Imagen de Antonio Cepillo.
'Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo'. Esta es una de las grandes reflexiones que ha dejado el
pediatra Antonio Cepillo y que
Miguel Lillo, miembro del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario de Albacete y coordinador de la Red de Oncohematología pediátrica de Castilla La Mancha, ha recordado con cariño. Y es que la filosofía que siguió el que fuese conocido como el
Capitán Optimista (o ‘Cepi’ para algunos compañeros) ha marcado un antes y un después en la
humanización de la atención de los niños con cáncer.
“Ya desde antes de conocer a Antonio ya sabía que era una persona que destacaba”, ha confesado a
Redacción Médica Miguel Lillo. Se conocieron cuando Cepillo era
estudiante de Medicina en la Facultad de Albacete y cuando comenzó sus
rotaciones en el hospital. “Empezó la residencia por el año 2011 y, aunque habitualmente son cuatro años, él terminó más tarde que el resto de compañeros de promoción porque cuando estaba en tercero se le diagnosticó
cáncer”, ha lamentado.
Pero la enfermedad no frenó a Cepillo porque, por la forma de ser que le caracterizaba, siempre estaba
dispuesto a colaborar y llevar a cabo cualquier iniciativa que se propusiese: desde
cooperación internacional hasta actividades con otros centros como el
Hospital 12 de Octubre de Madrid.
“Ha marcado una época muy importante en el
conjunto del Servicio de Pediatría del Hospital de Albacete pero creo que lo más destacable desde mi opinión es que siempre lo hacía con mucha naturalidad, sin ser rebuscado y con discreción”.
Ejemplo a seguir por sus compañeros
“Aún siendo residente del Servicio de Pediatría, yo que ya había sido adjunto mayor con él, he aprendido mucho sobre pequeños detalles de la vida”, ha expresado Lillo. Antonio Cepillo aportaba a la asistencia médica de los más pequeños
humor y cariño para romper esas barreras iniciales que existen entre los facultativos y los pacientes. En definitiva, integraba una actividad asistencial en un ambiente más humano y de proximidad entre los profesionales y los pacientes, en este caso, niños.
"Eso que empezaba él ya se extendía por todos los profesionales que estábamos a su alrededor"
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Usaba
narices de esponja de colores como las de los payasos y pasaba por las habitaciones de los niños con lo que conseguía hacer un
“acercamiento aplastante y que los niños aceptaban muy bien”.
“Eso que empezaba él ya se extendía por todos los profesionales que estábamos a su alrededor”, ha destacado Lillo, quien ha reafirmado que Cepillo había sabido “asimilar
la importancia de la humanización” y que “se encauzase” de esta manera.
Lillo recuerda con mucha tristeza el día en que el pediatra le confesó que padecía la enfermedad. “Sé que ha tenido momentos de mucha angustia y desesperación pero era capaz de
reorientar su fuerza personal para aceptar y poner en funcionamiento todo lo que hiciera falta para curarse”, ha añadido.
Ha matizado que ante diagnósticos así es complicado mantener la positividad o la energía para seguir adelante, pero no fue el caso de Cepi puesto que fue ejemplo en su forma de actuar y de vivir con ilusión su trabajo con el fin de seguir adelante.
Cambio de nombre del Hospital de Albacete
La noticia de su fallecimiento ha conmocionado a multitud de personas que,
incluso desde las redes sociales, le han despedido y agradecido su labor. De hecho, se ha propuesto esta semana una campaña desde la plataforma
Change.org para que
se cambiase el nombre del Hospital de Albacete por el del pediatra. Sobre este asunto, Lillo ha indicado que
hay varias iniciativas puestas en marcha de similar calado y que hay tiempo para analizar más despacio qué se podrá hacer para
mantener el recuerdo y la figura de Antonio "de manera que no nos abandone nunca”.
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