David Masip, investigador de Tecnologías de la Información en el grupo AlI for Human Well-being.
Las
redes sociales han penetrado con enorme fuerza en la mayoría de nuestra sociedad, y en ellas muchas personas llegan a mostrar una visión de sí mismos que
no corresponde a la realidad. Esta falsa imagen se asocia a posibles
problemas mentales que las personas padecen, y un grupo de investigadores de la
Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha creado un
algoritmo capaz de detectar la infelicidad en este ámbito para mejorar la
salud mental y el
bienestar del usuario.
Pese a ser un
estudio prematuro y que aún no es una opción válida dentro de la
Psicología,
David Masip, investigador de
Tecnologías de la Información en el grupo
AlI for Human Well-being (Aiwell) y que ha participado en el estudio, afirma en
Redacción Médica que es un primer paso hacia una “
salud digital ubicua que vele por nosotros y da la
voz de alarma cuando pasa alguna cosa, para que el
psicólogo pueda realizar el
diagnóstico correspondiente a tiempo”.
El hecho de conocer
qué escribimos y
publicamos en nuestras redes sociales son herramientas que han permitido a los investigadores confeccionar el
algoritmo definitivo. “Intentamos evaluar si
las personas dejan huella en las redes sociales acerca de unas necesidades básicas y de este estado emocional. No creo que las redes condicionen nuestra vida, pero todo lo que escribimos y las fotografías que colgamos deja un rastro ligado a nuestro aspecto
emocional, a cómo nos sentimos a la hora de satisfacer unas necesidades básicas”, explica el investigador.
"Todo lo que escribimos y las fotografías que colgamos deja un rastro ligado a nuestro aspecto emocional"
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El estudio, publicado en la revista
IEEE Transactions on Affective Computing, se ha llevado a cabo partiendo de una premisa clara, la
teoría de William Glasser. Existen
cinco necesidades básicas que se encuentran en los cimientos de todo comportamiento humano y son la
supervivencia, el
poder, la
libertad, la
pertenencia y la
diversión. “Hemos analizado perfiles en
Instagram fijándonos en imágenes y textos de los usuarios. A partir de aquí, vemos un enlace con las necesidades básicas que el ser humano intenta cubrir. En
cada perfil de una red social se establece un número por necesidad analizada, logrando una red neuronal, y lo hemos correlacionado con precisión a lo que los
psicólogos perciben”, explica Masip.
El algoritmo abre la puerta a futuras utilidades en la práctica clínica
Encender alarmas a tiempo y
prevenir es una de las principales utilidades que los investigadores han encontrado tras crear el algoritmo. Masip explica que “pensamos que el descubrimiento podría llegar a ser usado en el futuro para tratar problemas más adaptados a la clínica. Si tenemos una
máquina que monitoriza estas situaciones, que pueda analizar muchos perfiles de forma simultánea sin necesidad de que todos vayan a la consulta, solamente tendrían que ir al psicólogo los que lo
requieran”.
El estudio, pese a ser prematuro, es una prueba de concepto que permite usar el algoritmo en redes neuronales para buscar qué posibles
opciones se pueden aplicar a otros problemas que tengan una
utilidad clínica final. “Una vez los pacientes dan su consentimiento, se les podría monitorizar durante un tiempo, volviendo a realizarse este experimento para ver qué resultado aparece. Por cada aplicación concreta, volveríamos a validar el estudio y lo aplicaríamos a la práctica”, relata el investigador de la UOC.
"Por cada aplicación concreta, volveríamos a validar el estudio y lo aplicaríamos a la práctica"
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Masip quiere
reivindicar que la prueba de concepto ha permitido “conocer que una
red neuronal si aprende patrones en
imágenes y
textos puede ser de utilidad a ponerlo en la práctica clínica, aunque para ello se requieren
muchos pasos. Necesitamos implicar a
personas de desarrollo y de la
práctica clínica para que pueda guiar esto mucho mejor de cara a una aplicación clínica que tenga
repercusión en el paciente final”.
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