La psiquiatra infantil y juvenil Abigail Huertas.
Por supuesto, niños y adolescentes no son ajenos a la vorágine digital que envuelve a la sociedad. Esta realidad no es un problema en sí mismo “si la tecnología se usa de manera adecuada y supervisada”, matiza la psiquiatra infantil
Abigail Huertas, quien, sin embargo, reconoce que la evidencia científica actual “ofrece datos de
gran preocupación por el impacto” en la salud de los menores. Ella misma integra el comité de expertos que ha sentado las bases de la futura
Estrategia Nacional de Entornos Digitales promovida por el Ministerio de Juventud e Infancia, en la que se dan las pautas para blindar tanto la integridad mental como física de los más pequeños. “Se debe
declarar este asunto un problema de salud pública”, asevera.
Esta misma semana, el Consejo de Ministros dio luz verde a este documento pionero elaborado por medio centenar de expertos independientes a fin de
promover entornos digitales seguros para niños y adolescentes. “El contenido es de gran relevancia tanto por el diagnóstico que hace de la situación como de las medidas propuestas”, señala a
Redacción Médica la también miembro de la Junta Directiva de la
Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia (Aepnya), que cataloga de
“hito histórico” que tantas personas de diferentes ámbitos hayan logrado “conocer la perspectiva de cada grupo y llegar a un consenso centrado en el bien superior de los niños, niñas y adolescentes”.
En este sentido, confía en que la estrategia "sea un documento de referencia tanto para
acciones legislativas como para concienciar a la sociedad en la necesidad de asumir responsabilidades"
La salud física y mental de los menores, bajo amenaza
La meta no es baladí, pues una mala relación de estos colectivos con las tecnologías digitales, continúa Huertas, puede generar no solo graves problemas psicológicos, sino también físicos y sociales. Entre los primeros, el citado documento destaca en primer lugar los más “evidentes”, como la
ansiedad y la depresión “derivadas del uso excesivo de redes sociales y la comparación constante con
ideales irreales o agravadas por el contenido que se consume”. También el ciberacoso, que “genera
inseguridad, aislamiento y en los casos más graves conductas autolesivas o ideación suicida”.
“Surgen también problemas de
atención y regulación emocional, especialmente en niños pequeños, debido al impacto de un
tiempo excesivo frente a pantallas en un cerebro en desarrollo -explica la facultativa-. En esta área los riesgos no se derivan del tipo de contenido, sino que están relacionados con el tiempo de uso”. Por ejemplo, “conductas de
uso compulsivo de videojuegos o redes sociales, que afectan la interacción social, la motivación y la capacidad de gestionar el tiempo”.
"Espero que sea un documento de referencia tanto para acciones legislativas como para concienciar a la sociedad en la necesidad de asumir responsabilidades"
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Más allá del aspecto psicológico, un mal uso de los dispositivos digitales tiene también “repercusiones físicas y sociales”, incide Abigail Huertas. Entre otras patologías, alude a alteraciones en el
desarrollo físico (por el sedentarismo prolongado que puede contribuir a la obesidad infantil y a
problemas musculoesqueléticos), cambios del sueño (el uso de pantalla afecta a la calidad y cantidad del mismo con consecuencias en el rendimiento académico y bienestar general), retrasos en el
desarrollo del lenguaje y habilidades sociales (al perder oportunidades clave de interacción cara a cara), patologías oculares como miopía o espasmos ciliares (“que empieza a ser motivo de preocupación”), exposición a riesgos de seguridad como el
‘grooming’ o explotación sexual en línea “con un consecuente impacto sobre la salud psicosexual”.
Medidas urgentes frente a los malos entornos digitales
Un amplio abanico de amenazas que conminan a las administraciones a actuar. Según la propia Huertas, la futura Estrategia Nacional “debería priorizar medidas que
garanticen el desarrollo integral de los menores”, incluyendo “declarar este asunto un problema de salud pública”.
Para ello, es necesario “que impacte en gran parte de la sociedad, que sea fácilmente detectable en cribados poblaciones y que haya alguna medida para prevenirlo a nivel general”.
“Que el entorno digital no sea seguro para la infancia es un grave problema y en mi opinión habría que enfocarlo como un problema de salud pública para poder implantar medidas como las que proponemos en el informe, que el Ministerio de Juventud tiene en su agenda impulsar”, subraya la psiquiatra, que avanza algunas medidas a impulsar, como la
prevención y regulación (con sistemas de verificación de edad para evitar accesos a contenidos nocivos), promoción de la salud mental (incorporar
programas en salud digital para profesionales sanitarios y educadores, familiares y menores, para identificar y abordar este tipo de problemas), la protección de colectivos vulnerables (medidas específicas para niños con discapacidad o en situación de riesgo reduciendo su exposición al ciberacoso u otras formas de violencia) y campañas de alfabetización mediática (para promover la adquisición de competencias digitales antes de tomar contacto con la tecnología).
“En Aepnya donde hemos trabajado estrechamente durante estos dos últimos años con la Agencia Española de Protección de Datos, destacamos que la clave de esta estrategia debería ser el equilibrio”, añade. Es decir, “fomentar un
acceso seguro y gradual al entorno digital mientras se protege la salud física y mental de los menores”. “Esto debe ir acompañado de un marco regulatorio sólido y la implicación activa de todos los sectores de la sociedad”, concluye.
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