Varios voluntarios de 'EnganCHADos' junto con la misionera comboniana que dirige el hospital y tres enfermeros chadianos.
Hay en el corazón de África un hospital que lucha por salir adelante en medio de las amenazas de la guerra civil, la costumbre ominosa de la ablación, la pobreza más atroz y una de las tasas de mortalidad infantil más altas del mundo. Se trata del Hospital Saint Joseph, en Bebédjia, al sur de Chad. Aunque por la descripción de su situación podría pensarse que está en medio de infierno, los que han estado allí, sin embargo, prefieren matizar y definirlo como “el infierno más bonito del mundo”.
Porque en ese mapa del infierno que es el Sahel también florece la belleza. Sobre esa tierra abrasada por el sol hay quienes plantan y recogen. Ejemplo de ello es el Hospital Saint Joseph en Bebédjia y la historia de cómo ha salido adelante gracias a la solidaridad. El cirujano madrileño Alfonso Antequera -una de esas personas obstinadas y solidarias, empeñadas en sembrar lo mejor de sí mismos- tiene mucho que ver con ello.
“Hice un primer viaje a Bebédjia en 2014 porque un amigo oftalmólogo estuvo operando cataratas allí. Me habló del hospital y me dijo 'tienes que ir'. Estuve un mes como cooperante y me quedé impactado por la pobreza y las necesidades que había. Una sola monja italiana, médico, atendía el hospital; 140 camas para ella sola. Era capaz de hacer las funciones de 20 médicos de aquí”, explica Antequera, en conversación con LA REVISTA de Redacción Médica. Después de aquel viaje ha vuelto más veces y -más importante, si cabe- ha logrado que muchos más vayan o colaboren con ese hospital. Que, al igual que él, se 'enganchen' a la solidaridad.
Casi 3.000 kilómetros separan el Hospital Saint Joseph del Hospital de Fuenlabrada, en Madrid, donde trabaja normalmente Antequera. Ambos centros atienden a una población similar -unas 250.000 personas-, pero las condiciones de vida de estas personas y la atención que reciben no podrían ser más diferentes. Saint Joseph y Fuenlabrada tienen otra cosa en común, sin embargo. Desde hace año y medio están hermanados. Ante la dramática situación que vivía el hospital chadí, un grupo de profesionales del Hospital de Fuenlabrada, capitaneados por uno de sus cirujanos, puso un marcha un proyecto solidario para salvar ese centro. El proyecto fue bautizado como ‘EnganCHADdos’.
Amenaza de cierre
Saint Joseph, explica el promotor de la iniciativa, es “un hospital hecho de barracones y, aún así, es el mejor edificio del pueblo”. Es, sobre todo, el único centro sanitario en 500 kilómetros a la redonda. Está regentado por las misioneras combonianas y desde hacía algunos años la amenaza del cierre pendía sobre él, debido a la falta de fondos y recursos asistenciales. Desde hace años, Gobierno de Chad no transfiere a las religiosas que lo gestionan la subvención anual que sustentaba el funcionamiento del centro. A pesar de los escasos recursos que tiene, Saint Joseph viene realizando una labor titánica, sobre todo en el ámbito de la Maternidad y de la Pediatría. Si el hospital desapareciese, muchos niños morirían irremediablemente de malaria o desnutrición.
Un momento de una operación en Chad.
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Hay una fecha especial en el calendario de aquellos que evitaron que eso sucediese: el 28 de abril de 2015. Ese día la dirección del Hospital Universitario de Fuenlabrada firmó el Convenio de Cooperación y Hermanamiento con el Hospital Saint Joseph. Antequera destaca que la implicación del gerente, Carlos Mur, fue fundamental. “Él tiene experiencia en cooperación. Le planteé la iniciativa e inmediatamente cogió el guante”, recuerda. Antequera también consiguió sumar el apoyo del Ayuntamiento de Fuenlabrada, que asumió la iniciativa como propia, y de la Fundación ‘El Compromiso’, con una larga experiencia de cooperación en el Tercer Mundo.
Dentro del convenio de hermanamiento se contempla la posibilidad de que los profesionales del Hospital de Fuenlabrada puedan viajar un mes a Chad manteniendo su salario, a cambio de que el hospital no tenga que cubrir la baja y que sean los compañeros los que asuman su trabajo durante ese periodo
. Hasta ahora han viajado a Chad una docena de médicos de diferentes servicios, además de enfermeros y auxiliares de Enfermería.
Todos hacen de todo
Los profesionales que van a Chad se enfrentan con una experiencia que, sin duda, marca un antes y un después en sus vidas personales y profesionales. Todos regresan cambiados. Impactados, pero también convencidos de que tendrán que volver a seguir ayudando. Es un panorama desalentador muchas veces -quizá la mayor parte del tiempo-, pero en el que los logros que se consiguen, las vidas salvadas, compensan los sufrimientos acumulados de varios días. Solidaridad que engancha.
“Descubres enfermedades que aquí están erradicadas, como la rabia o el tétanos. Este año ha habido una epidemia de fiebre tifoidea, que aquí se resuelve con un antibiótico, y allí ha hecho que se nos murieran tres pacientes”, detalla Antequera. Preguntado acerca de cuáles especialidades médicas pueden ser más necesarias en un país como Chad, el impulsor de la inciativa lo tiene claro: “en Bebédjia no hay especialidades. Los médicos hacen de todo”. Antequera, que es especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo, explica que un médico cooperante en Chad va a poder resolver poco moviéndose solo dentro de su área. “Vas a tener que echar mano de tus recuerdos de la carrera y de cuando eras residente. Incluso de WhatsApp, para consultar a otros colegas qué hacer ante determinados casos”.
COLABORAR CON CHAD DESDE FUENLABRADA
No hace falta viajar a Chad para poder hacer algo por el Hospital St. Joseph. El proyecto EnganChados se ha convertido en un movimiento muy colectivo y que una parte significativa de la población de Fuenlabrada conoce y apoya. “El personal administrativo del hospital está muy volcado en las actividades que se hacen en la ciudad dentro del proyecto: mercadillos solidarios, conciertos, obras de teatro, etc.”, detalla Antequera. Fotógrafos y pintores aficionados han donado sus obras y los beneficios se han donado íntegramente al proyecto. Entre esto y otras acciones -lotería, carreras populares...- el año pasado se recaudaron 25.000 euros. Por otra parte, el hospital fuenlabreño también organiza envíos de medicamentos cuando se rompe el stock en el Chad y ha donado equipos, como un aparato de rayos x y una mesa de quirófano. Esto último es especialmente importante, ya mesa que la mesa de quirófano que había hasta ahora en Bebédjia es el equipamiento médico más antiguo que Antequera había visto en su vida. “Debe de ser como de 1930. Está oxidada y fija: ni sube, ni baja”.
Entre las situaciones más duras que vive un médico cooperante en Bebédjia, Antequera destaca la incomprensión -ni siquiera cabría hablar de desagradecimiento- que muestran algunas personas de las zonas más aisladas y tribales hacia los facultativos. “Para ellos, el hospital es un último recurso. Van después de semanas de dolor y de haber consultado primero a los curanderos. A veces, tras recorrer grandes distancias en un lugar donde no hay medios de transporte. Mucha gente llega ya en muy malas condiciones. Eso genera un círculo vicioso que no ayuda a que se vea el hospital como un sitio donde sanarse y hay desconfianza”, explica, añadiendo que deben hacer “mucha pedagogía” frente a la ignorancia y la superstición.
Regresar a Saint Joseph
Una compañera de Antequera durante una operación a un niño.
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El cirujano contrapone esto último a las muestras de agradecimiento que reciben de otros muchos pacientes y a un sentimiento que tiene mucho que ver con la esencia más pura de la profesión médica. Pese a toda la crudeza, hay muchas sensaciones que le empujan -a él y a otros cooperantes- a regresar a Bebédjia. Un lugar que fue definido por el fotógrafo Pep Bonet, quien estuvo documentando la labor de los médicos cooperantes en Saint Joseph, como
“el infierno más bonito que conozco”.
El próximo reto de estos médicos 'enganchados' a la solidaridad es enviar pediatras en la época de verano a Bebédjia. Dentro del convenio de colaboración que mantiene con ‘EnganCHADos’, el Ayuntamiento de Fuenlabrada financiará el viaje y la estancia de dos residentes de Pediatría al año. La idea es que, además de asistir a los niños de la zona, estos internos complementen su formación con conocimientos en medicina tropical obtenidos de primera mano.
En paralelo, los promotores de la iniciativa colaboran con otras instituciones, como el Obispado de Chad -regido por un prelado español-, en un programa de detección y lucha contra la desnutrición pediátrica, una auténtica epidemia en la zona. La mortalidad infantil de Chad es de las mayores del mundo. “El 20% de los niños menores de cinco años...”, relata Antequera, con crudeza pero sin llegar a poder terminar la frase. Hacer que ese niño de cada cinco se escape de la estadística y se salve es la experiencia más gratificante. La que hace que médicos como Antequera se 'enganchen' a la solidaridad.
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