Un mutualista reclama una solución para el concierto sanitario en pleno tratamiento

Funcionarios en vilo con Muface: "Me han detectado un tumor"
Antonio Salvador, exfuncionario de Correos.


25 ene. 2025 12:00H
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POR JULIA ROIZ
Un megáfono. Dos altavoces negros. Pancartas. Lemas gritados al unísono. Varios centenares de personas. La imagen típica de una concentración. Aunque con una particularidad. En una esquina, algo alejado de la multitud, se encuentra Antonio Salvador (Salamanca, 79 años). Este jubilado sujeta un cartel y una bandera, ésta última de su mujer, que se encuentra entre todo el barullo de gente. Ambos acuden a la convocatoria en defensa del modelo de Muface, el concierto sanitario que en los últimos meses se ha sumido en una crisis sin precedentes. “Es inhumano que nos hagan vivir todo esto”, denuncia Salvador.

— ¿Desde cuándo está usted en Muface?
— Desde hace 50 años. Cuando se creó. Y siempre con sanidad privada.
— Y, ahora, ¿se ha planteado cambiar a la pública?
— No puedo. Me han detectado un tumor de páncreas. No sé si Muface me seguirá dando asistencia sanitaria.

Aún con el ruido de fondo, con esos gritos de ‘Muface, sí, sí, sí’, ‘No somos mercancías, somos personas’ y el ya típico ‘Muface resistirá’ presente en todas las convocatorias, las emociones de Salvador afloran. “¿Qué va a pasar hora conmigo? ¿Van a obligarme a pasarme a la sanidad pública, que va a acabar colapsada, y retrasar todas mis pruebas?”, lanza este jubilado.

No hay, por el momento, una respuesta clara. Asisa, la única compañía que sigue presente en la puja por el concierto sanitario tras el ‘no’ de Adeslas y DKV, continúa estudiando los pliegos. De hecho, a pesar de las conjeturas que han comenzado a emerger en medios de comunicación y redes sociales, la compañía ha confiado a Redacción Médica que aún no ha tomado ninguna decisión.

Antonio Salvador, ese mutualista apartado, pero además reivindicativo en la concentración de Muface de este miércoles, se encuentra en esta entidad. Desde hace varios años (antes estuvo en Adeslas) hasta que decidió cambiarse a Asisa por el cuadro médico que ofrecía durante un periodo de permutas. Por entonces desconocía que tenía un tumor de páncreas, aunque su mujer tenía problemas de salud. “Lo hicimos porque ella tuvo un problema de riñón y la aseguradora tenía más recursos”, explica.

Los funcionarios claman por el fin de la crisis


Este mutualista rememora el momento en el que se adscribió a Muface. Corría el año 1975, en plena Transición. Él tenía 19 años y abandonó su ciudad, Salamanca, para vivir y trabajar en Madrid, donde iba a ejercer como funcionario de Correos.

Antonio Salvador cuenta que con 19 años se trasladó de su Salamanca natal a Madrid para vivir y trabajar. Desde entonces ha residido en la capital, y desde entonces ha tenido asistencia sanitaria privada con Muface. Cuenta que nunca optó por la pública. “Cuando me ofrecieron cambiar no lo vi claro. ¿Para qué?”, reitera.

Ahora su situación está en el aire. Asisa sigue barajando si se presenta o no para dotar de asistencia sanitaria a todos los mutualistas. Eso implicaría pasar de disponer de una cartera de 363.946 usuarios a un millón y medio de personas (sin contar con lo que suceda en el actual periodo de permutas, que se cierra este 31 de enero).

Las palabras de Salvador resultan tajantes: “No sé si Asisa se presentará a la segunda licitación. Ni si habrá una tercera como ya dice mucha gente. Lo que sé es que estoy desesperado”.

Su situación se repite entre los cientos de asistentes que acudieron a la convocatoria en defensa de Muface. Policías, inspectores, profesores y, sobre todo, jubilados. Fueron varios los que acudieron a la cita de este miércoles para reclamar al Gobierno una solución a la crisis del modelo sanitario.

“Estamos desamparados”. Esas fueron las dos palabras más repetidas durante la hora que duró la concentración. A ello se sumó otra. La misma que han reiterado los mutualistas desde el pasado 2 de octubre, cuando las negociaciones entre el Gobierno y las entidades aseguradoras se endurecieron: la incertidumbre.

Con esa incertidumbre cuenta Salvador que está viviendo los últimos días antes de conocer la decisión final sobre su asistencia sanitaria. Sobre Muface. Sobre el mutualismo administrativo. “Están jugando con nuestra vida”, remata mientras sujeta la pancarta que no ha soltado en los minutos que ha durado la conversación con Redacción Médica. En ella, sobre un fondo azul, del mismo color que el logo de Muface, y en letras blancas y rojas, se lee: ‘Jubilados con Muface’.

Salvador y su mujer cumplen con el perfil de los mutualistas: mayores de 55 y con notorios problemas de salud. Pertenecen a las cerca de 1,53 millones de personas (entre titulares y beneficiarios) que estos días viven en vilo por el futuro de su asistencia sanitaria.

“Si nos pasan a todos a la pública va a colapsar. Solo hay que mirar cómo están las listas de espera, las salas de urgencias... Tengo miedo, al igual que muchos otros, y el Gobierno no tiene intención de hacer nada por solucionarlo”, concluye este jubilado. De hecho, pone sobre la mesa, al igual que hicieron otros adscritos al modelo, una solución. Que los funcionarios sean parte de la mesa de negociaciones de Muface. Gobierno, aseguradoras y mutualistas. Tres patas para intentar resolver la ‘incógnita’ de la mutualidad.

Asisa, la llave para Muface


Muface, sin embargo, sigue en vilo. Y seguirá hasta el lunes 27 de enero, cuando Asisa, que es la única que sigue en la ecuación por el concierto sanitario, dará una respuesta. De hecho, fuentes de la compañía, en conversación con este periódico, han reiterado que el escenario de acudir en solitario “sigue siendo una posibilidad”.

Asimismo, otro aspecto que han matizado, de nuevo, es que todo apunta a que se dará una respuesta ese mismo lunes, a las 10.00. Es decir, el futuro de Muface no se conocerá hasta que se cierre el plazo de presentaciones para la segunda licitación del modelo.

Por tanto, Muface está en el aire. La partida no ha acabado. Y 1,53 millones de personas se han convertido en los espectadores de un juego que podría vivir sus últimos días.
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