MADRID, 12 (EUROPA PRESS)
El miedo a sufrir otro ataque cardíaco supone un importante factor de estrés constante entre los supervivientes, lo que afecta a su recuperación mental y emocional, según revela un estudio preliminar que se presentará en las sesiones científicas de la Asociación Estadounidense del Corazón, que se celebrarán del 16 al 18 de noviembre en Chicago.
Si bien es ampliamente reconocido que los supervivientes de ataques cardíacos pueden experimentar depresión o ansiedad, se ha prestado menos atención al impacto del estrés psicológico y cómo el miedo a otro ataque cardíaco puede afectar la recuperación mental y emocional de los pacientes.
"Queríamos entender qué pensaban los supervivientes sobre la posibilidad de sufrir otro ataque cardíaco. En concreto, examinamos cómo la demografía, los hábitos de salud y la percepción del paciente sobre su enfermedad predecían tanto el miedo a sufrir otro ataque cardíaco como la percepción de su estrés actual", ha indicado la autora principal del estudio, Sarah Zvonar, que es investigadora postdoctoral en la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, en Indianápolis (EE.UU.).
Con este objetivo, los investigadores colocaron anuncios en Facebook para reclutar a voluntarios que hubieran sufrido un ataque cardíaco entre 2021 y 2022. De esta forma, recopilaron información sobre 171 supervivientes que respondieron a una serie de cuestionarios que evaluaban el miedo a la recurrencia, las percepciones de su enfermedad, el estrés actual, la ansiedad y la depresión.
Los participantes completaron estos cuestionarios dos veces, con unas seis semanas de diferencia (aproximadamente seis y ocho meses después de su ataque cardíaco). Asimismo, proporcionaron detalles demográficos e información sobre sus comportamientos actuales de salud relacionados con el sistema cardiovascular.
El estudio encontró que el miedo a sufrir otro ataque cardíaco afectó significativamente a la percepción que tenía el individuo de la enfermedad y su nivel de estrés percibido. Además, este miedo seguía siendo significativo cuando los participantes completaron la encuesta por segunda vez, a los ocho meses del infarto.
Por otra parte, aunque el consumo medio de alcohol entre los voluntarios era bajo, aquellos que lo consumían más tenían mayor probabilidad de experimentar miedo a sufrir otro infarto, así como niveles más elevados de estrés percibido. Sin embargo, la adherencia a las pautas dietéticas, el tabaquismo y el ejercicio no predijeron significativamente el miedo a la recurrencia o el estrés percibido.
A pesar de los resultados obtenidos, los autores han señalado que el estudio tiene varias limitaciones. En primer lugar, los resultados de este grupo de jóvenes supervivientes de un infarto, cuya edad media era inferior a los 40 años, pueden no ser generalizables a los supervivientes de un infarto de mayor edad.
Además, la raza y la etnia no tuvieron suficiente representación en este estudio y, dado que se realizó durante la pandemia de Covid-19 a través de Facebook, no fue posible recopilar y verificar muchos detalles clínicos, como la gravedad del infarto y el uso de medicamentos.
Por todo ello, Sarah Zvonar ha señalado que la investigación debe replicarse en una clínica con la recopilación de datos médicos, aunque prevé que los resultados serían similares.