17 feb. 2021 13:30H
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A comienzos de 2020 la Sociedad Española de Neurología (SEN) estimaba que entre un 25-30 por ciento de la población adulta española presentaba insomnio transitorio y que un 10-15 por ciento sufría de insomnio crónico. Una prevalencia que aún era más alta entre algunos grupos profesionales, por ejemplo, entre los sanitarios, donde el insomnio ya afectaba a un 45 por ciento de los mismos. Con la llegada del coronavirus, se registró que un 80 por ciento de los trabajadores de la salud sufrieron insomnio al inicio de la pandemia.
Aunque aún es pronto para cuantificar el verdadero alcance que está teniendo la pandemia en el desarrollo de trastornos del sueño, en la última Reunión Anual de la SEN se presentaron dos estudios que intentan realzar alguna aproximación a este respecto: uno de ellos realizado por el Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario La Mancha Centro, que cuenta con Ana María González Manero, como primera autora; y el otro, por el Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre, con Alejandro Herrero San Martín, como primer autor.
De ellos se desprende que el 80 por ciento de los sanitarios españoles sufrieron insomnio durante los meses de marzo, abril y mayo de 2020 y que un 90 por ciento aseguraba haber padecido alguna afectación del sueño durante este periodo. Además, la percepción de insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos o pérdida de calidad de sueño en general fueron más frecuentes en el grupo de personal sanitario que entre los trabajadores no sanitarios que también participaron en estos estudios. El trabajo a turnos también se asoció con una mayor probabilidad para el desarrollo de estos síntomas.
"Es indudable que la sensación de miedo, ansiedad, incertidumbre generada por la pandemia ha hecho aumentar considerablemente estas cifras entre la población española. Pero si a esta situación añadimos la sobrecarga asistencial o la presión a la que se están viendo sometidas muchas personas en su ámbito laboral, los efectos que está teniendo la pandemia en la calidad de sueño, aún son más llamativos", explica David Ezpeleta, Secretario de la Junta Directiva de la SEN.
La importancia del sueño y la influencia del trabajo
"El sueño es una necesidad fisiológica y la evidencia científica sugiere que el sueño está implicado en procesos de recuperación homeostática, termorregulación, reparación de tejidos, control inmunitario, endocrinológico y consolidación de la memoria. Por tanto, la privación de sueño, tanto aguda como crónica, puede tener efectos muy negativos en la salud”, explica David Ezpeleta.
Pero, ¿cuántas horas al día necesitamos dormir? "Aunque no hay una única respuesta a esta pregunta, ya que la necesidad de sueño es una característica individual, probablemente con base genética, y la susceptibilidad individual a la privación de sueño es variable, como norma general, la mayoría de la población necesita dormir entre 6 y 8 horas al día", explican desde la SEN.
Multitud de estudios que se han publicado al respecto muestran que largas jornadas de trabajo, con frecuencia asociadas a un alto nivel de estrés físico y psicológico, junto con los efectos de la cronodisrupción que genera el trabajo por turnos provocan una privación de sueño aguda y crónica que repercute negativamente en la salud. Y la privación de sueño tiene efectos negativos tanto a nivel cognitivo como en el sistema cardiovascular, endocrino e inmunológico o como posible factor carcinogénico.
La prolongación de la vigilia y la privación de sueño afectan al funcionamiento de las redes neuronales, repercutiendo negativamente en tareas como atención, concentración y memoria. Además este efecto es acumulativo, es decir, a mayor número de horas despierto o a mayor número de días de privación de sueño, mayor repercusión sobre dichas tareas. Y esto también implica un aumento del riesgo de sufrir accidentes laborales, domésticos y de tráfico y a que los sujetos privados de sueño tomen decisiones más arriesgadas o tengan problemas para el control emocional, que se puede manifestar con irritabilidad y respuestas desmesuradas ante mínimos estímulos.
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