José Luis Jiménez, profesor de Química y Ciencias Medioambientales en la Universidad de Colorado, Estados Unidos.
Hasta ahora,
limpiar y desinfectar era una de las medidas principales en la lucha contra el
Covid-19. Desde la
suela de los zapatos hasta la ropa o los
productos del supermercado, todas las superficies eran susceptibles de contener el virus y por tanto, ayudar a propagar los casos entre las personas en un mismo espacio. Un año después, no todo el mundo está de acuerdo con esta teoría.
Una vez comprobado que el
Covid-19 se transmite por
vía aérea, la
desinfección de los espacios constituye una "pérdida de tiempo y dinero" en palabras de José Luis Jiménez, profesor de Química y Ciencias Medioambientales en la
Universidad de Colorado, Estados Unidos. "Nos dijeron que estaba en las superficies y
hemos desinfectado como locos. Yo el primero", explica, aunque los estudios, desde "mayo", apuntan en otra dirección. Por contra, defiende, las pruebas de que el
Covid-19 se transmite por vía aérea, son "abrumadoras" y los brotes de "superpropagación son claros".
La propia
Organización Mundial de la Salud ya "admitía en su informe de junio que había
cero casos por transmisión en superficies aunque pensaban que era plausible", detalla Jiménez. Meses después, la cifra se mantiene invariable, tal y como demuestran diveros estudios e incluso editoriales como el de la revista científica
Nature en los que se sigue apoyando la
baja transmisibilidad del virus a través de objetos. "No es imposible pero
no es muy probable", según el experto.
Menos desinfección y más ventilación
Esto hace "fundamental" una
reestructuración y adaptación de las medidas existentes, eliminando aquellas
"inservibles" o poco eficaces como la
desinfección y limpieza diaria. "Hay que dejar de hacerlo".
Tampoco tendrían sentido las "mamparas laterales" entre personas. "Si enciendes un cigarro, aunque haya un cristal, tú vas a oler el humo igual", señala a modo de ejemplo. Sí que resultan útiles, puntualiza, para evitar "contacto cercano" en sitios públicos ya que
ayudan a parar el flujo del aire directo. En estos casos, el riesgo de contagio es mayor por vía aerosoles que por gotas "proyectiles", con una capacidad de tranmisión "más baja". "Una persona no puede infectar a 30 o 50 a través de gotas".
"En vez de comprar una botella de lejía es preferible comprar una mascarilla mejor"
|
Este tipo de precauciones constituyen, en su opinión, la definición "perfecta" de la
sensación de falsa seguridad y solo "tendrían sentido" en los espacios con mayor presencia del virus como
hospitales, centros sanitarios o "como mucho" en el transporte público.
"Estamos
gastando el dinero y el esfuerzo en cosas que no sirven para nada y las cosas que sirven las estamos
menospreciando", opina este experto en aerosoles, a favor de focalizar los esfuerzos en medidas "eficaces" como la
ventilación y la instalación de
medidores de CO2 o
filtros HEPA.
Como prueba, señala el caso de algunas escuelas, en las que se destina un "coste enorme" a la limpieza y a productos como lejía, en vez de destinar ese presupuesto a la instalación de medidores de CO2. "Lo que no tiene sentido es
gastar el 95 por ciento de los recursos en una cosa que
genera entre el 0 o el 10 por ciento de los contagios. Hay que invertirlo en aquello que causa la mayoría de casos". Es decir, "en vez de comprar una
botella de lejía es preferible comprar una mascarilla mejor" o un
dispositivo que permita medir el CO2 públicamente "en todos los sitios donde se comparte el aire".
Mantener lavado de manos y mascarillas con "buen ajuste"
Más que desinfectar las superficies, Jiménez, considera que lo primordial es
lavarse las manos después de estar en contacto con ellas. "No sabemos que el riesgo por esta vía sea cero y además este hábito
previene otras enfermedades", destaca, partidario de mantener esta medida "por un principio de precaución". Aun así, Jiménez asegura que el contagio sigue siendo "poco probable" ya que este tipo de virus "que están recubiertos de líquidos" sobreviven
5 minutos en las manos. "Tendrías que tocarte el
interior del ojo, de la nariz o de la boca en ese periodo y además tampoco se transfierere muy bien".
Las
medidas de desinfección no solo resultan "innecesarias", apunta, sino que a veces pueden
llegar a ser peligrosas como en los casos de
intoxicación por gel hidroalcohólico o los locales que utilizan
ozono con presencia de personas. "Solo sirven para desinfectar superficies con lo cual no solo son inservibles sino que son un riesgo cuando hay gente."
El catedrático también aboga por
reforzar el uso de mascarilla, atendiendo especialmente a
su "ajuste". "Hay gente que se pone cualquier trapo con agujeros y la lleva de decoración", critica Jiménez, convencido de que la colocación es "el problema clave" que existe en el uso de estos elementos de protección. El hueco que se crea entre el rostro y la mascarilla, aunque solo supone el
2 por ciento del área cubierta, deja pasar
"la mitad del aire sin filtrar", por lo que, es necesario "apretar bien la mascarilla". Para comprobar si el ajuste es correcto, la mascarilla debería dejar "una pequeña marca" en la cara al retirarla.
Explicar el por qué de las medidas...
Para Jiménez, parte de los problemas que se han tenido para controlar esta pandemia están relacionados con los
"muchos recursos" que se han gastado en
"vías de transmisión poco importantes" mientras se igoraban otras medidas de protección más efectivas. Según el experto, eso se debe a un problema de base: el dogma de que es "casi imposible" que las
enfermedades se transmitan por el aire, instaurado en 1910 por Charles Chapin. Con la llegada de la pandemia, solo había pruebas asentadas con respecto a la
viruela, la gripe y el sarampión. Por tanto, en el caso del Covid-19, también ha llevado meses demostrar esta vía de transmisión.
Como experto, Jiménez es consciente de lo difícil que es convencer ahora a toda la población de que
desinfectar "no resulta necesario", después de meses incorporando este hábito y el "miedo" existente en cuanto al contagio. "Lo más importante es
explicar el por qué de las medidas. Con tanto cambio la gente se hace un lío y surge el negacionismo".
En el caso concreto de España, es "crítico" que sea la
OMS la que cambie sus recomendaciones, para que las autoridades nacionales y las autonomías hagan lo propio. Y es que nuestro país, según el catedrático, cumple con "sus directrices a rajatabla" en vez de implementar medidas propias y a veces más severas como ocurre en Estados Unidos.
Allí, la estrategia parece avanzar gracias a la insitencia de Jiménez y otros 12 científicos, apoyados por varios congresistas, para que el
Centro de Control y Prevención de Enfermedades, CDC según sus siglas en inglés,incluya en sus recomendaciones las medidas de control "necesarias" para evitar el "grave riesgo" que supone el contagio por inhalación de SARS-CoV-2.
Las informaciones publicadas en Redacción Médica contienen afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios. No obstante, ante cualquier duda relacionada con su salud, consulte con su especialista sanitario correspondiente.