Israel Fernández, Jordi Jiménez Conde y Caty Carrera.
El consorcio de investigación internacional
Megastroke, tras el
estudio del ADN de
520.000 individuos de todo el mundo, ha identificado
22 nuevos factores genéticos de riesgo para el
accidente cerebrovascular,
triplicando así la cantidad de
regiones genéticas de las que se tiene constancia que influyen en el
riesgo de ictus. El trabajo ha sido liderado desde España por
Caty Carrera e
Israel Fernández, investigadores del grupo de investigación en Enfermedades Neurovasculares de Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) y
Jordi Jiménez Conde, del grupo de investigación en Neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM).
Los resultados muestran
influencias genéticas compartidas con múltiples afecciones vasculares relacionadas con el
ictus, especialmente la
presión arterial, pero también la
enfermedad arterial coronaria o el
tromboembolismo venoso, entre otras. La comparación de estos resultados con extensas bases de datos biológicos proporciona
nuevas pistas sobre los mecanismos del ictus e ilustra el potencial de la genética para identificar dianas farmacológicas para su tratamiento.
“El estudio 'Megastroke' no es sólo un estudio genétic,o sino que la parte más importante de este proyecto ha sido el
descubrimiento de nuevas vías metabólicas que están implicadas en el riesgo de desarrollar un ictus. Este hallazgo
abre un nuevo e importante
campo de estudio con el objetivo de encontrar
nuevas dianas terapéuticas y nuevos
fármacos para prevenir la aparición de esta patología”, ha explicado
Fernández.
La importancia de la gran colaboración internacional
Los resultados del mayor estudio genético sobre el ictus realizado hasta el momento se publican en versión online de la revista
Nature Genetics. El estudio se basó en muestras de ADN de 520.000 individuos europeos, norteamericanos, sudamericanos, asiáticos, africanos y australianos, de los cuales
67.000 tuvieron un
accidente cerebrovascular. Los participantes provenían de
29 estudios.
Los participantes provenían de 29 estudios
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De los millones de variantes genéticas analizadas,
32 regiones genómicas independientes mostraron una
asociación con el ictus.
Dos tercios de ellas son
nuevas, es decir, no se tenía constancia de su relación con la patología.
“Debido a que el grado en que las variantes individuales modifican el riesgo de ictus es muy pequeño, fue necesaria una gran cantidad de sujetos para descubrir estas variantes. Por ello, nuestro grupo aprovechó el gran volumen de información creado por numerosos investigadores en los últimos años”, ha explicado
Martin Dichgans, profesor de Neurología y director del Instituto de Investigación de Accidentes Cerebrovasculares y Demencia (ISD), Hospital Universitario de la Universidad Ludwig-Maximilians (LMU) de Múnich.
“No podemos exagerar la importancia de la
colaboración internacional en lo que respecta a diferentes orígenes étnicos cuando estudiamos la genética de enfermedades complejas y comunes como el ictus. Esta colaboración a gran escala con todos los continentes ha
cambiado las reglas del juego”, ha añadido
Stephanie Debette, profesora de Epidemiología y Neurología en la Universidad de Burdeos y Hospital Universitario de Burdeos.
El desarrollo de nuevos tratamientos, un desafío
El ictus es la
segunda causa más común de muerte y discapacidad en todo el mundo, pero sus
mecanismos moleculares siguen siendo
poco conocidos, lo que hace que el desarrollo de nuevos tratamientos sea un
desafío. Este estudio proporciona una
amplia perspectiva novedosa sobre los mecanismos biológicos que conducen a un ictus.
El ictus puede originarse por
alteraciones vasculares, incluidas arterias grandes y pequeñas,
coágulos formados en cavidades cardiacas y
alteraciones en el sistema venoso. Los investigadores hallaron factores de riesgo genéticos implicados en cada uno de estos mecanismos. Así, mostraron que algunos de estos factores
influyen en mecanismos específicos y otros
afectan a la susceptibilidad del ictus en general. También encontraron influencias genéticas compartidas entre el ictus causado por la oclusión de un vaso (la causa más común, el
ictus isquémico) y el ictus causado por la ruptura de un vaso sanguíneo (el
ictus hemorrágico, la causa más catastrófica), cuando a menudo se creía que tenían mecanismos opuestos.
Cuando los investigadores examinaron más de cerca las áreas genómicas identificadas en el estudio, notaron que "varias de ellas se superponen con áreas genómicas que se sabe que están implicadas en afecciones vasculares relacionadas como fibrilación auricular, la enfermedad arterial coronaria, la trombosis venosa o algunos factores de riesgo vascular, especialmente presión arterial elevada, y en menor proporción, la hiperlipidemia”, según ha asegurado
Jiménez Conde, también neurólogo del Hospital del Mar.
Al agregar datos sobre la expresión génica, la expresión de proteínas y otras características en múltiples tipos de células y tejidos, los investigadores obtuvieron las
primeras pistas sobre los genes específicos, las
vías moleculares y los
tipos de células y tejidos a través de los cuales los nuevos factores de riesgo genéticos causan un ictus.
Primer paso para tratamientos especializados
Además, los investigadores descubrieron que “los genes que identificaron pueden
mejorar las dianas farmacológicas para la
terapia antitrombótica, que se utiliza para reabrir los vasos sanguíneos ocluidos en pacientes con ictus durante la fase aguda o para prevenir eventos vasculares, incluido el ictus. Estos hallazgos ilustran el potencial de la genética para el descubrimiento de fármacos. De hecho, ya se están testando fármacos a nivel experimental que modulan una proteína codificada en uno de estos genes y que es un regulador epigenético”, ha afirmado
Fernández, investigador del grupo de Enfermedades Neurovasculares del VHIR y Fundación Docencia e Investigación Mútua Terrassa.
Los genes identificados pueden mejorar la terapia antitrombótica
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“Estos hallazgos genéticos también representan un primer paso hacia el
desarrollo de tratamientos personalizados basados en la evidencia para esta enfermedad tan compleja. Proporcionan el conocimiento de nuevas vías biológicas implicadas en el accidente cerebrovascular que pueden conducir al descubrimiento de nuevas dianas farmacológicas”, ha afirmado Jiménez Conde.
“Estos hallazgos, que relacionan el ictus con otras múltiples patologías y con la desregulación de genes, proteínas y vías moleculares en tipos de células y órganos específicos, se generaron mediante
nuevos enfoques bioinformáticos que utilizan y combinan información de diversas bases de datos biológicos internacionales lo que resulta de gran valor, especialmente cuando las muestras de tejido de los pacientes no están disponibles”, ha explicado
Caty Carrera.
El estudio fue realizado por miembros del
consorcio Megastroke que incluyen
grupos de investigación de accidentes cerebrovasculares de Alemania, Francia, el Reino Unido, Japón, EE. UU., Islandia, España, Suiza, Italia, Bélgica, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Estonia y Polonia, Singapur, Australia y Canadá. Esta
colaboración internacional a gran escala fue facilitada por el I
nternational Stroke Genetics Consortium, que ha reunido a
expertos en genética de accidentes cerebrovasculares de todo el mundo durante los
últimos 10 años.
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