Ocupación de camas hospitalarias por pacientes Covid.
El
Covid-19 ha hecho que sean muchos los que miren la
Navidad con cierto temor más que con ilusión. A la espera de una
inmunidad comunitaria, la responsabilidad de cada uno es la única herramienta de la que se dispone para evitar un nuevo
repunte de contagios una vez finalizadas las fiestas.
El esquema parece estar más o menos claro. Cuanto más numerosas sean las celebraciones, mayor riesgo habrá y por tanto habrá que sumar mayor número de
medidas de seguridad, como en el caso de espacios cerrados o
encuentros entre núcleos familiares diferentes. Pero, ¿qué pasaría si la gente se relaja más de lo imprescindible durante los encuentros navideños?
Sentarse en una mesa con
gente sin mascarilla en un espacio cerrado ya se considera, de por sí, una
práctica de riesgo en pandemia. Aunque sea solo durante
fechas clave como Nochebuena y Nochevieja, los posibles efectos en la presión asistencial pueden llegar a ser alarmantes, advierte Saúl Ares, jefe de grupo del
Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, en base a los datos y tendencias de contagio analizados en la Comunidad de Madrid. A partir de un sencillo cálculo numérico, el experto estima que los hospitales madrileños podrían llegar a
superar los 3.000 ingresos.
Como punto de inicio, este supuesto asume que el 70 por ciento de la población de Madrid es
cuidadosa y tiene bajo riesgo de contagiarse, mientras que el otro 30 por ciento presenta mayor grado de exposición al virus. No necesariamente por irresponsabilidad, matiza Ares a
Redacción Médica, sino porque lo exija su trabajo o condiciones personales.
Según su hipótesis, el 12 por ciento de los "cuidadosos", alrededor de
800.000 personas, podría pasar a estar expuesto si acude a
más encuentros de lo aconsejable, aunque "al día siguiente vuelvan a ser cuidadosos y no contagien a nadie" y aún cumpliendo cada una de las
restricciones marcadas.
"Aunque el ciudadano cumpla con lo que se le pide también está en situaciones de riesgo. Comer en un restaurante durante
2 horas sin mascarillas con mesas al lado cumple escrupulosamente lo que se permite pero no estamos teniendo el mismo riesgo que alguien que se queda
solo en casa", opina Ares. En este sentido, considera que las medidas deberían ser un
poco más "estrictas sabiendo que estamos en unas fechas especialmente peligrosas".
Una persona de cada 200 puede coger el Covid-19
Tomando como referencia una
incidencia acumulada de 100 en los últimos 7 días -algo más baja que la actual- el número de infecciosos estaría en torno a uno de cada 1.000. No obstante, si se llega al máximo permitido de 10 comensales el ratio de posibles contagios aumentaría a
uno de cada 100. Esto es, una persona de cada 100 encuentros que se celebren puede estar infectada.
Si la persona positiva contagia al menos a la mitad de los asistentes, una de cada 200 personas podría resultar afectada, lo cual, extrapolado a los datos poblaciones de la Región y suponiendo que
uno de cada 10 requiere hospitalización, se traduciría en
más de 3.000 ingresos por noche.
La cifra aumenta a 4.000 si
uno de cada 20 asistentes acaba contrayendo el virus y se mantiene el número de casos graves con ingreso, tal y como muestra el gráfico elaborado por el científico.
Las posibilidades de contagio bajan, sin embargo, notablemente cuando se reduce el
número de comensales a la mitad, es decir a 5. Una diferencia "importante", remarca Ares, a nivel de "Salud Pública y en cuanto a la expansión que tendrán los contagiados a partir de ese momento."Esto va muy rápido. Empezar a la mitad es mejor que empezar en el doble".
Cuarentena y hasta 2 test de antígenos antes de sentarnos a cenar
Pese a que se trata de un ejemplo y no de una predicción, aclara Ares, estas cifras deben servir para
alertar a la población sobre el peligro que supone 'levantar la mano' con las medidas en dos ocasiones concretas aunque se cumplan de forma estricta el resto de días. Aquí en España, las celebraciones y las conductas de riesgo se extienden más allá de las cenas, empezando por las
'compras navideñas'.
Más que los
desplazamientos entre comunidades, lo verdaderamente peligroso, según el experto, son "las prácticas de riesgo" que se lleven a cabo esos días. "Si alguien viene de fuera a ver las luces de la capital y se vuelve a casa no es lo mismo que si viene y está
dos días en casa de su abuela", ejemplifica.
Aún así, es consciente tanto del peso que suponen este tipo de celebraciones para la Economía nacional, como de la necesidad que tienen, por ejemplo, las personas mayores, más propensas a sufrir
depresión o soledad, de pasar este tipo de fiestas en familia, aún a pesar de ser
grupo de riesgo. "Es difícil
poner en una balanza el peligro de contagio y el de otros problemas que también son reales y encontrar dónde está el equilibrio".
En estos casos, es partidario de guardar una
cuarentena previa que minimice las probabilidades de infección y siempre que sea posible, realizarse
dos test de antígenos en un intervalo de 2 o 3 días antes de acudir a este tipo de encuentros para reducir riesgos. Aún así, aclara que un "negativo" en un test no supone
'carta blanca' para saltarse las restricciones, ya que las pruebas diagnósticas "también tienen sus limitaciones".
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