Un trabajo liderado por científicos de los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades y publicado en la revista
American Journal of Preventive Medicine muestra que las tasas del
cáncer de cérvix o cuello de útero no empiezan a descender
hasta los 85 años, por lo que plantea que los programas de cribado para diagnosticar este tumor deberían prolongarse más allá de los 65 años, edad en la que se frenan estos controles si los análisis correspondientes han sido negativos.
Aunque estos tumores se vinculan fundamentalmente con mujeres jóvenes, lo que favorece que muchas queden fuera de esta estrategia de detección precoz a medida que envejecen, los investigadores hallaron que la incidencia de este tipo de tumores no empieza a reducirse hasta los 85 años en aquellas mujeres que
no se han sometido una histerectomía, la operación para extirpar total o parcialmente el útero.
"Tienen el mismo e incluso más riesgo de cáncer de cérvix en comparación con mujeres más jóvenes", ha destacado la investigadora Mary C. White, jefa de la División de Epidemiología e Investigación Aplicada para la Prevención del Cáncer del CDC de Atlanta (Estados Unidos).
En 2013, una quinta parte de los casos de cáncer de cuello de útero y un tercio de las muertes por este tumor se dieron en mujeres de más de 65 años. Pese a ello, las recomendaciones actuales recomiendan parar el cribado a esa edad si los análisis hasta entonces han dado siempre negativos. En concreto, se considera que
tres citologías consecutivas con resultados negativos o solo dos en los últimos 10 años, si el último se ha hecho hace menos de cinco años, es suficiente para dejar de hacerlo.
Con los datos de la Encuesta Nacional de Salud de 2013 y 2015, los investigadores examinaron el uso de pruebas de detección y tasas de estos tumores en mujeres de más de 65 años y vieron que, dejando de lado las tasas de histerectomía,
la incidencia del tumor seguía alta hasta los 70 años y no comenzaba a bajar de forma considerable hasta los 85 años.
Los datos también revelaron que muchas mujeres que se aproximaban a los 65 años no estaban recibiendo un cribado adecuado, y el porcentaje de mujeres que no estaban bien controladas iba aumentando con la edad. Sólo el 12 por ciento de las mujeres de 40 años no tenían una exploración reciente, ese número aumentaba progresivamente en las mujeres de 50 y 60 años. De hecho, cerca de 850.000 mujeres de 61 a 65 años no habían sido examinadas en los últimos cinco años.
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