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10 ago. 2023 17:29H
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MADRID, 10 (EUROPA PRESS)

Científicos de la Universidad de Lancaster (Reino Unido) y el Centro Médico Universitario de Liubliana (Eslovenia) han descubierto "cambios claros" en el cerebro de las personas mayores que alteran la coordinación entre la actividad neuronal y la oxigenación del cerebro.

El cerebro requiere hasta el 20 por ciento del consumo energético del organismo, por lo que el cerebro y el sistema cardiovascular tienen que colaborar estrechamente para garantizar un suministro suficiente de energía a cada parte del cerebro. De ello se encargan numerosas "unidades neurovasculares" encargadas de alimentar a las neuronas.

El registro no invasivo de la función de estas unidades neurovasculares en seres humanos vivos nunca se había hecho antes, pero ahora se ha conseguido utilizando varias técnicas de medición unidas a novedosos métodos de análisis desarrollados en la Universidad de Lancaster.

En el estudio, publicado en la revista científica 'Brain Research Bulletin', la oxigenación sanguínea del cerebro vivo se midió con luz infrarroja, que penetra fácilmente en el cráneo. La actividad neuronal del cerebro está asociada a la actividad eléctrica, que se midió simultáneamente en la superficie del cuero cabelludo.

El cuerpo zumba con ritmos, el más conocido de los cuales es el latido del corazón. Otros ritmos son la respiración, las ondas cerebrales y los procesos que controlan la presión arterial y el flujo sanguíneo modificando el diámetro de los vasos sanguíneos.

La medición simultánea de la oxigenación, la actividad eléctrica cerebral, la respiración y la actividad eléctrica del corazón permitió a los investigadores captar estos ritmos y sus tiempos imperfectos. A continuación estudiaron la fuerza de estos ritmos y su coordinación, calculando su "coherencia de fase".

Los resultados ilustran que las magnitudes de las oscilaciones de la vasculatura cerebral y las ondas cerebrales están alteradas en el grupo de más edad. Pero más dramáticos son los cambios en la coherencia entre ellas, lo que indica que la coordinación entre la oferta y la demanda de energía en el cerebro se ve afectada negativamente por la edad.

La población mundial envejece y la incidencia de la demencia aumenta. De ahí que la capacidad de seguir el tratamiento y controlar la progresión de la enfermedad cobre cada vez más importancia en los próximos años, sobre todo ante la posibilidad de evaluar nuevos fármacos contra el Alzheimer.

"De este modo, el método podría utilizarse para evaluar de forma no invasiva el deterioro de la función neurovascular en el envejecimiento normal, así como para controlar la eficacia del tratamiento o los cambios en el estilo de vida en una amplia gama de trastornos neurodegenerativos. Los resultados prometen un método relativamente sencillo y no invasivo para evaluar el estado del cerebro en el envejecimiento sano y en trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer", ha explicado Aneta Stefanovska, una de las responsables de la investigación.

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