Mireia Orgiles, catedrática de tratamiento psicológico infantil de la Universidad Miguel Hernández.
Cuando se decretó el Estado de alarma en España, se desconocía
si el confinamiento afectaría o no al bienestar infantil. Y es que, mientras algunos profesionales consideraban que los niños podrían adaptarse fácilmente a la nueva situación que estaban viviendo, otros afirmaban que la pandemia podría tener repercusiones a nivel psicológico. La realidad es que, en nuestro país, los niños vivieron uno de los confinamientos más duros de Europa,
permaneciendo 42 días sin poder salir de casa. Sus rutinas y sus hábitos cambiaron de repente y se les privó de experiencias que son necesarias para su desarrollo, como disfrutar del espacio exterior, que les ofrece la oportunidad de estar activos y les proporciona una mayor estimulación. Una inesperada y novedosa situación que, según
Mireia Orgiles, catedrática de tratamiento psicológico infantil de la Universidad Miguel Hernández, afectó de forma diferente a los menores según su edad.
Según la terapeuta, los niños en edad preescolar se mostraban
más nerviosos, más inquietos, más dependientes de sus padres y tenían más problemas de conducta y más problemas de sueño que los adolescentes. Los adolescentes manifestaban
más preocupaciones y más miedo hacia el contagio por Covid-19, mientras que los niños en edad escolar eran los que mostraban
más problemas para concentrarse y más discusiones tenían con la familia.
"La mayoría están adaptándose a los cambios"
Los niños han vivido con la pandemia una situación estresante, mantenida en el tiempo y con cambios constantes. Cuando se declaró el Estado de alarma, los niños dejaron de ir al colegio casi sin poder despedirse de sus amigos y profesores.
Lo que parecía una medida temporal, acabó convirtiéndose en una separación que duró meses. Además, permanecieron siete semanas de confinamiento sin salir a la calle, limitándose sus relaciones sociales a sus familiares más cercanos. La vuelta al colegio, al inicio del curso, fue también atípica, con mascarilla, grupos burbuja y distancia social. Sin embargo, subraya la terapeuta infantil, “
gran parte de los niños están siendo capaces de adaptarse a los cambios que el Covid ha impuesto, según datos de un estudio longitudinal que hemos llevado a cabo”.
A este respecto, Orgiles apunta que, conforme los niños comenzaron a retomar sus rutinas, han visto que
el bienestar psicológico ha mejorado y la sintomatología se ha reducido. “Conocer más sobre la pandemia (por ejemplo, cómo se contagia el virus, cómo podemos protegernos) también nos ha ayudado a dar a los niños información ajustada a su edad, que les ayuda a entender lo que ocurre y les hace sentirse menos preocupados. Al principio de la pandemia teníamos mucha desinformación y eso generaba estrés a los padres e inquietud a los niños porque no entendían lo que ocurría”, destaca, que subraya que ahora se puede ofrecer a los menores una
explicación más exacta de las normas impuestas o nuevas rutinas que tienen que seguir, como la importancia del lavado de manos, de la distancia social o del uso de la mascarilla.
"Conforme los niños comenzaron a retomar sus rutinas, hemos visto que el bienestar psicológico ha mejorado y la sintomatología se ha reducido"
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Aunque la mayoría de niños han sabido adaptarse a los cambios constantes que se han producido en los últimos meses, en función de la evolución de la epidemia, reconoce que
algunos se sienten inquietos cuando algunas de esas medidas se retiran, como ahora, que no se precisa mascarilla en el exterior cuando se mantiene la distancia social, o ante la retirada del toque de queda. “En esos casos, hay que dar información a los niños del motivo de poder retirar la mascarilla en esa situación particular y darle la opción de que pregunten sus inquietudes para que se sientan tranquilo sin usarla. Cuando insisten en que hay que regresar a casa por el toque de queda, que ya no está impuesto, debemos anticiparnos a su preocupación antes de salir de casa, explicándoles que se está controlando mejor el virus y que a partir de ahora podemos volver a casa más tarde”, explica la especialista.
"La mejor medida es prevenir los problemas"
Ante esta situación, Mireia Orgiles lanza un mensaje de calma a padres y madres, asegurando que es probable que los niños con síntomas leves
recuperen su bienestar una vez que la pandemia termine. Sin embargo, incide en la importancia de estar atentos para poder prestar ayuda a los pequeños en caso de ser necesario. En primer lugar, señala que es fundamental que los niños
reciban información que les ayude a reducir sus preocupaciones. Por ejemplo, deben conocer que el lavado de manos, el uso de mascarilla o la distancia social son medidas para protegerse del virus, pero que
su aplicación se irá ajustando según la pandemia vaya remitiendo, de modo que no deben preocuparse por los cambios en estas restricciones. También, que cuando las restricciones se reducen, se debe a que se considera que la situación es más segura.
“Conviene del mismo modo decirles que es normal estar un poco preocupado en algunos momentos, sobre todo cuando hay un cambio en alguna medida o restricción, pero estar preocupado en exceso no le ayuda. Podemos animarlos a consultar con sus profesores o con los propios padres las preocupaciones que les surjan, con el fin de
ayudarles a reducirlas o a eliminar las creencias que puedan tener erróneas”, anima.
Orgiles considera que, dentro de la situación que se está viviendo, conviene que los niños tengan una infancia lo más normalizada posible. “Mantener las rutinas que seguían antes de la crisis sanitaria, siempre que sea posible, les puede ayudar a sobrellevar los cambios vividos en estos meses. Si no es posible,
adaptamos o creamos nuevas rutinas. Si los domingos era tarde de cine, se puede establecer que ese día sea tarde de cine, pero en casa. Un paseo por el campo como era habitual, o una comida juntos en un lugar que les guste mucho, puede
darles sensación de continuidad y de normalidad", explica, subrayando la importancia de
buscar momentos “normales” dentro de esta situación tan poco habitual.
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