Un ciudadano porta varias mascarillas.
El
Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades ha elaborado un nuevo estudio sobre si se debe obligar o no a los ciudadanos a un
uso generalizado de mascarillas con el fin de reducir la transmisión del
coronavirus Covid-19.
En esta investigación, que se centra en el uso de este material en
personas asintomáticas o presintomáticas, los investigadores explican los pros y contras de llevar a cabo la obligatoriedad del uso de la mascarilla. Concretamente,
dan cuatro argumentos a favor y seis en contra.
Argumentos a favor del uso de la mascarilla:
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Existen pruebas de que las personas con síntomas leves o asintomáticas contribuyen a propagar el Covid-19. Las mascarillas pueden considerarse un medio complementario a las medidas existentes para reducir los contagios.
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Cada vez hay más pruebas de que la propagación del SARS-CoV-2 es mayor justo antes de la aparición de los síntomas y durante los primeros siete días.
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Las mascarillas se utilizan en varios países de Asia y se han vinculado a un riesgo ligeramente menor de SARS entre personas sin contacto conocido con pacientes durante la epidemia de 2003.
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Las mascarillas de tela se pueden producir fácilmente, son lavables y reutilizables.
Argumentos en contra del uso de la mascarilla:
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Hay escasez de mascarillas. Su uso debe ser prioritario para los profesionales sanitarios.
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Escasez de pruebas de que las mascarillas no médicas son eficaces frente a los contagios.
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Usar mascarilla puede crear una falsa sensación de seguridad, lo que lleva a la relajación de el distanciamiento físico y el aumento la frecuencia de los tocamientos de la cara.
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Deben ser cuidadosamente colocadas para evitar la autocontaminación.
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Hay grupos de población que no las toleran, como los niños.
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No hay normas establecidas para mascarillas no médicas utilizadas como medios de control de la epidemia.
Uso de mascarillas en espacios cerrados
El estudio concluye que lo que sí podría considerarse es el
uso mascarillas en espacios cerrados y concurridos, como tiendas, centros comerciales o cuando se utiliza el transporte público.
Si bien, el uso "debe considerarse sólo como una
medida complementaria y no como un sustituto de las medidas preventivas establecidas, por ejemplo, el
distanciamiento físico, el protocolo respiratorio, la
higiene meticulosa de las manos y la evitación del contacto con la cara, la nariz, los ojos y la boca".
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