Víricö

Una facultativa que ejerce en El Hierro relata la carga emocional que padecen los sanitarios

Una médica se rompe ante el drama humanitario de Canarias y explica que ha terminado llorando, al igual que sus compañeros.


17 jul. 2024 18:30H
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La situación por la que están atravesando los sanitarios en Canarias es muy complicada. Inmaculada Mora es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, trabaja como adjunta en Urgencias en la isla de El Hierro, y ha lanzado un grito de auxilio por la crisis humanitaria que se está viviendo en la zona, donde frecuentemente llegan personas migrantes a sus costas, muchos de los cuales precisan asistencia. Aunque precisa que más que una cuestión de falta de recursos, es de "sobrecarga emocional".

Tal es el punto que los sanitarios llegan a las lágrimas: "Hoy he llegado a la guardia y mis compañeros estaban llorando. Me he puesto a trabajar y al final he acabado llorando yo también", relata Mora, a través de su perfil de X (antiguo Twitter).

Esta situación viene de atrás, pues asegura que llevan "mucho tiempo" y que cada historia que conocen es peor que la anterior. Algunos de sus compañeros de 30 años se encuentran “exhaustos” y los más mayores de 60 incluso están llegando a enfermar debido a la cantidad de horas que trabajan. “Salen del hospital después de 24 horas y van a la ambulancia de patera o al CATE a seguir curando”, explica.

La facultativa puntualiza que no está hablando de falta de personal, aunque reconoce que la llegada de otros compañeros "vendría bien" y que han enviado refuerzos. "Hay gran parte de trabajo voluntario. A los médicos de Urgencias no nos asusta la cantidad de trabajo, lo que más nos sobrepasa es la carga emocional. Las historias y situaciones son muy fuertes", asegura, en respuesta a otro usuario de la red social.

"Señores políticos déjense de chorradas. Esto es una crisis humanitaria y está en Canarias”, clama la facultativa. Además, lanza un mensaje de repulsión ante los mensajes de odio a las "víctimas de los negreros" y recuerda que son personas migrantes, igual que lo han sido nuestros abuelos, padres, hermanos e incluso hijos.

Además, la facultativa cuenta sus vivencias personales, protagonizadas por una niña de Guinea-Bisau que llegó a su casa hace 10 años, en plena epidemia de Ébola. En los próximos meses, comenzará a estudiar en la universidad. “No me ha robado ni agredido, ni yo la he educado porque educación le sobraba, se la dieron sus padres guineanos”, sentencia.
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