El pasado día 19 de junio, en la Jornada de Economía de la Salud, Salvador Peiró hizo una reflexión que compartimos muchos directivos, sobre todo los que nos consideramos profesionales y nos gusta nuestra profesión. Argumentaba que ha sido fácil ser directivo de la salud en los años pasados de bonanza económica, donde inaugurar nuevos servicios, centros, abrir nuevos puntos de urgencias e incrementar unidades, tecnología y plantillas estaba al orden del día.
Ahora que pintan bastos y se necesitan gestores que realmente sepan gestionar, y que no sólo estén curtidos en mil batallas, sino que sepan incorporar nuevos conocimientos y desarrollen importantes actitudes negociadoras y de liderazgo, con unos profesionales, que muchas veces los tienen en el punto de mira como si fueran el enemigo.
Las principales dimensiones del nuevo profesionalismo del directivo de la salud en el momento actual y futuro son:
- Saber dirigir las organizaciones sanitarias de manera más eficiente en tiempos de escasez de recursos, donde lo importante no es inaugurar más, sino mejorar la productividad, la calidad y la accesibilidad del servicio ofrecido. Por ello deben ser expertos en mejora continua de los procesos, evaluación de la calidad y gestión organizacional.
- Conocer las alternativas más eficientes en la práctica clínica para potenciarlas y tratar de eliminar el desperdicio, las duplicidades, los actos médicos redundantes o inútiles, las pruebas no indicadas, hospitalizaciones evitables, etc. En definitiva, saber de economía de la salud aplicada en relación a potenciar la práctica clínica más coste efectiva. Los nuevos directivos deben saber y estar al día de medicina basada en la evidencia, prescripción racional del medicamento, guías de práctica clínica, etc. Deben ser capaces de involucrar a los clínicos en la búsqueda de la mayor eficiencia como imperativo ético en la organización, y saber impulsar una gestión clínica eficiente y participativa.
- Deben promover la cultura de seguridad del paciente y del trabajador de manera integral en sus instituciones. Seguridad clínica y asistencial para conseguir llevar a la práctica el principio hipocrático de "primun non nocere". Medicina y prescripción prudente, lo más ambulatoria posible y lo menos invasiva posible, fomentando los entornos de trabajo amigables y seguros para el paciente y el profesional.
- Deben promover también el empoderamiento del paciente. La cultura en sus instituciones de poner al paciente como eje y razón de ser de las mismas; no los intereses corporativos, profesionales, técnicos, de investigación u otros. El paciente es la razón de ser y el fin último. El trato debe ser humano y personalizado. El paciente debe saber siempre con quien habla, conocer su proceso lo máximo posible y poder participar en la toma de decisiones que afecten a su diagnóstico, tratamiento y rehabilitación.
- Los directivos de la salud actual deben ser líderes coach. Al trabajar en organizaciones complejas donde el personal de alto nivel formativo realiza tareas muy especializadas y de gran responsabilidad, su misión fundamental es motivar para que esas tareas se realicen de manera apropiada, según la misión de la organización y según unos valores compartidos. Saber extender y estimular los valores positivos para el paciente y la institución, y controlar y limitar los antivalores y comportamientos oportunistas en las organizaciones.
- Tener una visión estratégica y global del sistema para contribuir a sus sostenibilidad, responsabilizándose del uso y reparto adecuado de los recursos, sin pensar sólo en tener más y crecer como ha pasado antes; sino más bien en como tener sinergias y colaboraciones, con otros centros y los servicios centrales, para conseguir más eficiencia y economías de escala.
- Encajar la crítica e incluso saber manejar situaciones potencialmente peligrosas y violentas debidas al clima de tensión social y profesional que vivimos, como pueden ser huelgas, manifestaciones, escraches...
- Deben ser seleccionados según formación, curriculum, experiencia y éxitos conseguidos en otros centros y ser evaluados objetivamente según el logro en la organización, no bajo criterios políticos.
- Al igual que en la elección del Directivo la meritocracia debe ser el principal valor, el directivo debe fomentar en la organización la meritocracia a través de sistemas de evaluación lo más justos y transparentes posibles. Estableciendo una sana competitividad comparativa entre el personal para mejorar todo. Siempre teniendo en cuanta que la colaboración mutua y el trabajo en equipo ofrece mejores resultados para la sociedad y los pacientes que las actitudes individualistas.
Desgraciadamente no siempre nos dan las condiciones ideales para poder desarrollar la gestión anterior, sobre todo en la gestión administrativa regida por normas muy burocráticas y en organizaciones de poder muy piramidal e inmovilistas. A pesar de ello nada es óbice para que lo intentemos en la medida de lo posible, por el bien de la atención a la población y el buen uso de los recursos públicos.