El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), Julio Bobes.
España no solo no ha cumplido el compromiso europeo, fraguado en Helsinki en 2005 entre todos los ministros de Sanidad comunitarios, de aumentar el gasto en salud mental del cinco al diez por ciento del total invertido en sanidad. La realidad es que ahora se debe de encontrar incluso por debajo de ese porcentaje. Pero ni siquiera se sabe con precisión ese dato desde que las autonomías han tomado el mando político del sector, como denuncia el entrevistado, que ejerce en la actualidad como
jefe de Servicio del Área Sanitaria de Oviedo y
catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de esta ciudad.
Tras estrenar el cargo en enero, ¿con qué se encuentra en la SEP?
Me encuentro con mucho terreno labrado. La SEP es una sociedad adulta que está muy centrada en el desarrollo formativo de los profesionales y dispone de programas al respecto preparados hace una docena de años.
Se trata de una Sociedad muy bien conformada que cuenta con un importante número de investigadores y clínicos, con muchos proyectos insertados en las recomendaciones europeas como la recertificación o la asistencia de calidad, entre otras.
Sobre la primera, ¿cuál es su posición?
Estamos totalmente de acuerdo y alineados con el acuerdo sobre ella que está a punto de firmarse entre la Federación de Asociaciones Científico-Médicas españolas (Facme) y los empleadores, esto es, las consejerías de Sanidad.
Es una regla que tenemos desde 2004 los profesionales médicos. Cuando se abra el plazo para hacer las recertificaciones, los profesionales contarán con mucho trabajo previo por nuestra parte para obtener su documento.
¿Va a relanzar con el Ministerio la Estrategia Nacional de Salud Mental?
Por supuesto.
¿Qué recorrido tiene el plan?
“España no solo ha incumplido el acuerdo de Helsinki, sino que ha bajado del gasto acordado”
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El plan parte de una reunión en Helsinki el cinco de enero de 2005, la Conferencia Interministerial de Salud Mental, que corrió a cargo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y fue cubierta por todos los ministros del ramo de la comunidad europea incluido el español, por entonces Fernando Lamata.
Todos los representantes comunitarios aceptaron entonces estar suspendidos, por así decirlo, en el desarrollo y planificación de políticas de salud mental desarrolladas hasta ese momento. Esto es, hubo un mea culpa en público: había que buscar una fórmula nueva y eso da pie a la Estrategia Europea de Salud Mental, un documento riquísimo, muy necesario y al que se adhirieron todos los políticos europeos, no era un acuerdo entre médicos o científicos.
España entraba en aquél ‘mea culpa’…
Sí, pero, incluso, la inversión que destinó a salud mental el país al año siguiente, 2005, era de alrededor del cinco por ciento del total destinado a la salud… y ahora es inferior.
¿Ha ido a peor?
Estamos gastando menos que en 2005, así que, al menos desde el punto de vista cuantitativo, no hemos mejorado. Tampoco lo han hecho otros países y la crisis económica tiene que ver en ello, claro está. Pero eran países que ya estaban por debajo en ese aspecto, nosotros no deberíamos haber bajado tanto.
¿Cuánto gasta exactamente ahora España en salud mental?
Es una buena pregunta porque no sabemos la respuesta. El desarrollo de las autonomías ha llevado a que las Consejerías no sepan con exactitud cuánto dedican a sanidad. Si me dirijo ahora mismo a cualquier consejero y le pregunto, me dirá: “Creo que estaremos en alrededor del 3,5 por ciento”, por ejemplo. Y eso no es una respuesta válida de un dato que hay que calcular.
¿A qué se debe eso?
A que son conscientes de que ha bajado la inversión y no quieren enseñar la oreja. No hay ninguno que presuma de que pasó del cinco por ciento de inversión en salud mental en los últimos años. No hay manera de que comuniquen el dato ni al Ministerio de Sanidad ni a nadie.
Por las razones que sean, llevamos una docena de años sin saber afinarnos a la estrategia europea. Es más: nosotros tardamos tres años desde 2005 en conseguir poner el documento traducido sobre la mesa, adaptado a la realidad de España.
“La Psiquiatría del niño y del adolescente, muy insuficiente en recursos, ha vuelto a quedar paralizada”
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Hubo un inicio tibio de las autoridades en este asunto y después vino la crisis. No somos capaces de poner a los políticos en el compromiso histórico firmado en Helsinki, que dice muy claramente lo que hay que hace, entre otras cosas coordinar las bases de datos de los distintos territorios. Ésta es la asignatura por trabajar más importante.
¿Qué se apalabró en Helsinki respecto al gasto?
Se acordó que, entre 2005 y 2010, se pasaría de una inversión del cinco por ciento al diez por ciento. Desde luego en España, como le digo, no solo no lo hemos cumplido sino que hemos perdido.
¿Y qué van a hacer al respecto?
Tenemos previsto abordarlo en pleno de la Comisión de Sanidad, tanto del Congreso como del Senado. Si no hacemos presión ahora, al final es algo que se olvida.
Además, tenemos prevista una reunión el día 20 con todos los intervinientes en el campo de la salud mental (pacientes, familiares, psicólogos clínicos, psiquiatras, enfermeras y auxiliares especializadas…). Todos trataremos de hacer presión para poner encima de la mesa algo que se recogió muy bien en 2005 y que no acaba de aplicarse.
¿Qué otra línea de trabajo va a priorizar?
“La crisis económica explica parte del olvido de la asistencia mental”
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La atención del niño y del adolescente. Es una parcela que tenemos poco desarrollada, con muchas insuficiencias de centros y de profesionales. Como sabe, reclamamos una especialidad al respecto que estaba incluida en el decreto de troncalidad que, hace un mes, anuló el Tribunal Superior de Justicia aduciendo que no estaba en orden su memoria económica. De modo que la Psiquiatría infantil vuelve a estar paralizada.
¿Qué trastornos psiquiátricos del niño y del adolescente demandan más atención en España?
Los trastornos mentales comunes, que son las enfermedades menos graves. Esto se debe a que la Psiquiatría pasó de tratar los desórdenes muy, muy graves dentro de las instituciones nosocomiales, donde estaba el ‘core’ de la Psiquiatría. Ahora la demanda de la especialidad es mucho mayor porque, cada vez, hay más consumo y demanda de atención psiquiátrica y salud mental, de modo que predominan en la consulta los trastornos leves o moderados como los de ansiedad o los cuadros depresivos.
Antes de presidir la SEP, hizo lo propio en la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB). ¿En qué se diferencia esta Psiquiatría de la general?
La Psiquiatría Biológica busca marcadores y soluciones orgánicas de la enfermedad.
¿Son disciplinas excluyentes?
En absoluto. Estamos bajo el paraguas de la misma fundación. Digamos que una es de gente que hace investigación centrada en el cerebro y su biología, y la otra tienen además en cuenta los factores psicológicos y sociales.
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