El exsecretario general de Sanidad, Rubén Moreno.
El
drama de la hepatitis C cambió de rostro en 2015. La irrupción de los
tratamientos antivirales de acción directa ofreció por primera vez a los pacientes una oportunidad para vencer a la enfermedad. Sin embargo, el elevado coste de estos fármacos en el mercado internacional abrió una brecha difícil de salvar para las economías occidentales. Una
negociación a contrarreloj con la industria farmacéutica y un plan estratégico para abordar la patología permitieron entonces a
España salvar todas las barreras y convertirse en un ejemplo que luego terminarían replicando el resto de sus vecinos europeos. Era el principio del fin de la enfermedad.
Rubén Moreno fue uno de los artificies de este cambio de paradigma. El médico fue nombrado
secretario general de Sanidad apenas unos meses antes como parte del equipo del ministro del Partido Popular,
Alfonso Alonso. Su aterrizaje estuvo marcado por la amenaza del
ébola que acaparaba el foco mediático del sector, pero que no causaba tantos estragos. “En seguida nos dimos cuenta de que
había un problema de mayor envergadura que era la crisis de la hepatitis C, de la que no hablaba tanta gente, pero en la que todos los pacientes estaban muy preocupados", ha relatado a
Redacción Médica.
La lucha contra la enfermedad hasta la fecha había estado condicionada por el uso de
medicamentos con una reducida eficacia y que generaban, en muchos casos, efectos secundarios que llevaban a los enfermos a abandonar el tratamiento. Esta realidad condicionaba la esperanza de vida para los afectados que podían acabar falleciendo como consecuencia de problemas derivados como
cirrosis o hepatocarcinoma. Solo en España se había diagnosticado a cerca de 95.000 personas.
En ese contexto aparecieron los primeros tratamientos virales con
eficacias superiores al 97 por ciento. Sin embargo, su precio rondaba los
60.000 euros por paciente en un contexto de crecimiento exponencial de los contagios. “Algunos países establecieron una moratoria de un año con el objetivo de analizar su seguridad y eficacia. Pero lo cierto es que
lo hacían porque aquello era inasumible”, ha apuntado Moreno.
La negociación con la industria farmacéutica
El secretario de Sanidad, que en aquel momento presidía también la
Comisión Interministerial del Precio de los Medicamentos (CIPM), fue uno de los encargados de abrir negociaciones por separado con los diferentes proveedores de los antivirales para tratar de llegar a un acuerdo que permitiera democratizar su uso. “En seis semanas, a contrarreloj, logramos reducir el precio que tenía entonces
de 3.050 millones a 721 millones”, ha expuesto.
Para lograr la reducción del precio tuvo que aplicar por primera vez los denominados
‘acuerdos de sostenibilidad’ en cuatro categorías diferentes: riesgo compartido, techo máximo de gasto, coste máximo por paciente y el acuerdo precio-volumen. Una estrategia que hasta la fecha
no se había llevado a cabo para la implantación de ningún medicamento en el Sistema Nacional de Salud (SNS).
"Las empresas entendieron que ellas podían esperar pero que los pacientes no"
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La otra pata de la mesa pasó por el desarrollo del
Plan Estratégico para el Abordaje de la Hepatitis C que el Gobierno aprobó y llevó al Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Entre sus claves, figuraba el despliegue de un
registro sobre el número de pacientes afectados, el desarrollo normativo de las
prioridades en la estrategia terapéutica o nuevas medidas de coordinación e investigación sobre la patología.
Moreno ha reconocido que en aquel momento uno de los retos más difíciles fue convencer a los propios pacientes de que iban a contar con una
“respuesta rápida” contra la infección, después de las dificultades que habían tenido las administraciones públicas en los años previos. Con el paso del tiempo, el plan
ha permitido alcanzar a más de 160.000 pacientes. “Todo el mundo coincide que este éxito no tiene parangón en la historia sanitaria de nuestro país”, ha celebrado.
El futuro de la hepatitis C en el SNS
Los buenos resultados colocaron a España como uno de los países en cabeza en la
carrera por erradicar definitivamente la enfermedad, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMC) tiene previsto para el año 2030. Sin embargo, el que fuera secretario general de Sanidad considera que todavía es necesario seguir haciendo esfuerzos para alcanzar a los
20.000 pacientes que, según sus cálculos, no han llegado a ser diagnosticados en el país.
El médico y científico cuenta con su propia receta para conseguirlo. Por un lado, ve necesario que se realice una
estrategia de cribado por edad que permita que todos los ciudadanos se hayan hecho un
análisis del marcador de la hepatitis C alguna vez en su vida. Por el otro, un análisis más pormenorizado de los
colectivos “vulnerables” que mayor riesgo de infección activa tienen, pero que habitualmente no hacen uso del sistema sanitario.
Con esta estrategia doble, Moreno vaticina que los 20.000 pacientes pendientes de diagnóstico podrían recibir un antiviral en cuestión de meses y sortear definitivamente la patología. “Es más que razonable pensar que
la hepatitis C puede desaparecer de España en 2024 o 2025. Sería el epílogo de la historia de éxito”, ha concluido justo en la jornada que se celebra el
Día Mundial contra la Hepatitis.
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