En estas imágenes se observan cambios en un área del cerebro, el fascículo accesorio, antes y después del entrenamiento musical.
20 dic. 2016 16:05H
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La práctica musical en periodos prolongados (al menos nueve meses) se refleja en nuevas fibras nerviosas en el lóbulo frontal del cerebro, la región que, cuando no funciona bien, da pie a trastornos neurológicos como el autismo pero también psiquiátricos como el desorden de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), entre otros.
Ahora un nuevo estudio demuestra esa relación entre la música y la génesis de neuronas y de asociaciones entre ellas (sinapsis) que, según se sabe, proporcionan habilidades cognitivas fundamentales para revertir alteraciones de la conducta como la propia del TDAH.
De ahí que se recomiende –aún más tras la demostración de este trabajo– que los niños con este trastorno estudien y practiquen el uso de instrumentos musicales.
Según ha explicado Pilar Díez-Suárez, jefa de Radiología del Hospital Infantil de México Federico Gómez, la investigación –a diferencia de otras publicadas– indica con toda precisión cómo suceden los cambios en la sustancia blanca del cerebro (atribuibles a las lecciones de música que reciben los menores) y dónde se forman las nuevas conexiones sinápticas.
De acuerdo con este especialista, no cabe duda de que la música, máxime en un niño con un trastorno del neurodesarrollo, “contribuye a mejorar el desarrollo del cerebro, optimizar la creación de nuevas redes neuronales y estimular los tramos nerviosos preexistentes en el tejido nervioso”.
Método, técnica y resultados de la investigación
Para llegar a estas conclusiones, los autores del estudio utilizaron una técnica de imagen conocida como tensor de difusión de imagen (DTI) del cerebro, un subtipo de resonancia magnética que calibra el grado de vibración captada en el espacio que rodea a las neuronas.
Según este movimiento vibracional se muestre más uniforme o, por el contrario, más aleatorio, se deduce si el cerebro es normal o está expresando una disfunción relacionable con el TDAH u otras patologías.
Tal movimiento se mide con la llamada anisotropía fraccional, una variable que, si aquél es uniforme, se presenta elevado (en cambio, si es más aleatorio, como sucede en el TDAH, es más bajo).
Los resultados de la DTI en este trabajo han revelado un claro aumento de ese parámetro que mide la vibración extracelular además de la presencia de fibras nerviosas más alargadas en diferentes áreas del cerebro pero, muy en especial, en una que los neurólogos y anatomistas conocen como el fascículo accesorio.
Pero lo esencial reside en que el entrenamiento muscular tendió a armonizar esa vibración del espacio que rodea a las células nerviosas acercando el perfil del cerebro del niño con TDAH al que se observa en el menor normal.
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