Ángel García en 2021 en el maratón de Berlín, donde hizo su mejor marca con un tiempo de 2:43:34.
Ángel García es especialista en Medicina Interna en el Hospital Universitario de Valme, en Sevilla, centro al que lleva vinculado desde los 2000. La
asistencia la combina con la docencia y en la receta de su día a día también tiene hueco para practicar
deporte. Siempre ha sido un aficionado al deporte, pero fue en 2012, tras el nacimiento de su tercer hijo, cuando se fijó en el atletismo. Desde entonces entrena a diario y
semanalmente hace entre 80 y 100 kms con el objetivo de conseguir completar los seis grandes maratones del mundo. El deporte fue un gran aliado en lo más duro del covid cuando estaba en la primera línea en la planta séptima izquierda de hospitalización.
De esos duros momentos de la pandemia se queda con la parte más humana. "La Medicina es una disciplina donde la ciencia tiene mucho protagonismo. Cuando llegó la pandemia, donde la ciencia buscaba respuestas claras
, incidimos en la gran carga de humanidad que encierra la Medicina. Creo que
la ilusión colectiva superaba los miedos interiores de cada uno", detalla. Sin embargo, esta unión e ilusión no eximía de la ansiedad que afloraba al salir del hospital o durante las noches. "Ahí, el deporte fue la mejor medicina", sentencia.
El atletismo fue el que le buscó a él, pues no requiere de horarios fijos, ni una tecnología avanzada, ni más jugadores. Pese a estas características,
muchas veces no es fácil compaginarlo con las otras facetas de su vida. La maratón requiere una disciplina “de entrenamiento continuo” en el tiempo para alcanzar un objetivo que, “en el mejor de los casos, a cuatro o cinco meses vista”. Sin embargo, reconoce que es un deporte que "engancha". Las razones detrás de ello residen, tal vez en que "disfrutas y sufres a partes iguales y explora tus límites como deportista popular", explica.
Ángel García en la séptima planta del Hospital Universitario de Valme.
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Por las mañanas
se levanta a las 5.45 para entrenar antes de empezar su día como médico. “El entrenamiento es una motivación en sí mismo, no una obligación. Empezar el día entrenando antes de llegar al hospital te hace estar más activo durante la mañana”, detalla.
Su faceta deportista asegura que aporta más al médico, que el médico al atleta. A García le ayuda a mantener en forma cuerpo y mente. "
Buscar el equilibrio en la salud con el ejercicio debería ser el objetivo", insiste. Sin embargo, es consciente de que la competición puede rebasar esa línea y es otro escenario distinto que necesita de una preparación previa adecuada. En ese punto intervienen sus conocimientos profesionales, aunque también la propia experiencia como atleta, al intentar poner “algo de cordura” en la búsqueda de sus propios límites físicos.
Su objetivo es dar lo mejor de sí mismo en todos lados. "Cada paciente o cada entreno es el objetivo en sí mismo. Como atleta, creo que no hay mayor reto que preparar una maratón. Debes tener bien preparado el cuerpo y la mente durante meses para presentarte con garantías en la salida", detalla.
La próxima meta es enfrentarse de nuevo a esos 42,195 kms. De los seis grandes maratones del mundo ya ha completado cuatro, Boston, Nueva York, Chicago y Berlín, donde consiguió su mejor marca con una posición 321 de entre casi 25.000 corredores. Restan Tokio y Londres.
La docencia completa la ecuación
"La asistencia, docencia e investigación son tres patas de la misma silla sobre la que los clínicos deberíamos apoyar nuestra práctica diaria. Cada una de las actividades retroalimenta a las otras", incide García. Es por eso que
ha participado en más de 40 artículos publicados en revistas de Medicina. Además,
desde 2016 compagina su trabajo en el hospita
l con la docencia como profesor asociado de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla. Recientemente, se ha estrenado como profesor contratado doctor vinculado al centro en el que desempeña su labor asistencial.
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Dar clases y estar en contacto con los alumnos te obliga a actualizar tus conocimientos y, por tanto,
te hace ser mejor clínico, y este, a su vez, ante un paciente, se plantea preguntas que a veces no están del todo claras con el conocimiento científico actual y eso hace avanzar la investigación", desarrolla.
Pero el contacto diario con los futuros médicos
le aporta también saber organizar el pensamiento y transmitirlo. "Nuestro saber está basado en la evidencia, pero también en la experiencia. Hay muchos aspectos de nuestra práctica clínica diaria que no siempre es fácil saber transmitirlo en las aulas. Hay muchos conocimientos que solo son posible adquirirlos a pie de cama de nuestros pacientes", concreta.
La dificultad de combinar todas estas aristas de su vida se encuentra en sacar tiempo para desarrollarlas "de forma adecuada", sin que interfiera más de lo debido en su vida personal. "Cada una de ellas por separado es un mundo infinito que sería inabarcable si no hubiera un equipo detrás en el que apoyarse", sentencia
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