Elda Martínez, Daniel Filgueira, Carlos Yebra, Juan Carlos y Verónica Olmo.
Durante el
31 de octubre se celebra una de las festividades más populares entre la población, donde el
miedo y los sustos toman protagonismo en una noche marcada por disfraces de series y
películas de terror. Dentro del
ámbito sanitario, sus integrantes también viven su propio
Halloween desde que comienzan su periplo como estudiantes hasta que se convierten en especialistas. Las dudas sobre si son lo suficientemente buenos para
cursar Medicina o si son capaces de dar el mejor tratamiento a un paciente que lo necesita se convierten en
los miedos más habituales entre estos profesionales.
Elda Martínez, estudiante de primer curso, reconoce a
Redacción Médica que uno de sus
mayores temores es sentir que no es lo “suficientemente buena” para cursar Medicina. "Hemos entrado aquí después de luchar mucho, consiguiendo una nota muy alta y estamos ahora partiendo de cero. Pero ves a la gente y te sientes muy inferior a la media. Los compañeros van muy rápidos en el aprendizaje y a veces dudas de si no eres lo suficientemente buena para estar en la universidad”, se ha sincerado.
En cursos más avanzados, el pensamiento de Martínez sigue presente, pero se transforma en un miedo a “no dar la talla” o a “no estar a la altura” de las expectativas y exigencias que se demandan en el mundo laboral. Así lo ha reconocido el estudiante de sexto de Medicina
Daniel Filgueira, quien asevera que este sentimiento es “muy común” entre los universitarios.
Los mayores miedos en Medicina
Asimismo, Filgueira ha querido visibilizar otro temor que considera ‘
tabú’ y que también está muy presente entre los estudiantes de Medicina: la incertidumbre de no encontrar tu lugar dentro del sector sanitario.
“Esto es algo que yo he sentido durante mis estudios. El pensar que igual estoy errando si escojo especialidades como
Pediatría o
Cardiología y luego me doy cuenta de que ese no es mi sitio y no estoy cómodo. Aún así, he aprendido durante este último año que no existe un lugar exclusivo para nadie y que, prácticamente, en cualquier rama nos podemos adaptar. Solo es cuestión de tiempo”, ha explicado.
Tras superar la barrera del
examen MIR y convertirse en residente, esos miedos se transforman y se relacionan directamente con la
calidad asistencial que se ofrece a los pacientes. Para el
R2 de Cardiología y creador del pódcast ‘Medicina con cabeza’,
Carlos Yebra, uno de los mayores temores que tiene actualmente es
confundir los síntomas de una persona que necesita su ayuda y no poder ofrecerle el tratamiento más eficaz que garantice su salud.
“Los pacientes no son libros. Cada uno tiene sus síntomas y, muchos de ellos, presentan también otro tipo de patologías que pueden llegar a confundirte. Las pruebas diagnósticas no siempre son confirmaciones y el saber cómo manejar al paciente y no equivocarte en el tratamiento es el mayor miedo que un residente puede tener. Aún así, yo creo que esa seguridad y conocimiento te lo da la experiencia”, ha aseverado.
'Terror' a equivocarse durante las guardias médicas
Además de lo expresado por Yebra, el R3 de
Endrocrinología y Nutrición Juan Carlos ha subrayado que uno de sus mayores miedos es
equivocarse en una guardia con alguna patología de su especialidad.
“La gente espera que manejes todo al dedillo por ser tu área, pero se olvidan de que eres un MIR en aprendizaje y que son las 5 de la mañana, ya llevas varios pacientes graves y tu cerebro no da para más”, ha resaltado.
En cuanto a la propia atención de un paciente, Juan Carlos ha deslizado que otro de los temores que tiene durante su labor como médico es tratar con
enfermos cirróticos. “Son bombas de relojería, pueden estar genial y al rato estar de viaje. Me dan mucho respeto. Prefiero llevar diez pacientes no cirróticos a uno que lo sea”, ha añadido.
Tras terminar el MIR y
convertirse en especialistas, las dudas y los miedos se reducen, pero no desaparecen por completo. En el caso de la médica de Familia
Verónica Olmo, su mayor temor es
equivocarse en el diagnóstico de un paciente que tenga una enfermedad grave. “También me da terror no estar a la altura de una persona que sufre o enfrentarme a una emergencia vital sin conocer lo que ha sucedido y que nadie te pueda explicar nada”, ha concluido.
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