Cuatro meses y medio después de que se descubriera un nuevo
virus que estaba afectando a los seres humanos cuyo origen parecía la ciudad china de
Wuhan, es mucho lo que se sabe ya del
coronavirus SARS-CoV-2 y su enfermedad asociada,
Covid-19.
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No obstante, su
evolución tan diversa en algunos casos –pues un 80 por ciento de ellos cursan la infección sin apenas síntomas– intriga a los investigadores, que buscan marcadores que predigan el
pronóstico de la enfermedad.
El Grupo de Análisis Científico de Coronavirus del
Instituto de Salud Carlos III ha elaborado un
informe sobre manifestaciones clínicas de la infección, en la que identifican “algunos valores de laboratorio como marcadores que ayudan a identificar a los sujetos que van a presentar formas más graves”.
Estos parámetros son la
disminución de los valores de linfocitos o el aumento de la concentración de distintas sustancias en la sangre: lactato deshidrogenasa, proteína C reactiva, ferritina, dímero D, troponina, creativa fosfoquinasa o transaminasas.
También figuran el aumento de la
velocidad de sedimentación eritrocitaria o el aumento del tiempo de protrombina.
Sin embargo, los autores del informe (Mayte Coiras, del Centro Nacional de Microbiología y Sergio Serrano, del Ramón y Cajal) indican que los parámetros más asociados con un mal pronóstico son la disminución de los valores de linfocitos y la
elevación de la concentración plasmática del dímero D.
Manifestaciones clínicas del Covid-19 grave
A pesar de que la infección por coronavirus parece tener como diana principal los pulmones “puesto que
la neumonía es la manifestación más grave que más frecuentemente se asocia a esta enfermedad”, se trata tan solo del punto de partida “hacia una diseminación por otros órganos y tejidos”.
Es por ello que la enfermedad causa un gran espectro de manifestaciones, como las siguientes:
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Alteraciones neurológicas (migraña, confusión, pérdida de consciencia, meningitis o ictus)
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Alteraciones cardiovasculares (arritmias, trombos, endocarditis o infarto de miocardio)
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Alteraciones hepáticas que producen un aumento de transaminasas en sangre
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Fallo renal agudo, con pérdida de sangre y proteínas por orina
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Modificación del tránsito intestinal (con la aparición de náuseas, diarrea y dolor abdominal)
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Pérdida del gusto y del olfato por daño en las células nerviosas de la zona nasofaríngea
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Conjuntivitis
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Afectación dermatológica con erupciones y urticaria (aparecen con más frecuencia en casos leves)
No obstante, la afectación que se considera más grave es la conocida como ‘
tormenta de citoquinas’, reacción exacerbada del sistema inmunitario que provoca colapso circulatorio, coágulos intravasculares y fallo multiorgánico catastrófico, que ocasiona la muerte del paciente.
Entre los principales factores que influyen en la evolución a una forma fatal de la enfermedad están la edad, el
género y la presencia de comorbilidades previas como las enfermedades cardiovasculares (especialmente la hipertensión), la diabetes, enfermedades pulmonares o hepáticas crónicas, cáncer o la obesidad.
Cómo actúa el coronavirus en el cuerpo
La infección por SARS-CoV-2 se produce al
inhalar microgotitas con carga viral que exhala una persona afectada. En el organismo, el virus puede acceder al interior de las células epiteliales de la mucosa nasal y faríngea a través del receptor de la enzima convertidora de la angeiotensina 2, ACE2.
Los síntomas iniciales (suelen ocurrir a los cinco días desde la exposición) son fiebre, fatiga, disnea, anorexia, tos seca, dolor de garganta, pérdida de gusto y olfato, rinorrea, malestar general, dolores musculares y dolor de cabeza.
Si el sistema inmunitario no es capaz de controlar la diseminación del virus, éste puede acceder a los pulmones, donde
las células de los alveolos expresan altos niveles del receptor ACE2 y, por tanto, son susceptibles a la infección.
Los alveolos dejan de cumplir eficazmente el intercambio gaseoso y el paciente puede dejar de recibir oxígeno en los niveles adecuados. Las células del sistema inmune inician la respuesta inflamatoria, dando lugar a la producción de líquido y pus que contribuye a la neumonía.
Su estado puede evolucionar hacia el síndrome de distrés respiratorio agudo,
momento en el cual el paciente necesitará de ventilación mecánica. En pacientes con enfermedad crítica (el 5 por ciento de los casos) se produce un fallo respiratorio agudo y disfunción multiorgánica.
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