La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet.
Meritxell Batet preside un
Congreso de los Diputados que el 10 de marzo de 2020 tuvo que
suspender su actividad por la pandemia de Covid-19 por el positivo de un diputado y que no regresó hasta un mes después. Una Cámara de representación que mantuvo su actividad los peores días de la pandemia, y que dejará grabadas para siemrpe las imágenes de
diputadas y diputados con mascarillas mientras el personal de limpieza higienizaba la tribuna cada vez que había un compareciente. Pero, más allá de imágenes icónicas, la
Cámara Baja ha sido el
gran feudo de debate nacional sobre la gestión de la pandemia de este
coronavirus. Un proceso que Batet aún sigue viviendo como presidenta y que analiza en esta entrevista con
Redacción Médica, que se enmarca en el especial impulsado por este periódico: Lecciones del Covid-19.
¿Qué papel cree que han jugado desde el Congreso de los Diputados para ayudar a que nuestro Sistema Nacional de Salud se enfrentara a la pandemia de Covid-19?
Los profesionales sanitarios, con su esfuerzo y su compromiso personal, han asumido de modo admirable la defensa del Sistema Nacional de Salud, pero sobre todo de nuestra salud y nuestras vidas. Como presidenta de la cámara de representación de los ciudadanos expreso el sentimiento de todos los grupos y diputados al agradecerles su actuación, su capacidad y ese compromiso que son los elementos esenciales e indiscutibles de excelencia de nuestro sistema sanitario.
El Sistema Nacional de Salud, sus medios y su forma de funcionamiento y también los sistemas de provisión de profesionales, es fundamentalmente el producto de decisiones del Congreso de los Diputados; y del desarrollo de esas decisiones por parte de los parlamentos de las Comunidades Autónomas. Su propia existencia, sus prestaciones, sus capacidades o sus prioridades se definen en las leyes y los presupuestos que adoptamos los diversos parlamentos. Las crisis ponen de manifiesto tanto necesidades inesperadas como el estado estructural del sistema, que es en lo fundamental el producto de las decisiones parlamentarias adoptadas en los años precedentes.
En el caso de la pandemia de Covid-19, la función del Congreso respecto del sistema de salud se ha desarrollado, al menos, en tres ámbitos distintos:
En primer lugar, el de la adopción de medidas de restricción de la actividad y la movilidad, señaladamente en el marco del estado de alarma. La limitación de la actividad y del contacto social ha sido, y sigue siendo, el instrumento fundamental para combatir la expansión del virus y, sobre todo, para mantener las capacidades del sistema de atención sanitaria. Los debates parlamentarios sobre las declaraciones de alarma y sus prórrogas y sobre las normas restrictivas que se han ido adoptando han expresado las posiciones políticas al respecto y han dado cobertura adecuada a las medidas que se han sucedido en estos meses.
En segundo lugar, la previsión de recursos extraordinarios para el sistema sanitario: el Congreso ha debatido y aprobado las distintas iniciativas del gobierno para aumentar los recursos financieros de las administraciones, especialmente en referencia a la dotación de medios materiales y personales del Sistema Nacional de Salud, en su caso mediante las correspondientes transferencias a las Comunidades Autónomas. La aprobación del presupuesto de 2021 combina la atención a esas necesidades extraordinarias con su condición de norma de impulso de la inversión más estructural en sanidad.
Y, por último, el seguimiento y control de la actuación del gobierno y la administración, también y especialmente de la actuación de las autoridades sanitarias. En el Pleno del Congreso y en la Comisión de Sanidad se han desarrollado debates y sesiones durante todos estos meses, sin interrupción, de modo que las distintas opciones políticas han podido plantear sus alternativas a la acción del gobierno o la demanda de medidas complementarias. Además de los instrumentos ordinarios de control e impulso del gobierno, el Congreso creó la Comisión sobre la reconstrucción social y económica, que dedicó un bloque de sus trabajos y conclusiones al sistema sanitario y sus necesidades, y ha aprobado la creación de una comisión de investigación sobre el plan de vacunación, cuyos trabajos se iniciarán en breve.
¿Cuál ha sido el mayor acierto del Congreso de los Diputados respecto a la gestión de la Covid-19? ¿Y su peor error?
El Congreso ha adoptado las medidas necesarias para seguir cumpliendo sus funciones, legislativa y de control, durante la crisis, y con especial atención a la misma; y los grupos parlamentarios han asumido la necesidad de adaptaciones en su funcionamiento para compatibilizar ese trabajo con el respeto de las exigencias sanitarias. El Congreso no redujo su actuación en relación con la lucha contra la pandemia, sino que por el contrario la reforzó e intensificó al máximo durante estos meses. El Congreso ha seguido siendo el centro del debate político sobre la crisis en España, todas las fuerzas políticas han podido expresar sus planteamientos plenamente y las decisiones fundamentales se han adoptado en la Cámara, alcanzando los acuerdos necesarios.
El Congreso ha cumplido su función, que es expresar la posición de los distintos partidos políticos. No puedo pues calificar de error que de los debates no hayan surgido, al menos en los momentos más críticos, suficientes acuerdos, pero sí lo lamento y me preocupa profundamente que la polarización haya marcado también los debates sobre la crisis. Soy consciente de que, viendo las sesiones de control o los plenos sobre el estado de alarma, muchos ciudadanos han podido pensar que les fallábamos.
"Los sanitarios han asumido de forma admirable la defensa del SNS, pero sobre todo de nuestra salud y nuestras vidas"
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A nivel político, ¿qué lecciones saca de esta pandemia?
Que todos tenemos razones que el otro debería escuchar y asumir. Que las decisiones nunca son fáciles y exigen el equilibrio, la ponderación y la capacidad de integración que definen la esencia de la actividad política. Y que la política y lo público siguen siendo el instrumento necesario para dotar a la sociedad de instrumentos eficaces de reacción frente a las crisis y de recursos para quienes más los necesitan.
¿Cree que los políticos españoles, y la ciudadanía en general, verán de forma distinta a nuestros profesionales sanitarios tras esta dura experiencia?
Los ciudadanos, también los políticos, hemos tenido siempre la mejor percepción de los profesionales sanitarios. No había dudas sobre su esfuerzo y su implicación; y la pandemia no ha hecho sino confirmarlo. Los profesionales sanitarios se han situado durante muchos meses en el centro de la atención pública, y eso ha hecho que el apoyo ciudadano a los sanitarios haya sido más visible y más intenso y, quizás, que todos seamos más conscientes de la importancia vital de su trabajo y del funcionamiento del sistema de salud.
Pero las percepciones y la conciencia sobre la importancia de los profesionales sanitarios es un elemento más que debe ponderarse y equilibrarse con otros intereses, demandas y posibilidades. Y en esa ponderación surgen las diferencias políticas, aunque sí creo que en nuestro futuro inmediato será muy difícil que la salud pública y el trabajo de sus profesionales no ocupen un lugar central entre las prioridades políticas de todos.
Como presidenta del Congreso de los Diputados, ¿qué tarea considera que debe tener la Cámara Baja para contribuir a que la sanidad tenga la representatividad que merece?
Cada sociedad decide sus prioridades y la intensidad del esfuerzo que dedica a cada una de ellas, en el marco de sus posibilidades. No se trata de si consideramos importante o no la sanidad ni de si creemos necesario incrementar la atención que recibe, sino de cuantos de los recursos de qué disponemos dedicamos a ello, cuantos a otras necesidades y cuantos detraemos de otras finalidades y de cuáles. Y también, desde luego, de qué prioridades dentro de “la sanidad” creemos más relevantes.
Para influir en las decisiones del Congreso, en ese contexto, hay dos elementos fundamentales: las prioridades del ciudadano a la hora de definir su voto y la información que recibe el Congreso sobre la realidad del sistema sanitario. Esas son las palancas para cambiar, en su caso, el peso de la política sanitaria en nuestras instituciones.
¿Qué ha aprendido en estos meses de pandemia, como política y presidenta de la Cámara, que antes desconocía? ¿Cuál ha sido el momento más duro?
Antes mencionaba que en la crisis hemos confirmado la importancia de lo público y de la política. Yo personalmente he confirmado también la importancia del compromiso personal, la responsabilidad de cada uno y la lealtad institucional en momentos difíciles y la necesidad de impulsar su desarrollo desde todas las posiciones políticas, de gobierno o de oposición.
La dureza de esta crisis para quienes han perdido personas cercanas, para quienes han debido acompañar a las personas que han fallecido en soledad o para quienes han asumido la responsabilidad de dirigir las actuaciones sanitarias no permite comparaciones con los momentos difíciles en el trabajo parlamentario.
"La dureza de esta crisis para quienes han perdido personas cercanas no permite comparación con el trabajo parlamentario"
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¿Ha estado la clase política a la altura de la exigencia de la pandemia?
Sé que los responsables políticos más directamente implicados en la gestión de la pandemia han dedicado a ella todo su esfuerzo y su mayor implicación personal: la clase política no es distinta en eso del resto de la sociedad, que responde con dedicación y compromiso a sus tareas.
Pero me hubiera gustado que el debate político se hubiera desarrollado con mayor empatía, solidaridad y voluntad de acuerdo, aunque creo que la forma en que los distintos partidos políticos definen su actuación es responsabilidad de cada uno de ellos.
¿Cómo imagina la sanidad que tendrá nuestro país cuando termine esta legislatura?
Como casi todo lo relevante, la sanidad no cambia en una legislatura sino que, en el mejor de los casos, inicia los cambios que puede necesitar. En ese sentido, me gustaría que la legislatura acabase con un diagnóstico del sistema sanitario y un proyecto de impulso del mismo lo más compartido posible y que orientara a los gobiernos futuros, sea cual sea su color político.
La sanidad es un sector estratégico para todos los países. Desde luego por la importancia personal de la salud para cada ciudadano; pero también, esta pandemia lo ha hecho evidente, para las posibilidades de desarrollo y crecimiento del conjunto del país y de sus capacidades económicas, sociales y culturales.
Para España ese carácter estratégico es aún mayor en la medida en que contamos con una trayectoria y unos profesionales que nos permiten hacer de la sanidad un activo enormemente atractivo y competitivo en Europa y en todo el mundo. Cuando nos preguntamos sobre los sectores que pueden tirar de nuestro sistema social y económico para impulsar la transformación y mejora de nuestro modelo, la sanidad debería destacar como ámbito en el que partimos de una posición consolidada y en el que se abren grandes expectativas de futuro; un sector, además, puntero en términos de valor añadido y de exigencias de modernización. Confío en que seamos capaces de aprovecharlo.
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