Hace 3 días atendí a un chico en coma a consecuencia de una agresión brutal. Los agresores, que ya habían estado provocando y buscando problemas, esperaron a que quedara alejado de sus amigos y se ensañaron con él, huyendo tras dejarlo inconsciente y malherido. Parece ser que ya tenían antecedentes policiales.
Trabajamos y peleamos como locos para estabilizarle. Tuve que informar a la horrorizada madre. Traté de darle ánimos, de aliviar algo su angustia, de ayudarla en lo poco que pude. Todo el equipo sanitario quedó impactado.
Horas después mi hijo salió corriendo hacia la carretera tras un balón y fue atropellado, rompiendo la pierna. En pocos segundos llegó gente y más gente queriendo ayudarle. El conductor, que no pudo evitar el atropello, se bajó inmediatamente, llamó al 112, estuvo a su lado en todo momento, nos acompañó al hospital, estuvo allí hasta las 4 de la mañana. Lloró, pidió entrar a verle, le abrazó y le pidió perdón, me pidió que le informara en todo momento de lo que ocurría.
A la misma hora a la que yo estaba en un hospital dando gracias porque a mi hijo no le había ocurrido algo irremediable, aquella madre velaba en otro hospital a su hijo que se debatía entre la vida y la muerte.
Al poco de saber que la lesión de mi hijo tendría una solución más sencilla de lo que se había temido en un inicio, supe que las lesiones de su hijo en coma eran peores de lo que parecían.
A la vez que lloré aliviada por mi hijo, lloré angustiada por el suyo.
Un hombre bueno e inocente ha estado sufriendo por haber hecho daño sin querer a un niño imprudente. Unos chicos han arruinado la vida de un chaval y de una familia estupenda sin sentido, sin piedad ni remordimientos.
Yo he sido agraciada con la cara de la moneda del destino, y he sido testigo de la parte más humana de gente desconocida. Al mismo tiempo otra madre está viviendo la cruz. Y no por un accidente o enfermedad inevitables, sino por culpa de los impulsos más bajos, violentos y miserables de otros desconocidos.
Qué incierta y frágil es la vida. Y qué terrible raza es la humana, capaz de lo mejor y de lo peor.
Y ninguno somos inocentes del todo. Son muchos los problemas, muchas las circunstancias y muchos los culpables, por acción u omisión, de que algunas personas puedan llegar a ser y a hacer algo así.
Mucha fuerza, chaval. No dejes de pelear. Un fuerte abrazo de una madre que no puede dejar de pensar en ti y en la tuya. Venga, tío.