El fútbol es el deporte por antonomasia y, afortunadamente, llega a todos, incluso a nuestros pequeños, quienes con frecuencia tratan de emular las conductas de sus ídolos deportivos. Ahora, que todos disfrutamos del Mundial de Fútbol, no iba a ser menos, y son muchos los niños que visten la camiseta de uno u otro futbolista para animar a su equipo y para encumbrarlos en la escala personal de sus ideales.
Pero este deporte de masas, de publicidad y de dinero, una vez más, está tratando de trivializar un problema, que desde luego tiene mucho que ver con la salud y la enfermedad. A pesar de la sanción que la FIFA ha impuesto al futbolista del Liverpool y de la selección de Uruguay, Luis Suárez, cada vez son más las personas, incluso con cargos de responsabilidad en el fútbol a escala mundial, los que tratan de justificar su actitud al morder en repetidas ocasiones a un compañero en diferentes competiciones. “Son solo manías”, “Son lances del deporte”, “Se trata de un futbolista al que no le gusta perder”, “Se frustra siempre que ve que va a perder un partido de fútbol”, etc.
Su propio equipo médico, el de la selección uruguaya lo justifica diciendo: “No puede soportar la idea de perder y en ocasiones se le nubla el raciocinio”. Estas declaraciones, que tratan de explicar lo sucedido sin ningún rigor científico y que se están publicando en los medios de comunicación de todo el mundo, son las que también les llegan a nuestros pequeños. ¿Y cuando los chavales traten de emular a sus héroes deportivos y muerdan a otro compañero en un lance del deporte, porque lo ven como algo normal, como una manía, también lo justificaremos, o los especialistas en conducta, psiquiatras y psicólogos, nos recordarán que puede tratarse de un problema en el desarrollo de su personalidad?
¿Qué haríamos cualquiera de nosotros si nos llaman del Colegio o del Instituto y nos dicen que nuestro hijo o hija, de 16 años por ejemplo, ha mordido en tres ocasiones a un compañero en clase? Desde el rigor de la ciencia, no cabe duda de que la conducta de este deportista se ha de encuadrar en una clara falta de control de sus impulsos agresivos y si después de pasar por los controles médicos adecuados, no se considera que padezca enfermedad alguna, al menos sí que se tendrá que aceptar que se trata de un trastorno claro de su personalidad, que pudiera requerir de un tratamiento especialmente personalizado y fundamentado en la posibilidad de que Luis Suárez carezca de la capacidad de autorreflexión y de autocrítica, sobre todo porque lejos de pedir perdón de forma inmediata por el mordisco propinado a Giorgio Chiellini, se justificó diciendo que solo perdió el equilibrio y le golpeó en la cara.
Ahora, días después y seguro que ayudado por quienes realmente le quieren, Suárez ha reflexionado como se desprende de su último comunicado: “Después de unos días de estar en casa con mi familia he tenido la oportunidad de recuperar la calma y reflexionar sobre la realidad de lo que sucedió en el partido Italia-Uruguay, celebrado el 24 de Junio de 2014: me arrepiento profundamente, pido perdón a Giorgio Chiellini y a toda la familia del fútbol y me comprometo públicamente a que nunca volverá a ocurrir un incidente como este con mi intervención”.
Por otra parte, conviene tener en cuenta que se trata de algo reiterativo. Este héroe del fútbol para tantos niños, mordió al jugador del Chelsea Branislav Ivanovic hace dos temporadas y cuando era jugador del Ajax hizo lo propio, mordiendo en la espalda a Otman Bakkal, jugador del PSV. Desde el rigor de la ciencia, sabemos que el sistema límbico es el que nos ayuda a manejar las emociones de manera primaria a diferencia de la corteza cerebral, que es la que nos aporta racionalidad y nos sirve de freno para nuestros impulsos agresivos. Cuando no funciona adecuadamente este freno, o no sabemos controlarlo adecuadamente, nuestra agresividad se convierte en violencia, algo que puede haberle sucedido a Luis Suárez. Nuestro mundo civilizado está regido por nuestra corteza cerebral, que es fruto de la clara evolución del hombre y que es la que genera los frenos desde el lóbulo frontal a nuestras conductas más primitivas; y esto precisamente, es lo que nos permite vivir en sociedad, respetando a los otros. En la primera infancia se puede entender como normal, pero no desde luego cuando se supera esta importante frontera; Luis Suárez, con esta conducta antisocial, está mostrando un “impulso reflejo condicionado” muy primitivo, que le impide controlar sus emociones y sus reacciones violentas, algo que nadie puede descartar que vuelva a suceder a lo largo de su vida deportiva o incluso en su vida fuera de los campos de fútbol.
Mientras los medios de comunicación, los altos cargos deportivos y las redes sociales tratan de justificar lo injustificable, trivializando un tema como este, tendremos que recordar que desde la medicina se ha de entender que Luis Suárez necesita, por el bien de la sociedad, el de sus compañeros de deporte y sobre todo por su propio bien, de un diagnóstico certero y un tratamiento individualizado, basado fundamentalmente en la psicoterapia y sobre todo en la socioterapia y la familiaterapia.