La Revista

Álvar Agustí, director del Instituto Clínic Respiratorio, fue diagnosticado de un síndrome de Guillain Barré

Volver a ser médico tras ser paciente: "Me diagnosticó mi hija que era MIR"


21 jul. 2018 20:00H
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POR ESTHER ORTEGA
"Cuando yo me reincorporé al hospital después de estar enfermo, el director me pidió que diese una conferencia para el personal del centro explicando mi experiencia como médico enfermo", explica Álvar Agustí, director del Instituto Clínic Respiratorio y jefe del equipo Inflamación y reparación en las enfermedades respiratorias del IDIBAPS. Lo hace orgulloso de la repercusión que ha tenido 'Nueve semanas y media', el vídeo en el que narra su experiencia al otro lado de la sanidad al ser diagnosticado de un síndrome de Guillain Barré, y con el deseo de convertirse en inspiración para otros que pasen por un trance similar al suyo. 

"Llevaba varios días sin encontrarme bien, con una sensación parecida a la que uno siente cuando tiene una gripe, que no sabes bien qué te pasa. En los primeros tres o cuatro días, como médico, no le di importancia, me quedé en la cama y me tomé alguna aspirina. Pero después, cuando estaba ya claro que la cosa no iba bien, llamé a un médico del hospital, a mi amigo Néstor Soler y le dije que no sabía qué me pasaba", recuerda Agustí, que nunca se llegó a imaginar el diagnóstico. 

MISMO HOSPITAL, DISTINTA SALA

Agustí durante un momento de la entrevista. 

"Recuerdo llegar al hospital, verlo en la sala de Neumología, la mía, y me dijo que me metiera en la cama que ya tenía preparada", rememora con detalle el especialista, que perdió el conocimiento a los pocos minutos: "Es lo último que recuerdo, meterme en la cama. Lo siguiente es despertarme en la UCI con mi mujer al lado diciéndome que llevaba un mes allí. De ese tiempo tengo como 'flashes', pero poco recuerdo. Luego he sabido que he tenido un síndrome de Guillain Barré, que es una enfermedad en la que tu propio sistema inmune ataca a tus nervios y te quedas paralizado", explica con una asombrosa tranquilidad el doctor, que tuvo la suerte de que su hija siguió sus pasos. 

"Yo había estudiado ese síndrome durante la carrera, pero nunca me imaginé que fuera eso. De hecho me lo diagnosticó mi hija, que también es médico y por aquél entonces estaba estudiando el MIR. Me dijo que podía ser un Gillain Barré", explica orgulloso. 

Agustí, acostumbrado a ser él quien firma los diagnósticos, tuvo que sacar fuerza de voluntad donde ni la había para conseguir recuperarse.  "El primer mes en la UCI, como yo no podía mover ni un músculo, tampoco los de respirar o hablar, tuve que estar conectado a un ventilador. Estaba inválido, no podía estar de pie, ni escribir, ni andar, ni nada", recuerda con entereza el médico: "Recuerdo decirme que había que trabajar. Hay que hacer mucha rehabilitación. El segundo mes en la UCI empecé a recuperar progresivamente la capacidad de hablar o respirar y al cabo de nueve semanas y media me dieron el alta".

VOLVER A ANDAR

Sin embargo, las noticias en un primer momento no fueron buenas. "Los neurólogos le dijeron a mi mujer que, si volvía a andar, tardaría meses o años. Pero en dos meses salí andando", se felicita el médico, que lo achaca a "tener suerte y a que el organismo respondió bien": "Mi mujer me apretaba mucho con el tema de los fisios y luego estuve dos meses más yendo al Institut Guttmann, un centro muy bueno que hay en Barcelona. Mi mujer me acompañaba a las 10 de la mañana y me recogía a las 6 de la tarde. En ese centro hay gente joven que ha tenido un accidente de coche, y fue una experiencia muy aleccionadora. Tú que te crees que eres el más desgraciado del mundo, llegas allí y das gracias", recuerda.

El director del Instituto Clínic Respiratorio explica su visión de médico enfermo. 

"Al cabo de dos meses, volví a trabajar, primero con media jornada, y luego con jornada completa. Y hasta ahora, vida normal", destaca el especialista, que no alcanza a encontrar palabras para describir el cariño que siente hacia sus compañeros: "Tengo un sentimiento muy profundo de agradecimiento por todos los profesionales que me acompañaron, porque ellos eran mis doctores pero también mis amigos, yo era su jefe. También al personal de enfermería, auxiliares, fisioterapeutas, administración...", enumera Agustí, al que esta experiencia le cambió la vida.

"TOCAR MÁS"

"Descubrí una tontería y es que los médicos deberíamos tocar más al paciente, las enfermeras lo hacen más. No es lo mismo decirle que tiene una enfermedad detras de la mesa, que hacerlo cogiéndole la mano. esa proximidad es tan importante que aquí hemos cambiado las mesas de la consulta", ilustra el médico, que acaba de recibir el Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica Clínica 2018.

Agustí no veía el momento de reincorporarse a su puesto de trabajo: "En total estuve cuatro meses fuera de juego y para qué quiero más. Me apasiona y en cuato pude, volví, y ya estoy viendo pacientes y haciendo investigación. después de esa experiencia lo valoras aun más porque la vida es muy frágil, y un día estás y al siguiente no. la felicidad no es un sentimiento sino una decisión. las circunstancias pueden ser facilitadoras o adversas, pero si te sientas a esperar la felicidad, no lo serás nunca", sentencia el médico, que estudió, hizo el MIR y fue adjunto en el mismo hospital donde trabaja y volvió a la vida. 
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