La mortalidad en las personas mayores de 65 años en Europa es ochenta veces mayor que la de las menores de 45.
La
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) otorga un papel clave a los
fenómenos demográficos a la hora de analizar el
exceso de mortalidad. En un estudio, determina que, si, entre 2020 y 2022, en plena pandemia de coronavirus, se hubieran tenido en cuenta factores como el envejecimiento poblacional y la migración, el cálculo de las tasas de mortalidad -que no las muertes- habría arrojado resultados entre un 5 y un 14 por ciento más bajos.
En el informe se destaca que los
datos de mortalidad analizados durante la pandemia se basaron en una estandarización de la sociedad, es decir, en la comparación del número de
muertes registradas durante un periodo determinado -ya fuera a la semana, al mes o al año- sin tener en cuenta
factores de variación demográfica y con respecto a un promedio de referencia del mismo periodo de años previos.
Sin embargo, la pandemia no detuvo en aquellos años la tendencia previa de
cambios en el tamaño y la estructura de la población de los diferentes países, principalmente, fruto de los dos factores antes apuntados: el
creciente envejecimiento poblacional y de los movimientos migratorios.
Para la
OCDE resulta clave añadir esas variables a la ecuación por su “influencia significativa cuando se comparan valores absolutos”. Por ello, lo que se hace en el estudio es revisar la metodología aplicada en su momento para medir las
tasas de mortalidad y calcularlas teniendo en cuenta esas tendencias demográficas.
La mortalidad de la población mayor es 80 veces mayor que la de la joven
Para hacer ese cálculo ajustado, se dividió a la población en tres grupos de edad -hasta 44 años, entre 45 y 64 y más de 65-, también desglosados por sexo, de cara a “garantizar la mayor cobertura posible” incluyendo a todos los países de la OCDE. Hay que tener en cuenta que, de media,
la tasa de mortalidad es en torno a ocho veces mayor entre las personas de 45 años a 64 respecto a las menores de 45, y ochenta veces mayor entre las de más de 65 en relación a las del grupo más joven.
El estudio recogió datos medidos con frecuencia anual o trienal, lo cual da pie a cierta estandarización de la información, según advierten desde la OCDE. La organización explica que el seguimiento de los datos semanales sobre muertes da como resultado una variación de “una magnitud mucho mayor”, dado que algunos países experimentaron en momentos concretos
“picos significativos en mortalidad” que causaron “presiones agudas sobre los sistemas de salud y los servicios de emergencia”.
La OCDE no resta importancia al impacto del coronavirus
A pesar de ese menor exceso de mortalidad derivado de esa relectura, la OCDE destaca que “las estadísticas ajustadas sobre la mortalidad no deberían llevar a la complacencia ni
restar importancia al impacto de la pandemia”, cuya tasa de fallecimientos aún se mantenía en 2022 por encima de los niveles prepandémicos.
El documento también recoge conclusiones acerca de las
tendencias generales de mortalidad previas al coronavirus, que, en general, eran a la baja “en casi todos los países de la OCDE”. Por ello, se resalta que, de no haber estallado la pandemia, “se podría haber esperado” que ese descenso progresivo hubiera continuado entre 2020 y 2022.
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