Sandra Melgarejo / Imagen: Miguel Fernández de Vega
El desfibrilador subcutáneo S-ICD llegó a nuestro país en 2013. Durante este primer año, el cardiólogo electrofisiólogo Miguel Ángel Arias, del Hospital Virgen de la Salud de Toledo, es el especialista que más experiencia ha adquirido con el dispositivo en España, con cinco pacientes implantados, todos ellos “sin incidencias”. Aunque se muestra prudente y está a la espera de más evidencia clínica y estudios comparativos, reconoce que es optimista y que el uso de esta tecnología podría ampliarse.
¿Qué novedades aporta el desfibrilador subcutáneo respecto a los tradicionales?
La principal novedad que aporta, y lo que lo hace revolucionario, es que no tiene ningún tipo de contacto con el corazón. En los sistemas tradicionales, el cable que detecta el ritmo del corazón va anclado al endocardio, mientras que en el subcutáneo va totalmente por fuera del corazón. Eso supone una enorme ventaja, ya que todos los problemas relacionados con esos cables que van dentro del corazón y que, a la larga, pueden ser problemas de gran trascendencia para muchos pacientes –infecciones, fracturas de cables, hematomas, etc.– se reducen con este nuevo sistema.
¿Cuál es su experiencia con este nuevo desfibrilador?
En el Hospital Virgen de la Salud tenemos una experiencia limitada, pero no deja de ser la más amplia hasta la fecha en España. Se han implantado cinco sistemas en cinco pacientes y, por ahora, nuestra experiencia ha sido bastante buena. Siempre ha habido un consenso con el paciente al explicarle que era una nueva terapia y que, de acuerdo a su perfil, era lo más adecuado. Hace ya casi un año que implantamos el primero y seguimos periódicamente a todos los pacientes, que están bien y sin incidencias.
¿Qué datos avalan el uso de este desfibrilador?
El estudio más relevante publicado hasta ahora es uno diseñado por la Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA) para la aprobación del dispositivo –en Estados Unidos este tipo de sistemas ya se están implantando cada vez más– y también hay un registro europeo en marcha en el que está participando nuestro centro, que va a incluir a un número muy importante de pacientes y que nos va a dar una idea más real de cómo es la práctica clínica habitual con estos dispositivos.
Los datos principales de ambos estudios revelan que la eficacia de este sistema es bastante buena. Identifica muy bien y trata adecuadamente las arritmias. Todavía nos faltan más datos de seguimiento para ver más episodios de arritmias en vida real, pero la tasa de complicaciones en el implante es muy reducida y eso ha hecho que se esté ampliando incluso el perfil de pacientes: al principio se utilizaba en casos más extremos y ahora se está implantando en pacientes a los que ponerles este dispositivo no suponga un menoscabo respecto a un sistema intravenoso.
Entonces, ¿para qué pacientes está indicado?
Realmente, más que hablar de los pacientes para los que está indicado, creo que hay que hablar de para quién no está indicado. No está indicado para los pacientes que necesitan un sistema de desfibrilación y pueden beneficiarse claramente de un sistema intravenoso, como todos aquellos que tienen necesidad de estimulación del corazón –función de marcapasos– y un grupo importante de pacientes a los que se les implantan desfibriladores para mejorar la función del corazón –terapia de resincronización cardiaca–, aunque no tengan necesidad de estimulación permanente.
¿Cree que podría generalizarse el uso de este tipo de desfibriladores?
Habrá que esperar a los datos de seguimiento de estudios que están en marcha, incluso comparando los desfibriladores intravenosos con el subcutáneo. Es prudente esperar a tener esos resultados, pero soy optimista y creo que para muchos pacientes es una excelente opción.
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