Matías Real-López, psiquiatra.
15 sept. 2021 16:20H
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Matías Real-López, psiquiatra del Hospital Provincial de Castellón y perteneciente a Integra (Grupo de investigación sobre la salud mental de la infancia y la adolescencia de la Universitat Jaume I) forma parte del equipo de profesionales que ha tratado el caso clínico de un menor que tuvo que ser ingresado durante dos meses por su adicción al videojuego Fortnite. Se trata de un caso único del que no han encontrado precedentes. El profesional relata a Redacción Médica cuál fue el tratamiento en el hospital y la importancia de controlar el uso de las pantallas en niños y adolescentes.
¿Por qué se decidió hospitalizar al menor durante 2 meses?
La decisión del ingreso viene después de unos meses de seguimiento ambulatorio en los que iban fracasando todas las propuestas de abordaje que se planteaban. Fue necesario porque estaba aumentando el tiempo de exposición y dedicación a las pantallas, al mismo tiempo que abandonaba sus actividades tanto sociales como educativas. Incluso en el ámbito familiar se produjo un descuido importante de la higiene, de la alimentación y del sueño.
¿Cuando supistéis que era un caso único?
En su momento nosotros realizamos una búsqueda bibliográfica en las bases de datos científicas (IBECS, PubMED, PsyNet, PsycArticles y Google Academic) para ver si se había publicado algo que nos pudiese orientar sobre cómo abordar un caso tan grave. Encontramos artículos publicados del tema, pero no desde un punto de vista clínico ni recomendaciones de abordaje. Así que se planteó el ingreso siguiendo el modelo de desintoxicación para una adicción de algún tipo de sustancia, un abordaje que permitiese el aislamiento del entorno y de la conducta.
¿Cuál fue su tratamiento en el hospital?
Programamos un ingreso en el que las primeras semanas hubo un aislamiento total del entorno y del comportamiento. Con el objetivo de trabajar con el paciente la toma de conciencia y el análisis individualizado de cuál era su situación previa y a dónde había llegado progresivamente con este uso y abuso cada vez mayor de las pantallas.
Esto permitió, pasada esta primera etapa, poder retomar el contacto con su familia estrecha y, progresivamente, prepararle para volver al entorno. Siendo conscientes todos que el entorno era justamente donde desarrollaba la conducta problema, si estuviesemos hablando de una sustancia, hay que ir a buscarla habitualmente a un lugar o te la tiene que facilitar alguien; pero aquí estamos hablando de un comportamiento que uno hace en su habitación. Poderle ofrecer un acompañamiento y que se sintiese seguro, tanto él como la familia, fue por lo que nos planteamos que el ingreso tuviese una salida progresiva, que se alargó dos meses. Después continuamos con un seguimiento ambulatorio intensivo, pero sin necesidad del hospital.
¿Cuánto tiempo ha durado este proceso?
Han sido cerca de 18 meses desde que se comenzó en el ámbito ambulatorio a intentar ayudar a esta familia, hasta que finalmente ingresó. Después del ingreso continuó con el seguimiento hasta que se reincorporó a su centro educativo y fue dado de alta.
¿Cuántas horas al día podía estar jugando al videojuego?
Hubo días de hacer un completo: 24 horas jugando. Cada vez que llegaba a casa dedicaba tiempo a eso, empezó a jugar más por la noche y por la mañana le costaba levantarse. Eso empeoraba la asistencia educativa hasta que finalmente dejaba de ir. En los peores momentos llegó a estar un día entero jugando, o si no una media de 12 a 18 horas al día.
¿Él era consciente de que tenía un problema?
Él era consciente de las horas que jugaba, pero no de las consecuencias que eso le generaba. No queremos demonizar los videojuegos pero sí poner alarmas sobre potenciales riesgos. Estos juegos en línea se caracterizan por ser multipersonales y en algunos adolescentes con dificultades para las relaciones sociales pueden crear problemas a la hora de relacionarse. Ellos piensan que no, porque hablan a través del juego. Por otro lado, juegan desde distintas partes del mundo, no comparten el mismo uso horario, y esto contribuye a los desajustes horarios. Que un día decida comer en el teclado puede no ser preocupante, si es algo esporádico, pero si se convierte en una rutina que el juego ocupe o haga abandonar hábitos del día a día es cuando hay un problema.
Al final se produce una desconexión de la realidad.
Se produce un abandono de lo que son los hábitos saludables. Es lo que ocurre con muchas adicciones, no es tanto la sustancia o el comportamiento. En este caso, se ha intentado conseguir un uso normalizado y saludable acompañado del trabajo en habilidades sociales y recuperar todos los aspectos que había abandonado. Las pantallas están en todas partes, no se trata de no poder jugar, sino de reintroducirlas de manera supervisada.
Este menor se refugiaba en los videojuegos por un duelo no tratado de un familiar. ¿Qué otras situaciones pueden llevarnos a volvernos adictos?
Las adicciones pueden cumplir un papel cubriendo o ayudando a manejar un malestar emocional muy intenso. Hemos atendido casos de chavales y chavalas que ante el bullying o las dificultades en las interacciones sociales en vivo han dedicado mucho tiempo a las pantallas. Algunos pacientes con depresión usaban mucho tiempo las pantallas porque era una forma de anestesiar las emociones que estaban sintiendo.
¿Qué ocurre en el cerebro con estas adicciones?
Todavía hay que seguir investigando. Somos unos animales mamíferos que nacemos con el sistema nervioso todavía por desarrollar. ¿Cómo está el sistema para someterlo desde tan tempranamente a todos estos estímulos (pantallas, móviles…)?. Además, también estamos limitando la adquisición de la tolerancia a la frustración, que es algo básico para el desarrollo del humano adulto. Todos nacemos sin tolerar la frustración, de ahí, las rabietas de los niños cuando se les ponen límites. Mientras el mundo era analógico, cuando queríamos correr para obtener algo siempre había un tiempo de demora, ahora no es así. Siendo adultos lo podemos manejar mejor o peor, pero si estamos expuestos desde niños crecemos con la sensación de que podemos conseguir las cosas cuando queramos, sin ninguna demora.
¿Por qué los adolescentes son tan dependientes de las redes sociales?
Tiene que ver con las características propias de la adolescencia y pertenencia al grupo. Un adolescente necesita sentirse reforzado por su grupo y por aquellos a los que admira y las redes están diseñadas para estar buscando refuerzos constantemente (likes, interacciones, etc). Es importante que los niños y adolescentes sigan recibiendo refuerzos analógicos, que les digamos que está bien lo que han hecho, que les observemos, que les demos una palmadita, que les mostremos nuestro orgullo. Si no solo reciben refuerzos a través de las pantallas.
En esta misma línea, es necesario poner límites al uso de las pantallas desde el principio y hacer una introducción progresiva y supervisada. De acuerdo que son los nativos digitales porque han nacido con muchas pantallas en su entorno, pero también alrededor de muchos coches y no nos subimos a un coche sin enseñarles a conducir.
¿España tiene suficientes psiquiatras para abordar estos casos?
No. España está casi a la cola de psiquiatras y de psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, en comparación con los países de nuestro entorno y de la Unión Europea. Confiamos que con la reciente creación de la especialidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia se pueda ayudar a una progresiva mejora de recursos asistenciales. Hay muchas provincias que no cuentan con ellos y este es un problema para la asistencia sanitaria.
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