Carlos Jiménez Ruiz, presidente electo de Separ.
El
consumo de marihuana en dosis altas y moderadas produce diversos
síntomas respiratorios y es un
factor de riesgo para el desarrollo de
cáncer de pulmón. Además, se han descrito casos de otras patologías respiratorias como la enfermedad bullosa, el enfisema, el neumotórax o el neumomediastino relacionados con su consumo en
pacientes jóvenes, según una revisión de la literatura médica disponible y recogida en un artículo especial publicado en
Archivos de Bronconeumología, la revista científica oficial de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (
Separ).
La inhalación de marihuana se ha asociado además a un
aumento de síntomas respiratorios como tos, disnea y esputo, así como a un
empeoramiento del asma en los fumadores habituales de marihuana, con o sin el uso de tabaco concomitante,
en comparación con no fumadores. También se ha relacionado con
ronquera y faringitis y se ha visto que los usuarios de marihuana acuden con
mayor frecuencia a los servicios de urgencias al presentar alguno de estos síntomas respiratorios, especialmente en el caso de los pacientes asmáticos.
"El daño que puede ocasionar el consumo de marihuana sobre el aparato respiratorio merece un profundo análisis"
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“El daño que puede ocasionar el consumo de marihuana sobre el aparato respiratorio merece un
profundo análisis, no sólo por las implicaciones sanitarias derivadas de la elevada prevalencia de consumo ilegal, sino porque
se propone actualmente su uso medicinal y recreativo en varios países”, destaca el
Carlos A. Jiménez Ruiz, presidente electo de Separ y uno de los firmantes de este artículo especial.
Prevalencia y modo de consumo
La marihuana es la
droga ilícita más consumida en el mundo. La consumen entre
120 y 150 millones de usuarios y la prevalencia de su consumo se sitúa entre el
2,6 y el 5 por ciento de la población mundial adulta, destacan los autores del estudio respecto a la magnitud del problema.
Los componentes del humo por la combustión de esta sustancia son similares a los producidos por la combustión del tabaco, pero difieren en la
sustancia psicoactiva y en la práctica de fumar. Esta droga se puede consumir en diferentes formas y vías, siendo la más popular el fumarla como hierba marihuana o resina de cánnabis hachís. También se puede inhalar como vaporizadores, ingerirla y aplicarla sobre la piel o las mucosas.
A diferencia del tabaco,
se fuma mediante bocanadas más largas y de
mayor volumen de inhalación, conteniendo la inspiración por varios segundos. Por lo tanto, los fumadores de marihuana r
etienen cantidades de alquitrán y monóxido de carbono (CO)
entre 3 y 5 veces mayores respectivamente que al fumar
tabaco.
Puesto que la marihuana generalmente se fuma sin filtro, la concentración de partículas en las vías aéreas es cuatro veces mayor que al fumar tabaco y la forma de fumar genera temperaturas más altas modificando procesos bioquímicos y la producción de numerosas sustancias. Además, se mezclan cánnabis y tabaco, no solo por la coexistencia de adicciones, sino porque
aumenta la oferta de THC (molécula lipofílica con una rápida absorción en el pulmón, rápida llegada a la sangre y responsable de los efectos psicotrópicos de la marihuana),
con mayores efectos psicoactivos si se compara a fumar solo cánnabis, señalan los autores del estudio.
Revisión de estudios
Los primeros estudios que describen sustancias cancerígenas y cambios mutagénicos debido al consumo asiduo de marihuana datan de la década de los setenta. Tanto en el humo de combustión de marihuana como en el del tabaco se producen hidrocarburos aromáticospoliciclícos (HAP), entre los que figuran benzopirenos y fenoles, que sugieren que el consumo de marihuana pueda ser, asimismo, un factor de riesgo de cáncer, en especial de pulmón.
En cambio, los estudios que se han efectuado sobre la repercusión de la marihuana sobre la función pulmonar y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica no aportan evidencias contundentes. “En conclusión, los resultados de los estudios que analizan la asociación entre la exposición o uso de marihuana y las alteraciones de la función pulmonar
no son concluyentes. Es posible que las diferencias estén relacionadas con el hecho de que
la mayoría de los estudios han incluido participantes relativamente jóvenes,
de menos de 45 años de edad, y por lo tanto con una probabilidad menor de haber encontrado modificaciones en los valores de las
espirometrías”, señala Jiménez Ruiz.
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