Fernando Carballo y Tomás Cobo.
El término de las
‘fake news’ o noticias falsas está en boga de todos. La propia
Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que son
"tan contagiosas y peligrosas como las enfermedades que ayuda a propagar esta desinformación". En un entorno digitalizado e hiperconectado, cualquier ciudadano puede convertirse en un altavoz y difusor de mensajes, que no siempre están contrastados bajo
principios de veracidad, como sudece con el fenómeno de los
influencers. Y en la
sanidad no es una excepción.
Por este motivo, los médicos exigen promover la asignación y uso de
sellos de calidad informativa para combatir los bulos o la publicidad encubierta. En este sentido, el presidente de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme),
Fernando Carballo, asegura a
Redacción Médica que desde el organismo que preside apoyan que instituciones, administraciones y estamentos científicos se pongan de acuerdo “para
crear un marco donde puedan validarse las informaciones y, por lo tanto, promover el uso de sellos de calidad para garantizar que allí donde acuden las personas a informarse sobre salud -como páginas webs oficiales o medios de comunicación- hay
criterios de calidad”.
Sobre la posibilidad de que sea el propio
Ministerio de Sanidad quien configure y otorgue su propio marchamo, Carballo se muestra en contra, y advierte que ello podría derivar en el
“dirigismo”. “Siempre que el Gobierno establezca un filtro, deja de ser una estructura democrática y participativa”, sostiene. Por ello, propone que las informaciones se verifiquen mediante agencias externas y que, una vez otorgado el sello de calidad, sea la
Entidad Nacional de Acreditación (ENAC), organismo independiente y que no certifica, quien “garantice que las fuentes acreditadas cumplan con los requisitos” que exige la posesión de un sello.
Tan peligrosos como una pseudociencia
“Los influencer son agentes de propaganda con intereses económicos detrás”
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En muchos casos, los influencers recomiendan el uso de medicamentos o fármacos sin ningún tipo de fundamento médico, algo contra lo que
los profesionales sanitarios mantienen una ‘guerra abierta’. Bajo este contexto, el presidente de Facme indica que estos creadores de contenido
“no son una pseudociencia como tal, pero se parecen bastante”. A fin de cuentas, los influencer hacen “un uso inadecuado de la información médica que se traslada a los ciudadanos en forma de consejos que no tienen base científica”.
“Son agentes de propaganda y detrás hay muchos intereses económicos”, a la vez que pueden suponer una puerta abierta a la difusión de pseudociencias. “Son un fenómeno social que tiene que ver que con
la inducción de sistemas de compra. Pero desde la ciencia y la Medicina no podemos perseguir a estas personas, sino que debe ser la Administración y la Justicia quien debe crear
mecanismos de control sobre contenidos inadecuados”, insiste Carballo.
No obstante, considera que el debate no está tanto en sancionar, sino en propiciar la proliferación de fuentes fiables mediante un
“reconocimiento serio” y “defender que la gente no le preste atención a las fuentes fiables”. En cualquier caso, desde Facme, en el marco del
Plan contras las pseudociencias del Ministerio de Sanidad, consideran conveniente “incluir estos criterios de información de calidad” en dicho plan.
Constitución de sinergias
Por su parte, el vicepresidente del Consejo General de Colegios de Médicos (Cgcom),
Tomás Cobo, considera que la propuesta de incentivar el uso de sellos de calidad informativa es “adecuado”, al igual que “
crear sinergias para informar, divulgar y proteger a la población en el ámbito de la pseudociencia”.
Del mismo modo, coincide con Carballo en la necesidad de crear
“corrientes de opinión” en favor de la ciencia y la Medicina como barrera contra las informaciones falsas. De hecho, ha puesto en valor que en
Europa se haya creado en los últimos años una corriente contra la pseudociencia, algo que ha influido, a su juicio, en el hecho de que países como
Francia o
Reino Unido ya no incluyan terapias pseudocientíficas en las carteras de servicios de sus sistemas de salud.
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