El principal problema es que no se puede predecir la respuesta inmunológica del paciente



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Marcos Domínguez. Madrid

Susana Gómez, responsable médico de Inflamación de Pfizer, con Alejandro Balsa.

Con la llegada de las terapias biológicas, la respuesta del sistema inmunitario cobra una importancia crucial. Y es que al ser moléculas de gran tamaño, éste las reconoce y puede elaborar una respuesta defensiva, que desemboca en la necesidad de aumentar la dosis progresivamente para obtener el mismo efecto, lo que aumenta el coste del tratamiento. Por ello, desarrollar un mayor conocimiento sobre la inmunogenicidad en las terapias biológicas, en qué pacientes se desarrolla una reacción inmune y en quiénes no, puede ahorrar costes para el sistema.

“La terapia biológica es muy cara”, explica Alejandro Balsa, jefe de la Sección de Reumatología de La Paz, “y el coste de determinar la inmunogenicidad es mínimo comparado con el de aumentar la dosis del fármaco”. Balsa ha presentado los resultados de un estudio sobre este tema y el escalado de las dosis de terapias biológicas en artritis reumatoide, elaborado por Adelphi Research en colaboración con Pfizer, basado en encuestas a reumatólogos (los más habituados al tratamiento con terapias biológicas) de España, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y Reino Unido. Una de las principales conclusiones es que una media del 15 por ciento de los pacientes muestra una falta de respuesta secundaria al tratamiento.

La concienciación de los profesionales españoles sobre la necesidad de conocer el perfil inmunogénico y una dosis estable de la terapia es mayor que la de sus colegas europeos: un 74 por ciento considera que ello mejoraría la atención al paciente, porcentaje que baja al 38 por ciento entre sus colegas holandeses, y al 54 por ciento entre los alemanes.
La mitad de los reumatólogos españoles también piensa que tener en cuenta el perfil inmunogénico ahorraría costes en el tratamiento de la artritis reumatoide, y un 68 por ciento afirma que el aumento de dosis conduce a una mayor carga de trabajo. “En España estamos más concienciados”, explica Balsa, “porque cada tres meses tenemos que presentar los gastos del Servicio al gerente del hospital”. Por eso nuestro país es uno de los pioneros en el abordaje de la inmunogenicidad: “Estamos atentos al mínimo signo de fracaso de una terapia para cambiarla”.

No hay estudios sobre ahorro

Siendo un tema relativamente nuevo (la EMA solo ha pedido estudios de inmunogenicidad a las terapias biológicas desde hace algo más de un lustro) todavía queda mucho por saber, sobre todo, a la hora de predecir si un paciente generará una respuesta inmune o no. No obstante, con las moléculas más modernas (las que utilizan proteínas recombinantes de origen humano), la tasa de respuesta inmune ha pasado de un 40-50 por ciento a un 10 por ciento.

Por la novedad, tampoco hay estudios que hayan evaluado el impacto económico de la inmunogenicidad en el gasto por paciente, “y los que hay se basan en modelos que son extrapolados a la realidad”, comenta Balsa, que se muestra confiado en que poco a poco se vaya mejorando el conocimiento de este concepto vital y poco investigado. Por el momento, la Comisión Europea ha invertido tres millones de euros en un programa para desarrollar estudios relacionados con este tema, si bien “las autoridades reguladoras siempre han ido por detrás en estos asuntos”, algo que está cambiando poco a poco.
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