Pilar Garrido, jefa de Oncología Médica en el Hospital Universitario Ramón y Cajal.
En sus palabras se puede notar cómo sigue
enamorada de la Oncología Médica,
igual que el día que decidió optar por esta especialidad. Aunque de pequeña no se sentía atraída por la Medicina,
Pilar Garrido, jefa del Servicio de Oncología Médica en el Hospital Universitario Ramón y Cajal, se dio cuenta más tarde de que quería estar cerca del paciente y del laboratorio.
La profesional ha defendido 'a capa y espada' su especialidad y ha estado al frente de órganos tan importantes como la
Comisión Nacional de Oncología Médica y el Consejo Nacional de Especialidades en Ciencias de la Salud, una lista a la que se suman también las presidencias de la
Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme) y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Además, destaca su carrera como investigadora, unida siempre a España, y su
alegato a favor de la igualdad de oportunidades en el desarrollo profesional para las mujeres oncólogas.
Garrido reflexiona sobre por qué se decantó por Medicina y el papel de las sociedades científicas.
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Sobre todo ello habla en esta entrevista concedida a
Redacción Médica, con la colaboración de
Takeda, dentro de la serie
'Referentes en Oncología'. Un ciclo de entrevistas que permitirá conocer más de cerca a quienes han conseguido un
nombre propio en la historia de esta especialidad.
¿De pequeña jugaba a ser médica?
La verdad es que no. A mí me gustaba la Historia y la Literatura y, después, me apasionó la Filosofía. Nunca se me había pasado por la cabeza ser médica. Pero me di cuenta de que no me veía trabajando en estos gustos que tenía, sí que me pareció que la Psiquiatría estaba muy cerca de mi visión de la Filosofía y, por eso, decidí empezar Medicina. Aunque durante la carrera me pareció que la Oncología estaba también próxima a la Filosofía.
Hubo un cambio de especialidad.
Necesitaba algo más tangible y creía que la Oncología era la Medicina Interna del siglo XXI. Para mí es la especialidad más bonita. Tiene la parte de cercanía a los pacientes y, por ello, se aproxima a la Filosofía. Cada paciente es una lección de vida. Pero también tiene la investigación más maravillosa de quizá toda la Medicina. Tenemos la vertiente novedosa porque te cambian los estándares continuamente. Por todo ello, la Oncología me parece la especialidad más completa.
¿Recuerda cuándo escuchó por primera vez la palabra cáncer? ¿Cuándo entendía su significado?
Durante la carrera, la madre de una de mis íntimas amigas
tuvo un cáncer de mama y falleció. Esa visión siempre la he tenido cerca.
Como profesora asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá, Garrido destaca su papel a la hora de alentar y cuidar la vocación de los estudiantes.
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¿Cómo recuerda a la Pilar estudiante de Medicina?
Todos los estudiantes que llegamos a Medicina éramos muy buenos en el colegio, pero al llegar a la universidad y se te cae el mundo encima porque te das cuenta de que quizás no eras tan buena como tú pensabas. Fueron años de estudiar mucho, pero también los disfruté. Yo estudié en la Autónoma, que en aquella época sí que marcaba una diferencia con otras universidades y tenía un método de estudio diferente. Hice muy buenos amigos que siguen siéndolo hoy en día.
Ahora está en el otro lado y es profesora asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá. ¿Cómo son las nuevas generaciones de médicos?
Son diferentes. No solo las nuevas generaciones de médicos, sino las nuevas generaciones en general. Quizá tienen una escala de valores un poco diferente, pero siguen teniendo ilusión por ayudar al paciente que es crucial en Medicina. Eso es lo que tenemos que alentar y cuidar, que toda esa energía positiva de vocación llegue a buen puerto y navegar con ellos durante la carrera.
En el camino obtuvo el doctorado cum Laude por la Universidad Autónoma de Madrid. ¿Recuerda todas esas horas estudiando?
Me formé en el Hospital Universitario de La Paz y allí había mucha tradición docente y tuve claro que la tesis quería hacerla cuanto antes. Nunca me he arrepentido de esa decisión, pero sí que me acuerdo en aquella época que mi marido se iba de vacaciones y yo me quedaba preparando los papeles de la tesis. Me parece importante tener tu carrera docente y hacer la tesis, pero con la vida que llevamos, cuanto más tarde lo haces, más complejo es. En mi Servicio animo a todo el mundo a que la haga.
El perfil investigador del oncólogo es uno de los 'encantos' que cautivó a la jefa del Servicio de Oncología Médica para decantarse por esta especialidad.
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Hace más de 30 años que está en los pasillos del Hospital Universitario Ramón y Cajal, conoce mejor sus entrañas que las de su propia casa.
Los oncólogos, cuando nos vamos especializando, nos relacionamos muchísimo con determinadas especialidades, pero no con otras. Ahora mismo
hay mucha relación con Cardiología por los efectos adversos tardíos de fármacos, pero no es un hecho histórico. Hasta hace pocos años conocía a gente de casi todas las especialidades del hospital, pero no tan en profundidad como conozco ahora, aunque siempre ves caras nuevas.
¿Qué le diría a aquellos MIR que se están planteando escoger Oncología Médica?
Es la especialidad más bonita y yo la sigo viviendo. Dentro de las personas que hacen la carrera de Medicina, muchas la eligen por esa cercanía al paciente, le acompañamos en los momentos más trascendentales de su vida: cuando se enfrentan al diagnóstico, en las primeras épocas que suelen ir bien con los tratamientos, después cuando llegan momentos más complicados. Pero también está el otro perfil de médico más investigador, que intenta buscar respuestas científicas. Con las oportunidades de investigación que tiene, Oncología Médica me parece la más completa de lejos.
También ha sido presidenta de la Comisión Nacional de Oncología Médica y del Consejo Nacional de Especialidades en Ciencias de la Salud. ¿Qué importancia tiene la presencia de los profesionales clínicos en la Administración Altísima?
Soy una enorme defensora de involucrarse en todas las actividades que puedan servir de ayuda. De hecho, el objetivo de la Comisión Nacional es
reflexionar si el programa de formación MIR tiene alguna mejora. En la época en la que yo fui presidenta del programa de Oncología Médica íbamos a vivir la troncalidad que luego se frustró. Recuerdo que en el Consejo fue una época maravillosa, trabajábamos todos juntos viendo qué cosas comunes tenía que aprender cualquier residente. Aprendí muchísimo y me relacioné con gente extraordinaria que me enseñó mucho y ese
espíritu de 'ir todos a una'
para mejorar las futuras generaciones me parece maravilloso.
"Cada paciente es una lección de vida."
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Como responsable de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme) durante varios años, ¿Qué papel tienen las sociedades en la defensa de las necesidades de los profesionales?
Nuestra profesión tiene varias patas: asistencia, investigación y docencia. Esta última sería la parte de las comisiones, pero toda la parte del conocimiento científico que descansa en las sociedades es crucial. Una de las cosas que más he peleado es que de cara a la Administración nuestro papel es diferente y complementario del de los Colegios de Médicos. Ellos tienen que ver con una parte fundamental de nuestra profesión, pero todo lo que tiene que ver con
conocimiento científico descansa en las sociedades científicas y de hecho los asesores tenemos que ser nosotros.
Un ejemplo magnífico de todo el trabajo que hizo Facme fue durante el covid. Ahí tuvimos una relación muy cercana con las Administraciones. Al principio cuando no había vacunas había que
decidir los grupos de riesgo y confiaron en nosotros. No es solo decir que los pacientes oncológicos o los pacientes con enfermedades renales deben ser los primeros en vacunarse; sino qué tipo de paciente oncológico o con insuficiencia renal. Fue una época muy dura en muchos aspectos, pero también fue un modelo de colaboración que sirvió mucho para que confiaran en las sociedades científicas y quiero creer que ha sido el inicio de una nueva época.
Además también dirigió la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). ¿Qué recuerdos tiene de esta etapa?
Fui presidenta hace diez años y no solo fui la primera mujer en tener este cargo, sino la primera persona que no era jefa de Servicio. No necesitas ser jefe de Servicio si tienes ganas, energía y personas que te apoyen para dirigir la sociedad. Fue un mensaje un poco rompedor. Lo recuerdo también como una época magnífica y en todos los sitios en los que he participado tengo la visión de que todo el mundo aporta mucho y de la importancia del trabajo en equipo. Tengo recuerdos magníficos de proyectos que hicimos y de la ilusión que tenía todo el mundo, que al final da su tiempo de manera voluntaria.
¿Hacia dónde va el futuro de la Oncología Médica? ¿Qué vamos a ver en los próximos años?
Hay mucha revolución tecnológica, nuevos medicamentos y formas de abordar el cáncer. Deberíamos ir hacia la medicina de prevención. Espero que cada vez diagnostiquemos más pacientes, pero en estadios más precoces. La tecnología nos va a ayudar en muchos retos, algunos de ellos relacionados con aspectos económicos. Vamos a vivir cómo la población envejece más y los pacientes son más complejos porque tienen varias enfermedades a la vez. Yo le veo a la Oncología Médica un futuro esperanzador, no entendiendo que vamos a curar el cáncer, porque cada vez va a haber más cáncer; sino que vamos a poder convivir con un diagnóstico de cáncer. Bien porque lo hayamos pasado y lo hayamos superado, o bien porque podemos vivir con él como vivimos de una
forma crónica con una hipertensión, una diabetes u otra enfermedad que no se cura.
Para Garrido, la inmunología y las terapias dirigidas han cambiado el paradigma del cáncer de pulmón
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¿Cuáles son los principales retos de la investigación?
La investigación académica es muy difícil porque tiene muchas barreras. Es aquella en la que una compañía farmacéutica tiene interés y nosotros también en desarrollar nuevos medicamentos que ayuden a nuestros pacientes. Pero hay preguntas relacionadas con fármacos nuevos, pero también con antiguos, que no están en el ámbito de las prioridades de la industria farmacéutica, pero sí que aportan valor al paciente. Me refiero a cuestiones como: ¿Un tratamiento que hacemos durante un año funcionaría igual si fueran seis meses? Saber si dando una menor dosis tiene el mismo efecto y este tipo de cuestiones tienen un impacto económico. Esto se podría liderar desde la investigación académica. Se quedan muchas preguntas por el camino, por falta de apoyo.
Usted ha participado en numerosos ensayos clínicos. ¿Hay alguno que recuerda con especial cariño?
Yo me he dedicado siempre al
cáncer de pulmón y hoy sabemos que son muchas enfermedades diferentes dentro de él y cada una tiene un enfoque distinto. Pero antes de que supiéramos eso, recuerdo los primeros ensayos que hicimos con fármacos dirigidos que conseguían unas respuestas en pacientes que pensabas que ya no tenían ninguna opción y que con poco tiempo, con tratamientos orales, muchas veces
tenían una respuesta muy buena y volvían a su vida normal.
Eso no lo van a vivir las nuevas generaciones porque ya han crecido en el momento que esto es una realidad, pero para nosotros fue extraordinario. Y luego la llegada también de la
inmunoterapia. Los que nos dedicamos al cáncer de pulmón hemos tenido la suerte de vivir las dos revoluciones, que les han dado unos tiempos de vida y una calidad muy buena a determinados grupos de pacientes.
¿Cómo ha vivido el desarrollo de la inmunología en la Oncología?
Yo lo viví desde el ámbito del cáncer de pulmón, que después del melanoma, es uno de los primeros tumores en los que se implementó. Ahora desde la posición de jefa de Servicio, que tienes una visión más 360, se ve que son tratamientos muy buenos para subgrupos de pacientes. En el cáncer de pulmón le ha cambiado la vida a un 20-30 por ciento de pacientes, pero no ha funcionado otros. Por lo tanto, todavía hay muchas preguntas de por qué a algunos sí y a otros no. Por lo tanto, hay muchos retos de futuro, pero son tratamientos con efectos secundarios diferentes que también nos obligarán de alguna manera a volver a estudiar, como decíamos, toxicidades que no veíamos antes. Para los pacientes que los toleran bien y consiguen respuestas son una excelente oportunidad.
Ha desarrollado su carrera en España, algo realmente difícil como investigadora ¿Se considera afortunada en este sentido?
Me hubiera gustado hacer una estancia fuera, me parece que te enriquece muchísimo ver otras formas de trabajar y tener una experiencia internacional. Yo animo a toda la gente joven a hacerlo, aunque es verdad que volver es complicado. En SEOM, cuando yo era presidenta, teníamos becas de retorno. No podemos perder el talento que hemos formado, tenemos que asegurarnos de que vuelven y
nos ayudan a tener la mejor Oncología aquí.
Forma parte de comités y grupos de trabajo internacionales, entre los que destaca ESMO Women for Oncology. ¿Sigue siendo necesario concienciar y potenciar la igualdad de oportunidades en el desarrollo profesional para las mujeres oncólogas?
Te das cuenta muy tarde de que empezamos con las mismas oportunidades, pero en algún momento del camino empieza a haber menos. Es súper importante tener datos, porque los números siguen diciendo que aunque en Medicina es una profesión muy feminizada y que en la carrera prácticamente ahora hay una mayoría de mujeres en todas las universidades, esto se va perdiendo y en
posiciones de liderazgo no hay el número de mujeres que debería, que les corresponde por edad. Estoy harta de oír: ya llegaréis. No es verdad.
La profesional lamenta que las mujeres no lleguen a puestos de liderazgo en Medicina por una cuestión de género.
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Durante el covid, se vio que el número de artículos que se enviaban a publicar que tenían como primer autor a un varón era mucho mayor que el de las mujeres. En momentos difíciles, la mujer vuelve a la casilla de salida, entendiendo que es responsable de la familia o de lo que sea. Se
pierde el tiempo de investigar y de hacer carrera, que es el que te permite que luego puedas acceder a un puesto de liderazgo. En Facme decidimos hacer un observatorio anual para ver cuántas mujeres son jefas de Servicio, de Sección, de investigación, de proyectos del Instituto Carlos III y de docencia. Así conocemos cómo es la evolución y cómo podemos corregirla desde todos los puntos.
¿Cuál ha sido el mejor momento de su trayectoria profesional y cuál ha sido el más duro?
Quiero creer que el mejor momento está por llegar. Yo
sigo teniendo mucha pasión por lo que hago, muchas ganas de aportar y espero que todavía mi vida profesional me sorprenda con momentos maravillosos. En cuanto a momentos duros, ha habido muchos, pero relacionados, fundamentalmente, con
pacientes que pierdes.
También destacaría el tema de género. Cuando acabé la residencia en La Paz había una oportunidad de trabajo y me dijeron que
no era la candidata ideal porque era mujer. Hasta ese momento nunca había sido consciente de las diferencias por géneros. No tuve ninguna sensación de que el género fuera importante, pero de repente no me fueron a contratar por mujer. Aquel momento fue muy duro. También es cierto que mi jefe de Servicio peleó por mí y conseguí el trabajo. Me di cuenta de que eso no lo podía cambiar, puedo ser mejor profesional, pero no dejar de ser mujer.
¿Conocer tan de cerca el cáncer le hace tener miedo de padecerlo usted o sus seres queridos? ¿Cómo ha cambiado su concepción de la Oncología en este sentido?
Todo lo contrario. Podemos hacer mucho por los pacientes, no es solamente ofrecer tratamiento dirigido a la enfermedad, se puede ayudar y
acompañar en distintas etapas de la vida al paciente y a su entorno. Es enriquecedor porque sabes que ayudas y te vienen a la cabeza muchos pacientes en momentos difíciles que con tu granito de arena has hecho que estuvieran mejor.
"El burnout en Oncología es altísimo porque es una especialidad muy demandante. Es duro para el profesional ver a sus pacientes en situaciones complicadas."
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En el Ramón y Cajal han creado la escuela de pacientes. ¿Falta una mayor humanización en este campo?. ¿Cómo ha evolucionado la relación médico paciente?
Es crucial la relación con el paciente. Yo me enorgullezco cuando digo que tengo un Servicio de oncólogos extraordinarios volcados en el paciente. Tenemos escuelas de pacientes de cáncer de mama, de colon y de pulmón. Porque el tiempo que tenemos para dedicar al paciente en la consulta es limitado y se centra en qué situación oncológica está en ese momento, si hay un cambio de tratamiento, explicar efectos secundarios, si ha habido incidencias, etc. En las escuelas de pacientes lo que hacemos es dedicarle más tiempo a estas otras cosas que no tenemos una consulta y están funcionando muy bien. Lo vamos a seguir promocionando. Para mí ha sido una prioridad absoluta desde el principio de mi vida profesional la
cercanía con el paciente, que siempre tuviera un médico de referencia, que fuera el mismo o que fuera un equipo. Nosotros siempre hemos priorizado la humanización, pero también necesitamos el feedback de los pacientes para que cada día nos haga mejores.
¿Se necesitan más psicooncólogos en el Sistema Nacional de Salud (SNS)?.
Es una parte fundamental para los pacientes, pero también para los profesionales. El burnout en Oncología es altísimo porque es una especialidad muy demandante. Es duro para el profesional ver a muchos pacientes que están en situaciones complicadas, pero también por la demanda continua de estudio. Nos cambian los estándares continuamente, es decir, la exigencia profesional de estar al día es altísima. Hacen falta
psicoongólogos para pacientes y profesionales, hay un margen de mejora en cuanto a recursos.
Los diagnósticos de cáncer aumentan cada año. ¿Es una buena señal porque se está detectando más o podría ser mala porque habrá un momento en el que el sistema no pueda sostenerlos?
Cada vez va a haber más pacientes con cáncer porque sobrevivimos a otras enfermedades que antes eran mortales
. Por ejemplo, el infarto de miocardio. Vivimos más años, las células envejecen y hay más riesgo de cáncer. También está la responsabilidad individual como ciudadanos que debemos tener implementando hábitos de vida saludables que reducen el riesgo de sufrir algunas enfermedades.
El futuro del cáncer será que los pacientes convivan con él como una enfermedad crónica, según Garrido.
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