Un reciente artículo en
The Lancet llamaba la atención sobre el
acoso sexual a las
médicos por parte del propio
paciente. Y es que las instituciones, por lo general, se han centrado en el vivido entre los propios
compañeros de trabajo o superiores.
“Estamos empezando a poner el foco en un problema que durante décadas estuvo
invisibilizado”, asegura Luz Martínez Ten, secretaria de Mujer y Políticas Sociales de la Federación de Empleados de Servicios Públicos de
UGT.
“Las
médicas, las
enfermeras y las
estudiantes nos dicen que existen estas situaciones y que no se denuncian, que se normalizan. Dejar de hacerlo, poner el foco en ellas y crear instrumentos para protegerlas es muy importante”.
La médico, ¿se siente segura?
Las autoras del artículo de
The Lancet -Elizabeth Viglianti, Andrea Oliveir y Lisa Meeks, de la Universidad de Michigan, EEUU- proponen un
árbol de decisiones, similar al utilizado en caso de discriminación racial, para abordar el acoso sexual por parte del paciente, que
equilibre la garantía de la atención médica y el derecho de la trabajadora a ejercer su profesión en un entorno seguro.
Parte de una sencilla pregunta: ante la acción del paciente, ¿se siente segura la médico? Si la respuesta es sí, el protocolo señala que se le pida “clara y firmemente” al paciente
que frene en su acción. Si este lo hace, se continúa con la atención médica.
Si este, en cambio, continúa con el acoso y la profesional no se siente segura, la guía establece que
salga fuera de la consulta y hable con un supervisor o un colega, rellene un informe y, tras ello, se considerará traspasar el paciente a otro facultativo, notificar esta acción y advertir al cuadro médico sobre el acoso.
Situaciones como piropos o comentarios incómodos están tipificados como "violencia del tipo 2", según Palomares, de CCOO
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Además, se deberá informar de las razones para la reasignación del paciente, considerando tanto la seguridad de la profesional como la garantía de que este paciente reciba una atención correcta.
Una situación poco clarificada
En España, los movimientos para prevenir y frenar las agresiones al personal sanitario incluyen también situaciones de acoso sexual, pero
no hay un protocolo específico asignado a ellas. “Es un terreno que no se ha clarificado mucho”, advierte Martínez, que señala que hay protocolos específicos en algunas clínicas y áreas de salud, pero dista mucho de ser algo generalizado.
Además, este tipo de situaciones son
enmarcadas en la prevención laboral en lugar de la violencia de género, “quitando el matiz de que, por el hecho de ser mujer, te están agrediendo”.
Ante piropos incómodos, insinuaciones indeseadas, Martínez Ten explica que lo primero es poner en conocimiento de la dirección del centro la situación “y después
denunciar al paciente”. UGT está trabajando para que otra persona, incluso el propio centro, pueda personarse en la denuncia, evitando la exposición de la víctima. “También se aconseja que busquen asistencia jurídica en los colegios profesionales”.
Violencia del tipo 2
En la Comunidad Valenciana se han incluido estas situaciones en su
Plan Integral de Prevención de las Agresiones en el Entorno Sanitario 2018-2021, explica Amparo Palomares, secretaria de Mujer y Políticas de Igualdad de la Federación de Sanidad de CCOO en la Comunidad Valenciana.
Situaciones de acoso sexual como
piropos o comentarios incómodos para la médica están tipificados como “violencia del tipo 2, que es la que comete cualquier paciente, persona usuaria o sus familiares acompañantes, contra personal del sector sanitario público de la Generalitat en el ejercicio de su profesión”.
La médico tiene que comunicar al mando intermedio, que lo hará llegar “sin demoras” al responsable del centro. Se prestará asistencia sanitaria (incluida la psicológica) a la víctima, bien a través de la mutua o, si es urgente, del propio servicio público de salud “aun sin haber cumplimentado el
formulario CAT [comunicación de accidente/incidente de trabajo]”.
Se registra la agresión, se abre una investigación y se le oferta a la víctima la vigilancia de la salud. También se da una
guía básica de orientación jurídica y se le informa de las diferentes opciones para recibir asistencia jurídica. Si procede, concluye Palomares, se comunica al juzgado.
Asistencia a domicilio
Visibilización y formación son los pasos previos necesarios para garantizar la seguridad de la profesional
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Martínez Ten, de UGT, pone el foco en dos entornos especialmente delicados para la mujer: las residencias y la atención domiciliaria. En estos ámbitos “hay medidas de prevención que aconsejan, por ejemplo, que haya
dos personas siempre presentes” durante la atención.
En algunos casos, como hombres con alzhéimer, “sabemos que puede haber momentos de desinhibición muy clara”. En estas situaciones, explica,
no solo se puede tener en cuenta el acoso sino que hay otras circunstancias añadidas, y los protocolos y guías de actuación tienen que tenerlas en cuenta.
Cuando la atención se produce en el domicilio del paciente, “aunque es un lugar de trabajo, es un
espacio privado al que accedes porque has tenido permiso de la otra persona”. Se trata de una situación en que la profesional sanitaria es especialmente vulnerable, “por eso estamos reclamando que el espacio en el que se atiende a las personas sea considerado espacio laboral, para que pueda haber una inspección y la trabajadora se sienta más protegida”.
La concienciación ante el acoso, lo primero
El principal escollo para afrontar las situaciones de acoso es la conciencia de que las sanitarias no tienen por qué pasar por ese mal rato. “Se normaliza, hay muchos casos en que la trabajadora a domicilio cuenta estas
situaciones que se toleran”.
Visibilizar los casos y formación para detectarlos y actuar en consecuencia (no solo la propia trabajadora sino todo el centro) son los pasos fundamentales para garantizar su seguridad en el entorno laboral.
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