Patricia Guillem.
El
tabaquismo pasivo en la infancia sigue siendo una grave amenaza para la salud de los niños, ya que implica la exposición involuntaria al humo del tabaco en lugares como el hogar, los vehículos y otros espacios públicos cerrados. A pesar de los avances en la reducción del consumo de tabaco entre los adultos, muchos niños continúan siendo vulnerables a los efectos del
humo de segunda mano, lo que pone en riesgo su
bienestar físico, cognitivo y emocional.
Patricia Guillem, catedrática de
Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública, afirma que, “en los últimos años, diversos estudios científicos han puesto de manifiesto el elevado número de menores que conviven en hogares donde al menos uno de los progenitores o adultos fumadores consume tabaco habitualmente, lo que incrementa notablemente el riesgo de enfermedades graves desde edades muy tempranas”. El humo del tabaco se compone de
“sustancias tóxicas y cancerígenas que, en el caso de la infancia, se inhalan en un período crucial de desarrollo, tanto fisiológico como neurológico”, explica la doctora.
Esta exposición constante no solo daña sus pulmones y su sistema respiratorio, sino que también influye de manera negativa en el crecimiento y la maduración de los niños, “afectando aspectos físicos y cognitivos”, señala Guillem. Entre otras consecuencias, menciona los problemas de aprendizaje, la hiperactividad y la agresividad, así como un mayor riesgo de bajo peso al nacer, una maduración pulmonar deficiente e infecciones respiratorias. Además, “la vulnerabilidad a padecer enfermedades crónicas como el asma, bronquitis y neumonía aumenta” al tiempo que
“se asocia a un mayor riesgo de desarrollar cáncer en la edad adulta”, añade la catedrática.
No todos los niños presentan la misma sensibilidad frente al humo del tabaco, “existen grupos más susceptibles, como los menores de cinco años, los que ya padecen asma u otras enfermedades respiratorias crónicas o aquellos que viven en condiciones socioeconómicas desfavorables”, indica la profesora de la Universidad Europea.
Estas circunstancias pueden agravar la reacción al humo o dificultar el acceso a servicios sanitarios.
Medidas coordinadas
Para hacer frente a esta problemática, la doctora recomienda la adopción de medidas coordinadas que involucren desde la legislación hasta la educación y la sensibilización social. “Prohibir fumar en hogares y vehículos donde haya menores, concienciar a los adultos fumadores sobre el impacto de sus actos y promover leyes más estrictas en relación con el consumo de tabaco en espacios públicos pueden marcar la diferencia”, apunta Guillem. Asimismo, la educación en escuelas sobre los riesgos
del tabaco desde edades tempranas y la implementación de programas de prevención en la comunidad contribuyen a reducir la exposición involuntaria.
En este sentido, la catedrática de Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Europea subraya la importancia del entorno familiar como primer agente de protección o de riesgo en la vida de un niño. “Los padres fumadores o personas fumadoras convivientes en el hogar familiar tienen un papel fundamental en la protección de sus hijos del tabaquismo pasivo y deben ser un modelo positivo ya que su comportamiento influye mucho en los menores”.
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