Los accidentes cerebrovasculares representan la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en adultos a nivel mundial.
La capacidad de
monitorizar con precisión la evolución del
daño cerebral en
accidentes cerebrovasculares ya es una realidad gracias a una
investigación internacional en la que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (
CSIC). El procedimiento, testada en
animales y en
pacientes, muestra cómo el tejido cerebral es capaz de presentar
actividad en un encefalograma debido a los
impulsos eléctricos de las capas más profundas y, aun así, estar sufriendo un daño irreparable en las más superficiales. Los resultados han sido publicados en la revista
Nature Communications, y los autores abogan replantear los criterios en el seguimiento y tratamiento de los
accidentes cerebrovasculares (ACV).
Este tipo de emergencia médica llega a representar la
segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en adultos a nivel internacional, según la Organización Mundial de la Salud (
OMS). Al año, 15 millones de personas sufren un ACV, de las cuales
cinco millones fallecen y un 30 por ciento padece una
discapacidad permanente.
Cuando una persona llega a sufrir un accidente cerebrovascular, se generan
ondas electroquímicas que recorren el tejido de forma lenta desde la zona dañada, matando a las neuronas que estén a su paso. En pocas horas, estas ondas son capaces de
generar lesiones irreversibles en la corteza cerebral, por lo que este periodo de tiempo es clave para disminuir las secuelas neurológicas.
Óscar Herreras, investigador del Instituto Cajal del CSIC, quien ha participado en el estudio, ha descubierto en el estudio que el
tejido cortical que aún muestra actividad EEG (encefalografía cerebral) es capaz de estar sufriendo ya la muerte irreversible de las capas neuronales que se encuentran más cerca de la superficie.
Replanteamiento de criterios en accidentes cerebrovasculares
Este hallazgo ha sido posible gracias al uso de una
completa técnica biomatemática de análisis de los potenciales eléctricos cerebrales, que es capaz de separar y ver la actividad de
distintas capas neuronales. Este descubrimiento llega a cuestionar el concepto de extensión de la depresión del EEG como un indicador ligado al
tejido que ha muerto, debido a que las capas superficiales pueden haber fallecido y aún presentar EEG que llega desde capas más profundas.
Los autores de la investigación estiman que este descubrimiento abre la puerta a
replantear los criterios e incluso la praxis en el seguimiento y tratamiento de los accidentes cerebrovasculares. La principal tesis defendida por los expertos es que la
cantidad de tejido que se toma como criterio para evaluar la situación presenta retrasos en varias horas, por lo que se debería buscar otra referencia o alguna manera de actuar antes o más rápido”.
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