Alberto Luque
Tras la
pandemia del coronavirus numerosos facultativos se han visto obligados a aumentar el esfuerzo estos días sumando tareas muy diferentes a las que solían estar acostumbrados.
El incremento de
sanitarios contagiados por Covid-19 ha repercutido en el aumento de las denuncias ante la
escasez de equipos sanitarios y realización de test. El
enfermero de emergencias, Alberto Luque habla de su situación actual a
Redacción Médica y de cómo afronta su día a día en la ambulancia.
Defiende que las emociones son clave para una atención integral del paciente ¿A qué emociones se enfrentan sanitarios y pacientes estos días marcados por la crisis del coronavirus?
A todas, y hablo en primera persona. Como seres humanos las emociones nos acompañan a cada paso y se hacen más patentes en estas circunstancias. Miedo tras cada guardia ¿tengo febrícula o es puro cansancio?, ¿se lo transmitiré a mi familia, a mis pacientes?
No beso, no abrazo a los míos.
Tristeza de ver, de ser testigo en primera persona del sufrimiento tan extremo
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Tristeza de ver, de ser testigo en primera persona del sufrimiento tan extremo.
Familias rotas, muerte en casi todas. Ira y rabia surgida de la impotencia, al ver a dos inconscientes fumando un cigarrillo tranquilamente mientras conversan en la puerta de una panadería.
Alegría cuando veo un pueblo unido en la solidaridad, cuando veo un alta que sale entre aplausos por la puerta del hospital. Son días de emociones, ser conscientes de cuáles son, saber identificarlas,
asumirlas como algo natural y gestionarlas adecuadamente es una necesidad hoy más que nunca.
- Háblenos de su situación actual ¿Cómo es un día a día en la ambulancia con el país en estado de alarma y cómo ha cambiado desde la detección de los primeros casos hasta ahora?
Todo ha cambiado. El uso de los EPIS ha sumado inconvenientes,
sudor, dificultad de movimientos, gafas que se empañan... Quizá hoy, enfundados en nuestra protección, damos más miedo que nunca y es por eso que hemos de redoblar esfuerzos por hacernos entender, a pesar de las pantallas y mascarillas hemos de poner el acento en la comunicación y escucha activa.
El personal de emergencias seguimos atendiendo las patologías que siempre fueron emergencia y sumando tareas muy diferentes como triaje de Residencias, traslado de personas mayores, toma de muestras, atender línea 900 e incluso desde la extrahospitalaria de Castilla La Mancha, que es donde ejerzo mi labor,
se ha apoyado con personal a las UCIS hospitalarias.
Sería importante hacer saber a la población que no dejen de alertar cuando tengan un dolor torácico o alteraciones de la consciencia, no son pocos los casos en los que
por miedo a contagiarse en el hospital no lo hacen y cuando acudimos los cuadros han evolucionado hasta límites críticos.
- Además de enfermero, también fue militar ¿Qué aprendió en el Ejército que le haya servido para afrontar la situación actual?
Sin duda la disciplina y la capacidad de sacrificio me han ayudado. El hecho de usar EPI no es algo novedoso para mí, ya me formé en NRBQ y es fundamental ser disciplinado a la hora de poner y retirar, seguir el protocolo a rajatabla es la mejor prevención.
Me tocó vivir en primera persona uno de los brotes más importantes de Gripe A que España vivió en mayo del año 2009
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Me tocó vivir en primera persona uno de los brotes más importantes de Gripe A que España vivió en mayo del año 2009, se dio en un cuartel y mucho aprendimos entonces de la importancia de lavado de manos y uso adecuado de equipos de autoprotección.
En este punto no quería dejar pasar la ocasión para mandar un fuerte abrazo y toda mi admiración hacia nuestras FFAA, ese colectivo tan desconocido, me atrevería a decir que,
hasta infravalorado y que tanto aporte de valor ponen sobre la mesa.
- Las redes sociales se han convertido en estas fechas en un canal básico de comunicación ¿Cómo aconseja a sus colegas y compañeros de profesión que las utilicen para canalizar lo que están viviendo?
Sin duda las RRSS son una
potente herramienta de comunicación para lo bueno y no tan bueno. En mi caso son años los que las llevo usando para visibilizar la importancia de nuestras competencias actitudinales sin las que seríamos meros robots que curan.
En estos días hemos sido testigos de un “boom” del uso de redes dentro del sector salud y en mi opinión aporta más que resta. Son muchas y muchos los colegas que dedican tiempo y esfuerzo en desmontar bulos y aportar luz desde la evidencia científica tan cambiante que caracteriza esta pandemia. Sin duda
nos queda camino por recorrer y no siempre se hace un uso óptimo.
Los profesionales de la salud hemos de entender que todos somos referencia para alguien y lo que publiquemos puede ser tomado como cierto y evidencia, aunque lo hagamos
a título particular y no institucional, es por ello que en estos momentos quizá deberíamos ser especialmente cuidadosos con lo que compartimos.
Sin duda son también un maravilloso canal donde compartir experiencias que aportan valor y de camino dar salida a las emociones que antes comentábamos. Hay voces expertas que hablan de que
muchos sanitarios sufrirán estrés postraumático después de esta pandemia.
- ¿Cuál cree que será la situación emocional de estos profesionales cuando termine la pandemia?
No soy psicólogo y creo importante dejar este campo a los expertos en la materia, pero sí puedo hablar desde mi experiencia y desde mi formación en inteligencia emocional, más autodidacta que reglada.
Desde ahí soy consciente que muchos profesionales están tan centrados en su labor que no se pueden dejar frenar por ese miedo, esa ira o ese dolor. Son tiempos de lucha y sin duda no serán pocos los casos en los que, pasado este “tsunami”, aparecerán lágrimas sin motivo, las malas caras, el mal humor...
Tener presente que si aparece alguno de estos indicadores será el momento de pedir ayuda. Existen diferentes canales de ayuda psicológica que las distintas administraciones han puesto a nuestra disposición.
Llorar no me convierte en peor o mejor profesional
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Las emociones no son buenas ni malas, son las que son y de nada vale negarlas o luchar contra ellas, llorar no me convierte en peor o mejor profesional. Normalizar nuestra situación emocional será clave para seguir en la brecha.
- ¿Ha avanzado lo suficiente en humanización la sanidad española y sus integrantes como para ayudarnos a afrontar de una forma diferente esta crisis?
Honestamente creo que gracias a los diferentes proyectos que vienen poniendo el foco en la persona más allá del paciente como mero número de historia clínica, la idea ha calado y no son pocas las iniciativas que vemos estos días
transformando incertidumbre y soledad en alegría y sonrisas.
Sí, en tiempos de guerra también tiene sentido perseguir la sonrisa, también tiene sentido tener presente que seguimos tratando con personas más allá de su patología puntual.
Cuando nuestra técnica, nuestro conocimiento, nuestra evidencia llega a un límite, siempre nos quedará nuestro lado más humano y que no es otra cosa que la base, la esencia, el principio que siempre debería de regir esta profesión de personas cuidando de personas.
Comunicación, escucha activa, empatía, asertividad y sentido del humor son algunas de nuestras competencias actitudinales y sin ellas jamás llegaremos a la excelencia en el cuidado.
- Cuenta muchas anécdotas sobre las ambulancias en sus libros y conferencias. ¿Cuáles nos destacaría de estas últimas semanas?
Más que plasmar anécdotas me gusta poner el acento en relatos de realidad, de vida o muerte tal y como lo vivimos dentro de la ambulancia. Busco la historia que rodea a nuestro paciente más allá de sus signos y síntomas. Pretendo dar a conocer nuestra profesión sin morbo y sin chiste fácil.
Quizá si nos conocen mejor demos menos miedo,
aumente la empatía y eso redunde en confianza que facilite de nuestra labor. Partiendo de estas premisas no han faltado estos días avisos donde el amor y respeto hacia nuestros mayores se ha visto aumentado de forma exponencial, sin duda, junto a los niños, son los grandes
protagonistas de esta guerra que nos toca vivir.
Vi lágrimas de amor, de incertidumbre, pensamientos hechos palabras de despedida, apretones de manos en un último adiós y sin duda dan para no uno, quizá de para muchos libros de historias de vida.
Me gustaría pensar que al otro lado de esta pesadilla
la realidad no sea una realidad diferente y sí una realidad mejorada, una basada en el amor al prójimo sin peros, sin edades. Una en la que todos entendamos que esa persona que hoy es un número de estadística mañana podría ser yo mismo.
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