escuchando al paciente, haciéndonos escuchar con habilidad, mirando a los ojos y no al papel o la pantalla del ordenador, sin que un teléfono nos interrumpa, con cariño, cercanía y desde luego que utilizando el tacto de las emociones y el contacto con tacto.
Pero para conseguir este objetivo es necesario gozar de una adecuada formación en habilidades de comunicación con el paciente y la familia, algo de lo que continuamos adoleciendo tanto médicos como profesionales de enfermería, sencillamente porque esta asignatura no existe en los programas de pregrado de nuestras universidades. Y en las que existía, como en la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense, los gestores encargados de implantar los planes de los sabios de Bolonia decidieron retirarla, aunque sin rigor alguno que pueda justificar esta decisión. Y con el permiso de Emilio de Benito, periodista que firma el artículo publicado en El País, terminaré igual que él recordando el famoso aforismo de Gertrude Stein que tanto nos puede enseñar en esta reflexión: Si una rosa es una rosa, es una rosa y no una flor con espinas; de igual modo un cáncer es un cáncer pero no siempre ha de ser mortal, tendrá más o menos espinas, pero seguirá siendo un cáncer. Precisamente ahora que acabamos de celebrar el Día Internacional del Cáncer de Mama, con el titular de que más del 85% de los casos llegan a una curación definitiva, no sería de recibo huir de la palabra cáncer.
Y lo que mas llama la atención es que cuando leo en profundidad el artículo que los expertos han publicado en JAMA, observo que su propósito con este debate era bien diferente al que han conseguido: ellos tenían el objetivo de denunciar el sobrediagnóstico de cáncer que con tanta frecuencia al parecer se da en Estados Unidos. Pero esto es una cuestión diferente. ¿No les parece?