La Revista

Cuatro jóvenes residentes recuerdan qué sintieron en sus primeros pasos en el hospital escogido

Mi primera vez como MIR
Nervios e ilusión. Son los sentimientos que más se repiten entre los que empiezan su andadura como residentes


19 may. 2018 20:00H
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POR ESTHER ORTEGA
Ilusión, nervios, ansiedad. Apenas quedan unos días para que los nuevos residentes comiencen su andadura por los hospitales escogidos para realizar su especialidad una vez aprobado el MIR. Serán los próximos 24 y 25 de mayo cuando 6.513 nuevos R1 se incorporen a sus plazas. Tienen que adaptarse al trato con los pacientes, a los programas informáticos y a las necesidades del equipo, pero si hay algo que preocupa sobremanera a los recién llegados es afrontar la primera guardia sin desfallecer. María, Ana, Javier, y Gilberto, ya veteranos, recuerdan cómo fueron sus primeros pasos como médicos internos residentes.
 
Ana Gorria, residente en Psiquiatría en el Hospital de San Pedro de Logroño, recuerda que tuvo una bienvenida muy cálida, “con la sensación de estar un poco perdida pero acompañada”: “El primer día sirvió para conocer el hospital y los recursos, e ir conociendo un poco toda la red porque en Salud Mental hay distintos dispositivos. El resto de residentes se dedicaron toda la mañana a mí y fue muy agradable”.
 

Ana Gorria, residente en Psiquiatría en el Hospital de Logroño

A María Ortega, residente intensivista en Mallorca, el desembarco también le resultó tranquilo: “Conocimos el hospital y nos enseñaron los sitios por donde íbamos a rotar. Nos dedicamos a ir a la lavandería, a firmar el contrato y ya comenzar con los talleres y la introducción”. En general, se generaban sentimientos de incertidumbre y ganas: “Se mezclaba la ilusión de empezar la residencia y por otro lado la inseguridad de no saber mucho, con la sensación de que en la carrera no te han enseñado mucho lo que hay que hacer”, recuerda Javier Fernández, residente del Hospital de Getafe.
 
LO MÁS TEMIDO
 
Pero si hay un momento que de verdad les causaba miedo era el de enfrentarse por primera vez a un paciente real, nada que ver con los supuestos que estudiaban en los libros. Y hacerlo durante una larga noche que pocos olvidan. “La primera guardia cuesta mucho porque nunca has estado delante de un paciente de esa forma. Además, tienes que atender lo que venga sin saber muy bien qué hay que hacer o qué hay que pedir. La poca práctica te da mucha inseguridad al principio, no sabes si con el conocimiento que tienes va a ser suficiente para atenderlos bien”, relata Javier, que al menos tuvo el respaldo de sus compañeros: “En la primera guardia, que dan por hecho que no sabes nada, sí que están un poco encima”.
 
Al joven no se le olvida uno de los pacientes a los que tuvo que atender esa primera guardia: “Recuerdo que me llegó un hombre con una brecha en la cabeza porque se había caído de un camión: tenía media cabeza abierta y yo no había cosido en mi vida”, confiesa el residente de Getafe, que fue evaluado por todos sus compañeros mientras cerraba la herida.
 
24 HORAS SIN DORMIR
 
Ana, por su parte, no puede evitar reírse al recordar las palabras que le dijo su adjunto: “Me preguntó si estaba segura de la especialidad que cogía”: “La guardia de Psiquiatría fue muy buena porque estuve todo el rato acompañada. Aunque hubo anécdotas curiosas, estuve  siempre respaldada. Al final, conocimientos de la especialidad no tenía, y el tener a alguien conmigo del que poder aprender cómo estar con el paciente o hacer una entrevista pues se agradece muchísimo”, argumenta.
 
Otra historia fue su primera guardia en Urgencias, en la que se sintió menos acompañada y sentía más presión al tener que tomar decisiones. “Estaba mucho más sola, tenía más sensación de inseguridad e incertidumbre. Era la primera vez que trabajaba 24 horas casi sin dormir y sí que se nota muchísimo”, relata la joven trabajadora de Logroño, que añade: “Se lleva mal porque tienes mucha presión de trabajo y tienes que manejar el malestar de la gente que está esperando, el dolor que están teniendo en esos momentos… y cuando estás cansado se hace más difícil. Yo tiraba de cafés y cola-colas, se hace lo que se puede”.
 
DE MOCHILA

Javier Fernández, residente del Hospital de Getafe, cuando consiguió su plaza

 
Por suerte para María, la experiencia no fue tan súbita. “Normalmente nosotras hacíamos un par de días antes ‘una guardia de mochila’ en la que íbamos con otro residente mayor que nos explicaba cómo funcionaba el servicio y la distribución, porque hay una unidad de semicríticos, otra de cuidados de observación, los boxes y otra zona donde se ven patologías más leves”, relata la especialista de Mallorca, a la que le fueron enseñando cada rincón del servicio: “Pasamos un rato en cada uno de los sitios y también por triaje, que es donde se encargan de cribar lo que es más o menos grave.  Sientes un poco de inseguridad y nerviosismo, y al mismo tiempo ganas de empezar”, recuerda.
 
También, una “sensación de desconocimiento porque es todo nuevo y vas un poco que no terminas de adaptarte, tanteando todo. Se pasa bastante rápido por eso”, añade.
 
UN ALIVIO TRAS EL MIR
 
Para Gilberto Pérez, que está acabando la residencia en Pediatría, llegar a la residencia fue un alivio después de preparar el examen MIR. “Después de una preparación tan dura como este examen, que vives con la incertidumbre y el esfuerzo del duro estudio, afrontas el primer día con muchísima ilusión”, relata el médico, que llevaba la lección bien aprendida: “A todos nos dejan una cosa muy clara: ya no tenemos solo una responsabilidad formativa sino que también la tenemos asistencial”.
 
la cara de un mir tras 24 horas de guardia
Leticia Ruiz realizó un experimento siendo residente para demostrar cómo afectan las guardias a los médicos. Cámara en mano, decidió retratar a sus compañeros antes y después de tener que cubrir una guardia de 24 horas. Estas fotos empezaron como una forma de terapia para la propia MIR, que atravesaba unos años complicados en los que la Medicina ocupaba todo su tiempo. Su exposición, titulada como 'Límites', ha llegado a exponerse en Dublín, Estados Unidos y Holanda, todo un éxito porque miles de residentes se han visto reflejados en las miradas cansadas de sus compañeros.


Para él, los nervios son comparables a los de cualquier otro trabajador que empiece en un nuevo puesto de trabajo. Eso sí, admite que la primera guardia le resultó difícil: “La primera vez que te enfrentas a las 24 horas seguidas trabajando es complicado, pero al final te adaptas y te sorprendes. Hay periodos, como en las vacaciones, que puedes hacer hasta 3 ó 4 guardias en ocho días”, bromea el médico.
 
María tiene un consejo claro para los que empiezan su andadura: “Que se lo tomen con calma y que estos años trabajen, aprendan y también disfruten. Que lo afronten con madurez aunque tengan a alguien siempre encima. Es un periodo bonito y al final te vas adaptando”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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