Estudiantes preparándose para la EBAU en una biblioteca.
Los alumnos que aspiran a estudiar Medicina en alguna universidad española viven más pendientes que nunca de lo que dicten las urnas el próximo domingo. El acceso al grado de Medicina es
uno de los más exigentes del sistema universitario. A la
alta demanda hay que sumar que las notas de corte se sitúan cada año
en torno a los 13 puntos, cuando la calificación máxima que puede obtenerse de la media de Bachillerato y la
Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU) es de 14 puntos. Por ello, hay quien se queda a las puertas de lograr plaza en la primera convocatoria, la de junio.
Existe la opción de
volver a intentarlo en la convocatoria extraordinaria -Cataluña es aún la única comunidad en la que no se ha celebrado; será entre el 5 y el 7 de septiembre-, pero, con la mayor parte de las plazas ocupadas por quienes obtuvieron la nota suficiente en primera instancia, las opciones se reducen considerablemente. Es más,
conseguir la plaza en esta segunda convocatoria es casi quimérico: por ejemplo, en la Universidad de Santiago de Compostela la lista de espera es de unas
3.700 personas, y en la de Málaga, de más de 1.000.
Ante esa situación, la opción más viable es armarse de paciencia, estudiar de nuevo y volver a la carga al año siguiente. Sin embargo, a las dificultades derivadas de la alta demanda y las altas notas de corte ahora hay que añadir un nuevo hándicap: la de la
incertidumbre ante cómo será la Selectividad en 2024, algo que dependerá del signo político del Gobierno que salga de las urnas este 23J.
Un nuevo modelo para aunar criterios entre regiones
Hace ahora casi un año, a finales de julio de 2022, el
Ministerio de Educación presentó su propuesta para reformular el acceso a la universidad, basada en una
reducción de los exámenes que han de superar los aspirantes y con diversos cambios en las materias de las pruebas. La principal novedad era
la inclusión de un ejercicio general de madurez que supondría un
75 por ciento del examen y que sustituiría las pruebas sobre materias comunes. Los alumnos partirían de materiales como textos, imágenes, infografías o tablas para hacer un
“análisis desde diferentes perspectivas” y dar respuesta a varias preguntas abiertas.
El
25 por ciento restante correspondería al resultado de una prueba de una
materia específica obligatoria cursada en 2º de Bachillerato y escogida por el estudiante según la modalidad por la que se optara. Lo que sí se mantendría sería el peso que tendrían la nota el Bachillerato y la EBAU, que seguirían contando un 60 por ciento y un 40 por ciento, respectivamente.
Desde el Educación se explicó que la nueva norma acercaría el sistema de acceso a la universidad hacia un
“modelo más competencial y con mayor homologación” entre las comunidades autónomas. La idea era empezar a aplicar el nuevo modelo de EBAU en 2024, pero sólo en
fase intermedia, con una prueba dividida en cuatro ejercicios: uno de Historia de España, otro de Filosofía, otro de una materia de la modalidad escogida y el último, un examen de madurez con destrezas lingüísticas. Cada uno contaría un 25 por ciento de la nota final de la EBAU. A partir de ahí,
el sistema se adaptaría progresivamente hacia el nuevo modelo, que quedaría
implantado definitivamente en 2027. Pero todo quedaba supeditado al consenso entre los responsables estatales y regionales en materia educativa.
Retrasos y falta de consenso que invitan a la incertidumbre
El pasado diciembre,
el Ministerio de Educación decidió cambiar sus planes y aplazar la entrada en vigor de su reforma de la EBAU ante la
falta de consenso en la comisión técnica celebrada ad hoc. Según se indicó, las quince comunidades autónomas solicitaron que el proceso de implantación progresiva del nuevo modelo comenzara no en 2024, sino en 2025.
El
Partido Popular anunció, en un comunicado, que
rompía las negociaciones con el equipo de la ministra
Pilar Alegría, al que acusó de no haber incluido ninguna de sus propuestas para poner en marcha un único modelo de evaluación en toda España.
Meses después, el pasado mayo, después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, convocara elecciones generales para el 23 de julio, el Ministerio de Educación y Formación Profesional anunció que
paralizaba la aprobación del real decreto de la nueva EBAU por
“responsabilidad” al entender que lo “más lógico” es que el nuevo Gobierno sea el que dé luz verde, si así lo considera, a la normativa. Eso sí, desde el Ministerio de Alegría se aseguró que, antes de que acabara la legislatura, se dejaría "completamente terminada” la tramitación del real decreto.
La cuestión es que, si nos atenemos a los precedentes en las negociaciones, en las que el acuerdo entre las partes implicadas ha brillado por su ausencia, la reforma de Alegría podría
caer en agua de borrajas en caso de que el PSOE no se mantuviera en el Ejecutivo. Y, teniendo en cuenta que el modelo de evaluación condiciona la manera de prepararse para afrontarlo, los aspirantes a acceder al grado de Medicina esperan novedades sumidos en el
limbo de la incertidumbre.
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